Qué buena noche quedó en La Catedral
Quedó una buena noche en Bilbao a pesar del frío. De hecho, casi nadie sintió el relente nocturno después de un partido que disfrutaron 48. ... 000 aficionados (2.000 eran romanos) que acudieron a San Mamés dispuestos a sufrir lo que no está en los escritos, pero que a partir del minuto 10, con la expulsión de un campeón del mundo como Hummels, cambió su registro a la vista de la actitud que tomó la Roma.
La cuestión era saber cuándo podría el Athletic abrir la lata de una vez, y lo hizo, posiblemente, en el momento oportuno, el último minuto de la primera parte, cuando más duele al rival, que pensaba llegar a la caseta y recuperar el resuello con la eliminatoria todavía a su favor.
Fue algo cruel para la Roma, tanto como el gol romano en el Olímpico la semana pasada para el Athletic, esa puñalada en la última jugada del partido. El dolor es el mismo, pero cambió de bando. Por cierto, regresando a la expulsión que puso patas arriba el partido, después del arbitraje sibilino del suizo que le tocó al Athletic en suerte en la ida, se escucharon críticas hacia la UEFA por haber designado al mejor árbitro de Europa, Clément Turpin, para dirigir el choque de San Mamés. «Uno casero para allí y uno ecuánime para aquí», se valoró antes del encuentro.
Pues resultó mejor. Siempre ofrece más garantías un colegiado de élite que cualquier desgarramantas que puede salir por un lado u otro. Lo reconoció Ranieri, que dijo que no podía decir nada del árbitro porque había dirigido el partido con personalidad. Tal vez con otro, la expulsión de Hummels se habría quedado en tarjeta amarilla.
La afición fue responsable y estuvo más que a la altura del partido, con su ánimo incansable
Regresemos a lo que sucedió en el césped, a ese reconocimiento de Valverde a la actuación de Nico Williams, que, como dijo su entrenador, es un chico responsable y sabe lo que se espera de él en partidos importantes como el de la tarde-noche de San Mamés. Entre él y Yuri, que también se motiva en choques importantes, le hicieron un roto al equipo romano por la banda izquierda. Firmaron, uno cada uno, los dos primeros goles y se entendieron a la perfección en el tercero.
Y como los futbolistas, que saben lo que se espera de ellos, también la afición de San Mamés fue responsable y estuvo más que a la altura del partido, con su ánimo incansable durante los noventa minutos. Daban un poco de miedito los 2.000 aficionados de la Roma que ocupaban un amplio espacio en la grada alta de San Mamés, pero prácticamente ni se les oyó ante el clamor de las grandes noches de La Catedral, que solo se inquietó al final cuando Paredes, el de la Roma, convirtió el penalti que acortaba las diferencias ya en el descuento.
Es marca de la casa, de todas formas, que ni con un resultado holgado puede sentirse tranquila la afición del Athletic. Menos mal que no daba tiempo a una reacción visitante tras el gol de penalti de Paredes, porque en el final del descuento estaban las gradas con el corazón en un puño.
Pero el Athletic es así, lo tomas o lo dejas, y todo el mundo lo toma para poder vivir otra de esas noches mágicas en San Mamés.
Sería mejor, eso sí, traer un resultado mejor que el del partido de ida en el Olímpico de Roma.
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