El Athletic pasa de la exhibición al susto

Los que llevamos unos cuantos trienios en esto solemos bromear con el asunto. Tres goles de ventaja en el minuto 85 es el límite que algunos consideramos imprescindible para empezar a disfrutar de la victoria con tranquilidad. Bueno, pues este domingo se nos pusieron los pelos como escarpias incluso superado ese minuto cuando solo quedaban cuatro para el final. Gerard marcó lo que debía ser solo lo que antes se llamaba el gol del honor, que ni siquiera celebró, y un minuto después Sorloth puso a su equipo a un tanto del empate, con lo que entonces se antojaba una eternidad por delante, aunque esa eternidad solo podía ser cuestión de unos pocos minutos, tiempo suficiente para que pasara cualquier cosa en La Cerámica, tal y como se habían puesto las cosas.

Esos dos goles de última hora empañan una victoria que debió ser incluso más contundente que ese 0-3 que señalaba el marcador a falta de cinco minutos, con el Villarreal rendido y el público abandonando el estadio desde hacía un rato. El Athletic había dispuesto de juego y ocasiones suficientes para conseguir un marcador de escándalo ante un rival grogui que veía que cada vez que amagaba con dar un paso adelante lo único que conseguía era abrirle la puerta al contrataque del contrario. Fue una lástima que los de Valverde no acertaran a culminar ninguna de las situaciones de ventaja de las que dispusieron tras el descanso para terminar de redondear una victoria brillante, de esas que le ponen a un equipo la autoestima por las nubes.

Si el Athletic afrontaba el choque como uno de esos partidos fronterizos que pueden marcar un antes y un después, también el Villarreal llegaba exigido porque no está cumpliendo con sus expectativas y porque su rendimiento en casa se circunscribe a una victoria y un empate. En estas circunstancias la mente juega más que las piernas y cualquier detalle puede resultar desequilibrante. El golazo de Ruiz de Galarreta a los dos minutos, en la primera aproximación del Athletic, resultó determinante en este sentido. Llenó de confianza a los de Valverde y sembró de dudas el terreno amarillo.

Lo de que el fútbol es un estado de ánimo lo pudimos ir apreciando con más claridad a medida que pasaban los minutos. Después de dos intentos de Nico Williams y Vesga que se fueron arriba, llegó el gol de Nico Williams que encarrilaba definitivamente el partido. El tercero, de su hermano, no hizo sino subrayar la fragilidad defensiva de un Villarreal al que solo se le podía reconocer por el color de la camiseta, y por su parsimonia moviendo el balón en el centro del campo, aunque por efecto de la presión del Athletic, ese movimiento no le llevara a ninguna parte.

Pero ya está dicho que con este equipo es muy difícil ver un partido con tranquilidad. Y tampoco ésta iba a ser la ocasión. A medida que corría el reloj parecía más evidente que el triunfo no se les podía escapar a los de Valverde, aunque un paradón de Unai Simón ante Sorloth y un remate al poste de Baena ya nos dieron alguna pista de lo que podía suceder y finalmente terminó ocurriendo.

Afortunadamente todo quedó en un susto y el Athletic se llevó una victoria más que merecida y regresa con la sensación de que, efectivamente, pese a la escasa cosecha de puntos en los últimos partidos, no había razones para preocuparse porque el equipo sigue teniendo juego y jugadores suficientes como para sostener su apuesta por estar en el grupo de arriba.