Un partido que olía a empate
Y ni tan mal, porque es un punto más en la larga carrera hacia un sobresaliente al final de la Liga
El de Mallorca era un partido que olía a empate desde dos horas antes. No se sabe por qué, pero era así. Eso que se ... suelen llamar malas vibraciones así que, en ese ritual supersticioso que relaté una vez en estas páginas, apreté con más fuerza que nunca la bota izquierda de la estatua de Iribar al pasar por delante. Pero según avanzaba la primera parte esa sensación cada vez era más fuerte. En los primeros 45 minutos no pasó nada en San Mamés, salvo el trasiego constante de espectadores en la parte delantera de la tribuna de prensa, que es donde más tardan en colocarse, o esa sensación da.
Es un fenómeno curioso. En el resto de las gradas, los aficionados están sentados, o de pie, más o menos, a la hora de comienzo del partido. Siempre hay algún rezagado, claro está, que llega cuando el árbitro ya ha pitado el inicio, pero en casi todos los casos son personas que conocen su ubicación, la mayoría socios, que molestan lo justo.
En la tribuna alta es diferente porque hasta diez minutos después de comenzado el partido siguen entrando grupos de despistados que, localidad en mano, casi siempre impresa en DIN A4, buscan su asiento. Da la sensación de que se han apuntado a una oferta de última hora, como en los viajes, pero en realidad las entradas no bajan de precio con el partido comenzado.
¿Porqué cuento estas cosas? Porque fueron las más entretenidas de la primera parte. Siento que no todo el público pueda vivir estas experiencias y solo lo hagamos los privilegiados de la tribuna de prensa. Y los que no tengan que permanecer atentos a un partido aburrido, con el marcador casi predeterminado desde muchas horas antes. Para los periodistas era mucho más interesante el trasiego de aficionados o, antes del partido, el Inglaterra-Italia del Seis Naciones que ponían en los monitores, que lo que sucedía en el césped.
Eso que le decía Valverde a Nico Williams sobre su peinado y su incidencia en los remates con la testa caducó con el empate
Claro que apareció Raíllo para cambiarlo todo. Cuando los espectadores del trasiego de la primera parte no habían regresado a su asiento en la segunda con su vaso de plástico con cerveza sin alcohol, llegó el futbolista del Mallorca, que declaró una vez que Ruiz De Galarreta era el mejor jugador con el que había jugado, para revolucionar el partido. Era el impulso que necesitaba el Athletic para ser otra vez el Athletic, y por algunos minutos lo fue de nuevo. Se vio en esa furia desatada de Nico Williams para rematar, con la oreja según Gorosabel, su primer gol de cabeza desde que juega en el Athletic. Eso que le decía Valverde sobre su peinado y la incidencia en los remates con la testa caducó con el empate poco después del gol de Raíllo. Y durante unos minutos albergamos todos la esperanza de la remontada, porque el equipo despegó a pesar de la escasa comunión de una grada que sigue dividida, y de la que al final habló hasta Jagoba Arrasate para decir que es una pena. Por lo menos vimos otro partido después de esa primera parte que olía a empate.
Pero como los malos olores tardan en disiparse, el tufo se mantuvo hasta el final del partido. Y ni tan mal, porque es un punto más en la larga carrera hacia un sobresaliente al final de la Liga, algo que, probablemente, no aprecien los espectadores de última hora en la tribuna alta que al final, eso sí, se quedaron para hacerse decenas de selfies.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión