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No se puede ni se debe decir que Valverde eligió la eliminatoria contra la Roma antes que los puntos frente al Mallorca, porque no sería ... justo y, además, faltaríamos a la verdad. Hay que creer al míster cuando la víspera afirmaba que solo tenía en mente el choque liguero. Pero hecha la matización, es evidente que el Athletic ha vuelto a pagar en la Liga la factura que pasa siempre Europa, más onerosa a medida que transcurren el calendario y los esfuerzos se acumulan en las piernas. Esta vez fueron otros los que priorizaron sus intereses particulares a los del colectivo rojiblanco, y eso, ahora mismo, es bastante más lamentable que los dos puntos perdidos.
No hacía falta ser pájaro de mal agüero para temer por la suerte del Athletic en su choque contra un rival bien armado como el Mallorca cuatro días después del esfuerzo de Roma y con el equipo italiano llamando a las puertas de La Catedral. Era uno de esos partidos que es muy fácil que se tuerzan. Tanto es así, que más de un veterano en estas lides firmaba el empate en el descanso a la vista de cómo se estaban sucediendo los acontecimientos en una tarde que a ratos se hizo desagradable por ese pleito que ahora mismo dirimen las tribunas de San Mamés y que la directiva hará bien en cortar cuanto antes.
Valverde oxigenó su alineación como era lógico, pero el Athletic se presentó en el campo con plomo en las piernas y algunos jugadores con las botas de madera, esas que te hacen fallar un pase sencillo a cuatro metros y que hacen tanto daño en las piernas como en los ánimos.
Tampoco nos vamos a hacer de nuevas a estas alturas. Fue el quinto empate post-Europa que suma el Athletic, tan frustrante como el que se llevó el Leganés después del último partido de la liguilla sin ir más lejos. Podemos consolarnos recordando que la factura europea solo ha costado aquella derrota de los penaltis en Girona. A cambio, los leones han sido capaces de ganar tres veces después de un compromiso internacional. Lo que tiene un mérito indudable.
Pero las estadísticas solo sirven para certificar con números lo que podemos apreciar a simple vista. El Athletic tiene una plantilla mejorada respecto a las últimas temporadas, pero sigue sin disponer de una de esas nóminas superpobladas solo al alcance de los grandes trasatlánticos que les permiten disponer de una alineación titular y una segunda unidad de total garantía. Y hasta ellos se quejan del calendario, así que, ¿qué tendría que decir el Athletic?
Si para colmo la tarde se presenta enrarecida en La Catedral, con el personal más atento a dirimir sus cuitas entre provocaciones y respuestas, la cosa se complica mucho más. Entre unos y otros el primer tiempo se fue al cubo de la basura, un desperdicio que acabaría pagando el Athletic, al que luego le faltó tiempo para culminar una remontada que tampoco se veía sencilla a pesar el fulminante empate inmediatamente después de que el Mallorca se adelantara en un saque de esquina.
Le hacía falta al partido una sacudida, y el gol de Raíllo fue el detonante que despertó a San Mamés. El empate de Nico a continuación y una amarilla a Valverde a instancias del cuarto árbitro, una de esas figuras que nos ha traído el fútbol moderno, tan proclive a primar lo accesorio sobre lo sustancial, terminaron de poner de acuerdo a todo el mundo, equipo y afición, para ir en busca de la victoria.
Por un momento pareció que, al igual que le sucedió al Athletic en el Olímpico, el gol a favor acabaría volviéndosele en contra al Mallorca. Pero el arreón enrabietado de los rojiblancos no tuvo la continuidad imprescindible, en parte por la falta de inspiración propia, pero, sobre todo, porque el Mallorca supo sobreponerse al primer impacto con calma y oficio. Lejos de ceder metros y encerrarse, los de Arrasate siguieron plantando las primeras barricadas en el centro del campo para entorpecer la circulación a un Athletic que necesitaba demasiados pases para no llegar a ninguna parte. De hecho, no solo Greif continuó sin necesidad de hacer ninguna parada hasta el final, sino que Gorosabel tuvo que evitar a última hora lo que pudo ser el segundo gol del Mallorca con un despeje milagroso. Hubiera sido el colmo de la desgracia, pero estos partidos a veces suelen acabar peor que mal. Afortunadamente no fue el caso y el empate que algunos firmaban al descanso hizo justicia a lo que pasó en el partido.
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