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Unai Gómez se está convirtiendo en uno de los futbolistas más queridos por la afición del Athletic. Ya había dejado momentos de gloria para el equipo, como aquel gol sobre la bocina frente a la UD Las Palmas. Y gestos entrañables para la afición, como cuando se le cayeron las lágrimas al celebrar su primera diana en La Catedral, frente al Betis.
Durante estos días es uno de los ejemplos felicidad. Antes de que terminara la final, sus dos acciones en el campo con Samu Sánchez y Muriqi, jugándose la cabeza, recaudaron los elogios de la hinchada porque le costó una brecha.
Es joven y vive de una manera intensa un momento único: un título 40 años después. En la fiesta del martes, era uno de los más entregados a la causa. Igual que este jueves a bordo de la gabarra.
Ha sido uno de los primeros que se ha quitado la camisa, similar a la de los campeones de 1984. Ha disfrutado, se lo ha pasado en grande. Y ha habido un momento para la sonrisa. ¿Cuándo? Cuando ha surtido de cervezas a sus paisanos de Urdaibai, una de las traineras que ha compuesto la comitiva que acompañaba al Athletic.
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