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Cinco minutos en una eliminatoria a dos partidos es apenas un instante. Pero un instante puede ser eterno. Esos cinco minutos que van desde el ... gol de Casemiro hasta el penalti y la expulsión de Vivián quedarán grabados a fuego para siempre en la historia del Athletic. En esos cinco minutos, apenas un suspiro en la inmensidad de una eliminatoria, se fueron por el sumidero tantos sueños, tantas ilusiones, que duelen como una puñalada en el corazón rojiblanco. No merecían ni los jugadores, ni mucho menos, esa afición que jugó el partido durante todo el día, un final tan cruel. El fútbol a veces depara sorpresas tan desagradables como la que nos castigó anoche en La Catedral.
Resulta imposible y hasta inútil a estas alturas, tratar de hacer un relato al uso de un partido que transcurrió por parámetros tan anormales. En el fútbol siempre cabe la posibilidad de un accidente. En cualquier momento puede ocurrir un rebote desafortunado, un golpe de mala suerte, una expulsión decisiva, por qué no, como la que sufrió la Roma en este mismo escenario y que allanó el camino del Athletic hasta la jornada de este jueves. Pero la brutalidad del accidente de anoche no tiene parangón: al Athletic le atropelló un tren de mercancías.
A los de Valverde les traicionó su propio corazón. Encararon el partido a tumba abierta, empujados por un San Mamés que espera ver a su equipo como, efectivamente, lo vio durante la primera media hora, es decir, como un grupo valiente, que juega de cara y busca la victoria sin remilgos ni excesivas precauciones. También el United daba entonces la previsible imagen de un equipo con jugadores que le hacen letal arriba pero bastante vulnerable atrás.
Siguiendo ese guion, los ingleses dieron un susto morrocotudo a los cuatro minutos, marcando un gol anulado por fuera de juego. En el otro lado, a Iñaki Williams se le fue ligeramente desviado un cabezazo franco y después un disparo de Berenguer que era gol sí o sí, tropezó en la rodilla de Lindelof y se fue a córner.
Entonces los hermanos Williams presionaban, robaban y atacaban el arco contrario, Berenguer manejaba la batuta en la media punta y buscaba la portería desde la media distancia, pero también sufría Yuri con la velocidad y el regate de Garnacho y Vivián tenía que ponerse los galones de mariscal para resolver los problemas que creaba Bruno Fernandes distribuyendo juego a sus compañeros. Era lo previsto y todo apuntaba a otra noche grande en La Catedral.
Y, de pronto, llegó la catástrofe; sin avisar, como suelen llegar los desastres más grandes. Al Athletic le faltó contundencia para despejar el balón, permitió al Manchester una segunda jugada y Casemiro remató a la red un centro de Maguire. Solo por la identidad de los protagonistas, la jugada ya tuvo tintes paranormales.
El gol tuvo el efecto de un puñetazo de un peso pesado al hígado. El Athletic, que estaba imponiéndose poco a poco a su rival, se quedó grogui, con la mirada turbia y, en medio del desconcierto, en la siguiente acción hilada por los de Amorín llegó el golpe definitivo. El VAR vio lo que no había visto el noruego Espen Eskas y lo que Vivián negó airado acusando a Hojlund de teatrero: penalti y expulsión, un doble castigo definitivo para la suerte del partido y, muy probablemente, de la eliminatoria, más si cabe, cuando en el tiempo añadido a la primera parte, Bruno Fernández firmaba su particular doblete.
Valverde, que trató de minimizar daños con un doble cambio destinado a rearmar al equipo a costa de perder filo atacante, apelaba al viejo 'que me quede como estoy', pero ni eso le salió anoche al Athletic. Solo la madera y Julen Agirrezabala consiguieron que la cosa quedara con un 0-3 que pone la semifinal al filo de lo imposible para unos leones que acabaron fundidos y a merced del rival en un partido que empezó festivo y acabó en funeral.
El sueño de la final se esfumó en un instante fatídico, cinco minutos que echaron por tierra el trabajo de ocho meses y las ilusiones de miles de aficionados. De cara a Old Trafford al Athletic solo le queda apelar a que en el fútbol a veces ocurren accidentes que rompen el pronóstico más razonado. En el fútbol a veces pasan cosas tan raras como las de anoche en San Mamés.
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