Como dijo Caparrós, nuestro querido 'Jokin' de Utrera, cuando entrenaba al Levante: «Nosotros ya hemos salido del dentista, que pase el siguiente». Para jugar contra ... el Barcá solo hay dos tratamientos posibles: o quitas el miedo a las batas blaugranas y te tomas el antibiótico para no fallar o haces unas gárgaras con coñac para aliviar el dolor molar y te refugias tras el partido en un sanatorio. En este último supuesto, las lamentaciones posteriores y el cuarto para llorar están incluidas en el presupuesto. Después del dolor provocado, y desmayados por la extracción sin anestesia de una muela del juicio final, que no pensábamos de entrada nos causaría tal infección moral en el partido frente a la Real, ahora toca una revisión completa: puede ser una limpieza de nuestra corona o nos ponen toda la boca nueva.
Sé que habrá muchos aficionados que por el malestar todavía no han podido ver imagen alguna del partido que nunca existió. No las busquen, la repetición de las jugadas más interesantes de la final vasca han desaparecido de los archivos de televisión, pero no perdamos la fe porque en nuestra esencia siempre ha pervivido la idea de que más allá de lo que pase seremos siempre del Athletic. Muchos de nuestros jugadores emblemáticos jamás disputaron una final, sirvan de ejemplo Guerrero o Urzaiz, y les queremos igual. Si ganamos esta Copa, lo de la Real parecerá una llaga cicatrizada, una resaca de boda. Si solo nos centramos en repasar la historia de la dictadura culé que se ha llevado 4 de las ultimas 6 ediciones, nos estaremos flagelando innecesariamente rumiando los nombres de una plantilla galáctica. El plan es pensar que al menos tenemos dos implantes sanos en una boca copera, que parece una carrera de cojos, como son las dos Supercopas que les birlamos con maestría y pundonor. Si ganamos este copón, los gritos desde nuestras casas se van a oír más alto que la tele de un sordo, porque todos los años no nos van a sacar la misma pieza, digo yo.
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