El muro rojiblanco se ganó el respeto del poderoso amarillo
EL CORREO vivió en primera persona cómo la afición del Athletic entregó su cuerpo y alma a empujar a su equipo en una noche en la que recibió la admiración de la hinchada del Dortmund
Que una afición como la del Borussia Dortmund, acostumbrada a espectaculares exhibiciones de animación de su poderoso muro amarillo, dedique unos minutos a aplaudir ... a una hinchada rival como la del Athletic supone un enorme reconocimiento para las 4.000 personas que nos dejamos el cuerpo y el alma para empujar a un equipo que se hundió en una terrible primera parte pero que despertó en la segunda y nos hizo soñar con puntuar por primera vez en esta Champions League que ha nacido torcida para nuestra formación. El intercambio de palmas entre ambas partes resultó una maravillosa manera de decir a la gente desplazada desde Bilbao que se había ganado el respeto de la grada germana y también, por qué no decirlo, de demostrar que en el fútbol la rivalidad se queda en el césped y no debe trasladarse a la grada.
Es cierto que algunos de mis compañeros de la grada norte del Signal Iduna Park decían que nos aplaudían porque nos habían ganado. Quizá sea verdad, pero para la memoria colectiva de los que estuvimos allí, en este desplazamiento masivo a Dortmund, nos quedará para siempre esa imagen de la gente con bufandas amarillas y negras de nuestro rival batiendo palmas y levantando el pulgar para subrayar nuestro esfuerzo por empujar a la tropa de Ernesto Valverde mientras abandonaban el campo. Yo creo que les impresionó nuestra entrega a pesar del resultado final. También pasó en Glasgow en abril, pero entonces fue un pequeño grupo. Aquí fue unánime, todas las personas que salían miraban a donde estábamos y nos dedicaban esos amables gestos. Gracias.
Quizá suene mal decirlo, igual es una bilbainada, pero los hinchas hicimos méritos para recibir ese tratamiento. Porque, por supuesto, hubo instantes de bajón, sobre todo tras los goles del equipo germano, pero no dejamos nunca de tratar de levantar la moral y llevar en volandas a la plantilla. Hubo momentos en los que el muro rojiblanco silenció al amarillo. Y eso, quieras que no, tiene mucho mérito. No fue como la locura colectiva de Manchester, en esa dolorosa semifinal, pero se le acercó, sobre todo a la conclusión del duelo, cuando hay que estar ahí, dejándose la voz para levantar a un vestuario, el que sentimos, tocado por los resultados. Me encantó nuestra actitud.
La comunión empezó antes del encuentro. En Alten Markt, en el centro de la ciudad, los bilbaínos y los locales bebían cervezas sin ningún problema. Continuó durante la espectacular kalejira hacia el campo, cuando la gente se paraba a sacar fotografías y grabar vídeos de la potente animación protagonizada por las casi 3.500 personas que acudieron a la convocatoria de Iñigo Cabacas Herri Harmaila. Siguió en el Signal Iduna Park, cuando ambas aficiones cantamos a voz en grito el 'You'll never walk alone', Bufandas al viento, la garganta a tope. Fue emocionante.
A partir de ahí, el balón comenzó a rodar y nosotros continuamos con los gritos y los cánticos. «A por ellos, oé». «Jo, ta, ke irabazi arte» y los temas habituales de San Mamés. Se nos oía mucho, según me han comentado personas que estaban en otros puntos del campo. Para eso viajamos, no hay que olvidarlo. El primer gol fue un puñetazo en el estómago. Ahí nos quedamos un poco en shock, como un boxeador al que están a punto de noquear. El segundo tuvo un efecto similar. No obstante, nos levantamos. El gol de Guruzeta supuso un chute de adrenalina.
Ahí, como sucedió en el terreno de juego, fuimos superiores. Sí, se puede decir. La grada explotó, empujó a por la remontada, bufandas al viento, locura colectiva, se llevó las manos a la cabeza con el fallo de Navarro, se desesperó con el fuera de juego que le pintaron y supuso la anulación del empate. ¡Qué pena! Al final, el resultado fue nefasto, abultado. No importó. Lejos de reproches, de tomar el camino fácil, le dijimos al equipo que estábamos con él. ¿Cómo?
Se repitió el ritual habitual de San Mamés. Cantamos juntos el 'Txoria, txori' y otros temas. Los jugadores, con caras de disgusto por la derrota, se pusieron frente a la grada. A escuchar. Comunión. Iñaki Williams, Unai Simón, Lekue y Sancet, en primera fila. Todos aplaudían, agradecían el esfuerzo de estas 4.000 personas. Parecía que habíamos ganado, solo sus rostros decían lo contrario, porque si una persona neutral llega a entrar en ese momento en el estadio, hubiera pensado que habíamos conseguido los tres puntos. Pero no fue así.
❤️ Mila esker a tod@s l@s que habéis viajado a Dortmund.
— Athletic Club (@AthleticClub) October 1, 2025
Beti egongo gara zurekin, Athletic.#BVBAthletic #UniqueInTheWorld 🦁 pic.twitter.com/9aGy9VCgra
Los jugadores supieron alabar nuestro esfuerzo y muchos de ellos se acercaron a la grada para entregar sus camisetas: saltaron una valla, se acercaron a las primeras filas. Otra vez, de nuevo, nos habíamos ganado su respeto, como con la afición del Dortmund. Por cierto, fue maravilloso el momento en el que los chavales de la Youth League, con un estadio ya vacío, recibieron nuestro tributo y ellos nos secundaron con sus aplausos. Ojalá en Newcastle ocurra lo mismo, pero con mejor resultado para el primer equipo.
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