Saber salir, saber despedir
Cada vez que estamos cerca de una marcha indeseada de un jugador del Athletic, aparece el debate de qué hacer para dejar las puertas abiertas a un futuro regreso
Cuando cíclicamente estamos en un tris de que pueda producirse una salida indeseada de un jugador del Athletic, renace el debate. Me refiero al hecho ... de que tras abandonar el equipo rojiblanco pueda volver a sus filas en un futuro. Aquello de dejar la puerta abierta para que quien se va con altas miras pueda regresar a casa, cuando se le pueda necesitar, normalmente en la etapa final de su carrera. Se han revivido historias con motivo de la aparición en los medios de exleones que se fueron de una manera tal que hizo difícil, si no imposible, su vuelta. Eskurza, Llorente, Remiro, Álvaro Núñez o el propio Íñigo Martínez son algunos exrojiblancos que han hablado recientemente de sus salidas.
Si bien todos los supuestos son distintos, se trata de una misma cuestión: cómo salir para poder un día regresar, o cómo despedir desde el club para no cerrar la puerta a futuro. O simplemente, aunque nadie piense en un regreso, cómo evitar que alguien que vistió la zurigorri sea recibido con cajas destempladas cuando asome por estos lares. Nunca es mal momento para repasar lo que ha hecho el Athletic en el pasado en estos casos, con el fin, a ser posible, de recapitular lo que se ha hecho bien y lo que no tan bien. Y desde otro prisma, para detenernos en lo que hacen, dicen, o no dicen, los jugadores cuando elijen otros clubes para proseguir sus carreras, convencidos de que aquí no se les ofrece lo que creen merecer.
Con el peligro de generalizar injustamente, diremos que los jugadores no suelen ser bien asesorados. No lo decimos en aspectos técnicos, crematísticos o fiscales. Hablamos de imagen y de buenas y saludables costumbres. Los athleticzales no solemos pedir más que un dar la cara en su momento, una mera explicación de lo que con facilidad podemos comprender: «me voy porque la carrera es muy corta, y voy a ganar mucho más dinero, jugar grandes competiciones y hasta ganar títulos». Nada de monsergas de «falta de cariño», haber sido «maltratado» o «poco valorado» en casa, de «sólo oí mentiras sobre mi renovación» o haber sido «obligado a firmar un contrato que no me dejaron leer» (asombrosa alegación de quien no se decide a contar cómo y cuándo se obligó con el vecino).
El socio y aficionado del Athletic no es tonto, ni (habitualmente) irracional. Le puede bastar con escuchar en una rueda de prensa de despedida esas comprensibles, y casi siempre materiales, razones. Sin salidas de pata de banco, ni falsas ofensas. La verdad. Y cuando es así, y se añaden unas palabras amables y agradecidas al club, a sus estamentos y, singularmente, a la afición, todo es más fácil, y más propicio para dejar la puerta abierta. No digamos si el jugador ha intentado salir dejando dinero en las arcas de su club formador, lo que puede estar en su mano. Porque no hay frustración mayor para el Athletic que se te vaya un jugador top gratis y por la puerta de atrás. Los jugadores (y sus representantes) tendrían que valorarlo más, porque la vida da muchas vueltas y las formas son el fondo.
Por el otro lado, está la postura del club, de la entidad que despide, aunque sea sin quererlo y abiertamente contrariado por no conseguir retener al jugador, pese al esfuerzo económico y de energías. Qué quieren que les diga, pero yo me quedo con la conducta habitual del Real Madrid, o de la Real Sociedad. ¿Que te vas en contra de mis deseos…? Puente de plata (en su acepción argentina), comparecencia en San Mamés y los mejores deseos para un futuro que nos puede volver a encontrar. Eso es gestión. No los prontos desairados que en alguna ocasión vivimos, y la absurda pretensión de que el jugador piense que «no hay nada mejor fuera del Athletic». Palabras. Lo importante es la mirada de club, pasar la página y dejar una puerta entreabierta. Al deportista, pedirle el saber marcharse. Al club, saber despedir. Por el bien de las dos partes. También del Athletic.
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