El lamentable silencio del presidente del Athletic sobre la crisis del filial
Sólo se puede entender a partir de un grave despiste personal sobre la naturaleza de su cargo o, lo que es peor, de una arrogancia supina
No dar ninguna explicación a los socios sobre cuestiones alarmantes de la vida del club siempre me ha parecido un pecado mortal para una junta ... directiva del Athletic. Comenzando por su presidente, claro está. Dejar que haya grandes temas sobre los cuales los dirigentes rojiblancos imponen un silencio enconado, asuntos palpitantes que dejan pudrir a conciencia mientras los aficionados, confundidos ante esa falta radical de transparencia, especulan y discuten sin saber qué pensar, se me antoja un espectáculo vergonzoso en un club que tiene a tanto orgullo no ser una sociedad anónima sino una propiedad compartida de sus 45.000 socios.
Que no digan ni mu el jeque de turno o el multimillonario de Wisconsin que se han comprado un club como quien se compra un trasatlántico o una mansión en Kensington, está mal. Ese tipo de soberbia siempre está mal en el fútbol, depositario de tantos sentimientos, empezando por el de pertenencia. Pero se puede llegar a entender. Ahora bien, que lo haga un presidente del Athletic no se puede entender de ninguna manera. Bueno sí, se puede entender pero sólo a partir de un grave despiste personal sobre la naturaleza de su cargo o, lo que es peor, de una arrogancia supina. Y esto, en el caso de Jon Uriarte, sería especialmente pasmoso.
Lo digo porque, aunque se trata sin duda de un hombre muy inteligente y un triunfador en los negocios, del Athletic y del mundo del fútbol, como él mismo reconoció en la pasada asamblea de compromisarios, no sabía nada cuando entró en Ibaigane. Recuerden su metáfora del tren en marcha al que se subió sin saber cómo funcionaba, a dónde iba y cuáles eran las estaciones en las que tenía que parar. Digamos que Uriarte se subió a ese vagón en busca de una experiencia nueva y fuerte que le hiciera vibrar por dentro, al estilo de Joel McCrea en 'Los viajes de Sullivan'.
Viene todo esto a cuento del que quizá sea el silencio más sepulcral de los muchos que está forzando esta directiva: el que tiene que ver con el desplome del Bilbao Athletic, que este domingo prácticamente firmó su sentencia de muerte en Mallorca perdiendo con el Atlético Baleares, uno de sus rivales en la lucha por la salvación. Es cierto que las matemáticas no han dicho su última palabra, pero sí la anteúltima: pensemos que el filial ha sumado 10 puntos en las últimas 17 jornadas, que sólo quedan 9 y que la salvación la tiene a 11. Los datos del equipo de Álex Pallarés se van degradando a todos los niveles semana tras semana y, sin embargo, en el club nadie dice ni pío. Ni siquiera dejan escapar un rumorcillo o una insinuación sobre si Pallarés terminará la temporada o será cesado en breve en busca de un milagro.
Seamos más precisos. Mikel González, el director deportivo, sí dijo algo una vez. Hizo unas declaraciones a la web del club en las que expresó su preocupación por el filial y reconoció que ellos habían sido los responsables de la confección de la plantilla. En cambio, de Sergio Navarro, el responsable de Lezama y también del fichaje de su buen amigo Pallarés, no hay noticias. Lo cierto es que es un perfecto desconocido, algo incomprensible teniendo en cuenta la importancia de su cargo. ¿Y el abogado Xabi Álvarez, que por lo visto es el directivo responsable del área deportiva? Tampoco ha comparecido en público y no se le espera. Como, por supuesto, no se le espera al presidente Uriarte, cuya última rueda de prensa –con posibilidad de que los periodistas utilicen sus respuestas, se entiende– fue hace cuatro meses. Por lo visto, desde entonces los socios del Athletic no se han merecido todavía una explicación. ¡Y algunos nos quejábamos de las cinco semanas que tardaba Urrutia en hablar!
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