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El Athletic ya está un paso más cerca de su sueño. En realidad, solo queda otra noche mágica en San Mamés antes de la final, ... como la de este jueves, con 52.114 aficionados abarrotando las gradas, estableciendo un nuevo récord de asistencia. Que este equipo y su gente son únicos se demuestra cada vez que se presenta la ocasión. No había más que darse una vuelta por Bilbao o sus alrededores desde primera hora de la mañana para comprobarlo. Desde la más tierna infancia al más provecto jubilado, todos de rojo y blanco viviendo de antemano la gran fiesta que se anunciaba para la noche en La Catedral.
Cuando el Athletic y su gente se ponen en ese plan se convierten en una máquina imparable. El nuevo San Mamés ya va acumulando capítulos de historia que le acercan a la leyenda de la vieja Catedral. Las nuevas generaciones, los que no conocieron o les pilló muy jóvenes la desaparición del viejo campo, están viviendo y protagonizando su propia historia. La nueva Catedral también es una caldera que pone al equipo en ebullición.
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Picando piedra pero también jugando al fútbol. El Athletic dio buena cuenta de un Rangers reservón que solo se estiró un ratito de la segunda parte, cuando los de Valverde se tomaron un respiro ante el cambio de guion del partido en el último minuto de la primera parte, cuando un activo Maroan arrancó el penalti que abría la puerta de la eliminatoria porque Sancet parece un seguro desde los once metros.
Se cumplieron todos los pronósticos que daban como claro favorito al Athletic, empezando por el propio entrenador del Rangers y terminando por las casas de apuestas, que de esto suelen saber un rato. Se cumplió incluso la predicción que apuntaba a que la noche de San Mamés iba a ser la continuación de la de Glasgow. Efectivamente, como si no hubiera pasado una semana, el Rangers, esta vez con once en el campo, siguió encerrado en su área, acorazado con cinco defensas en línea y el resto por detrás del balón.
No se les puede negar disciplina a los escoceses. Mantuvieron el orden durante medio partido pero eso solo les alcanzó para aspirar al premio a la desgracia que suelen dar en ciclismo. Dos lesionados, uno a los veinte minutos y el otro nada más empezar la segunda parte; un penalti en contra en el último minuto del primer tiempo y, para una vez que decidieron liarse la manta a la cabeza y estirarse, un remate a la base del poste con Julen batido.
De todas formas, el Rangers no cayó en La Catedral por mala suerte. Lo hizo porque el Athletic fue muy superior a lo largo del segundo capítulo de una eliminatoria que no supo resolver en la ida. Anoche los rojiblancos tuvieron el punto de mira mejor calibrado y eso les permitió recoger el premio que mereció su juego en toda la eliminatoria.
Al Athletic, ¿y a quién no?, se le suelen atragantar los cerrojos. Eso lo sabía Barry Ferguson o, tal vez, asumió de antemano su inferioridad con un plan de partido de equipo pequeño. No hacen falta muchos planos para explicar su idea. Defender bien armados atrás y buscar un golpe de mano fiándolo todo a la habilidad y velocidad de un par de jugadores que sobresalen del resto, en especial Cerny, el hombre que más amenazó a la defensa rojiblanca, si se puede aplicar el verbo con propiedad.
Fue un argumento demasiado pobre para discutir con un Athletic que, sin tener su noche más brillante, supo imponer su mejor fútbol a base de insistir, recuperar todos los intentos de despeje del rival y provocar segundas jugadas. A diferencia de lo que ocurrió en Glasgow, Nico Williams se iba una y otra vez de su pesadilla en el primer partido, el capitán Tavernier, lo que provocaba grietas en la coraza que obligaban a los escoceses a recular más si cabe.
Colaboraba un activo Maroan, una pesadilla para los centrales solo por lo que incordió con su tenacidad y valentía, hasta que consiguió sacarse de la manga un penalti inocente en una jugada que no iba a ninguna parte. El partido estaba en la prolongación del primer tiempo, y ese gol, que antes decían psicológico, puso la eliminatoria en las manos del Athletic.
Ni siquiera hubo que sufrir más que lo estrictamente necesario en un choque de este nivel y a estas alturas de la competición. El Rangers cambió por fin su dibujo, se estiró y hasta dio un buen susto con un disparo a la base del poste en la única acción mal defendida por el Athletic. Poca cosa. En cuanto los leones volvieron a pisar el acelerador, Nico Williams sentenció cabeceando un magnífico centro pasado de De Marcos. Quedaba todavía un cuarto de hora con la prolongación, el tiempo perfecto para que San Mamés disfrutara de un fin de fiesta a la altura del acontecimiento.
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