Partidos para la historia
El Athletic es la patria común de los sueños y de la infancia, un territorio mítico que compartimos con los amigos, con nuestros padres y ... nuestros hijos. La expectativa de otra final nos transfigura. Mientras dura el partido volvemos a tener la edad que tuvimos en otras noches luminosas, somos de nuevo jóvenes y animosos, entusiastas como en otros partidos históricos camino de la final.
Los partidos grandes saben mejor compartidos, y es inevitable echar de menos a personas insustituibles que ya no están, con quienes cruzamos en su día frases entrecortadas, miradas refulgentes, abrazos. Cómo olvidarlos.
El Athletic pudo amarrar el pase a la final, lo mereció tras un partido vibrante, eléctrico, pletórico de juego y de pasión. Garitano acertó repitiendo un esquema ya habitual, aprovechando la potencia y eficacia de sus tres centrales, que se complementan, y el recorrido de los carrileros, que actúan a menudo de verdaderos extremos, que saben tirar buenos centros y cada vez se atreven más a pegarle a gol. Las coberturas de los centrales permiten arriesgar más a Capa y a Yuri, quienes, si pierden el balón en un intento de jugada, una indecisión o un pase erróneo, lo hacen lejos de su área, con tiempo para volver sabiendo que, mientras tanto, tienen cubierta su posición.
Acertó Garitano apostando por el portero titular, contraviniendo cierta costumbre moderna de que en la Copa juegue el suplente, algo que nunca entendí. ¿Por qué no deberían jugar entonces los suplentes en el resto de las posiciones? Los suplentes de Iribar o Zubizarreta jugaban cuando estos se ponían enfermos o se lesionaban. El resto es condescendencia, que quita efectividad y tiene contraindicaciones: deja al suplente expuesto a las odiosas comparaciones ante el más mínimo error. Unai Simón es titular indiscutible e hizo tres paradas de mucho mérito.
El fútbol creativo lo pusieron Muniain y Williams, que cada vez se entienden mejor. En el fútbol son muy importantes esas asociaciones, que son tanto técnicas como anímicas. El primero estuvo en los mejores pases y aperturas a banda, y aprovechó una de sus mejores virtudes gracias a la libertad de movimientos que le da su posición natural, que es aparecer por sorpresa en el área pequeña. Así llegó el gol. Williams recibió al fin en este partido numerosos pases en largo con ventaja, y se presentó siempre con peligro en las inmediaciones del área, metiendo miedo a la defensa del Granada con su potencia, muy seguro de sí mismo, y fabricando claras oportunidades de gol que culminó con potentes e intencionados remates que merecieron mejor suerte. Una pena que su posición adelantada y el leve gesto con el pie anularan el gol de Capa que habría hecho justicia a los merecimientos de uno y otro equipo.
A mí me parece que el VAR debería actuar en toda circunstancia, pero no es así como lo viene haciendo, sino inhibiéndose ante jugadas de libre interpretación. El árbitro y el juez de línea habían dado gol, y así lo habían aceptado los jugadores y el portero del Granada. El árbitro de campo entendió que Williams, en claro fuera de juego posicional, no interfería en el gol de Capa, una interpretación perfectamente plausible, pero no está en la naturaleza del inefable Mateu Lahoz pasar desapercibido si ve la oportunidad de hacer de tronzaleyes, de meterse a redentor.
Los jugadores estaban cansados de partidos anteriores y en cambio no dejaron de buscar, en oleadas, la portería del Granada. No podían defraudar a la afición y soltaron un gran partido que mereció un premio mayor, aunque el uno a cero no es malo. Sabían que tienen la inmensa fortuna de ser los portaestandartes de una bandera que no es de nadie y es de todos, incluidos los que nos precedieron.
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