Celta 2-1 Athletic
Con ganas de que esto termineEl Athletic, al que se le está haciendo larga la temporada, cayó con toda justicia en Balaídos ante un Celta que comenzó muy nervioso pero resucitó en la segunda parte
El partido en Balaídos provocó un deseo general entre la hinchada del Athletic: que la temporada acabe lo antes posible. Porque, aunque ha sido muy ... brillante, histórica, la verdad es que se está haciendo larga. Le están sobrando partidos, por ejemplo cualquiera de los seis que ha disputado desde la final de Sevilla, saldados con una victoria agónica en Getafe, tres empates y dos derrotas. La de ayer noche en Vigo, más que merecida, se vio venir desde la alineación inicial de los rojiblancos, que fue un popurrí inédito con la presencia de cuatro de los futbolistas que menos minutos han tenido a lo largo del curso: Imanol, Dani García, Adu Ares y Villalibre. Con ese equipo de circunstancias, y sin nada en juego aparte de la honrilla, era casi imposible aguantar la pasión y el rabioso afán de supervivencia de un Celta obligado a la victoria tras el triunfo del Cádiz en Sevilla, que supo renacer en el segunda parte.
El Athletic decepcionó, sobre todo tras el descanso. En cuanto los vigueses se pusieron a jugar, los de Valverde se esfumaron en una mediocridad agónica que recordó a la de Getafe. Lo cierto es que no hubo noticias suyas en toda la segunda parte. Bueno, no. Hay que ser más preciso. Sí hubo una noticia, realmente curiosa, por cierto. Pasado el minuto 60, el técnico de Viandar de la Vera retiró a Unai Simón para que protegiera su primera posición en el trofeo Zamora. Debía tener bastante asumido que su equipo, tal y como estaba, iba a encajar algún gol, como finalmente ocurrió. La verdad es que Agirrezabala no tuvo suerte. Salió cuando el Celta era un vendaval y en siete minutos encajó dos goles.
Nervios
El Celta saltó al campo hecho un manojo de nervios. Dio la impresión de que la victoria del Cádiz en el descuento provocó una flojera suplementaria a los jugadores de Giráldez, que de por sí ya estaban muy presionados. El caso es que comenzó el partido y no supieron a qué jugar. Si eran toros o toreros, como decía Menotti. Al Athletic le bastaba con morder un poco con su presión alta para que a su rival se le fundieran casi todos los plomos. Su juego no podía ser más inconexo y sólo encontraba alguna profundidad en alguna acción de Carles Pérez o Strand Larsen. La ausencia de Iago Aspas, al que su técnico quiso reservar, se fue convirtiendo poco a poco en un agujero negro para el Celta, que necesitaba a su capitán para salir del embrollo.
Como al perro flaco todo son pulgas, los gallegos se encontraron de repente en desventaja. El Athletic no había tirado una sola vez a puerta y su juego no podía ser más deslavazado, pero Berenguer se fue a sacar un córner en el minuto 22 y así, como quien no quiere la cosa, marcó un golazo olímpico. Iván Villar, que volvía a jugar tras siete meses de ausencia, cometió un fallo grave de colocación. Ahora bien, el golpeo del navarro fue espectacular. El 0-1 acabó por convertir al equipo de Giráldez en un flan, si es que ya no lo era. Perdió el sitio y su defensa de tres empezó a chirriar. Unai Gómez, cuya energía es inversamente proporcional a su sentido del orden, estuvo cerca de hacer de cabeza el 0-2 tras un buen pase del propio Berenguer.
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El Athletic, de hecho, empezó a tener el partido bajo control. Sólo a base de intensidad en la presión, de la prometedora jerarquía que mostró Paredes en el eje de la defensa y de las diabluras de Berenguer consiguió maniatar a un Celta que, aunque pudo empatar en un cabezazo de Carlos Domínguez en la prolongación de la primera parte, casi agradeció que llegara el descanso. Para reflexionar, hacer propósito de enmienda y, desde luego, para que Giráldez hiciera los cambios que su equipo demandaba. Lo hizo el técnico de Porriño y su equipo fue otro en la reanudación. La presencia de Iago Aspas creó por sí sola un campo magnético de lucidez, confianza y positivismo a su alrededor. Y Hugo Álvarez y Mingueza aportaron la profundidad que su equipo necesitaba.
El caso es que el oleaje del Celta se fue llevando por delante al Athletic. Strand Larsen era un suplicio para la defensa rojiblanca, muy débil por el flanco izquierdo, donde Imanol García de Albéniz volvió a desaprovechar su oportunidad, como les ocurrió, por cierto, a Villalibre y a Adu Ares, prácticamente desaparecidos. Tampoco a Unai Gómez y Beñat Prados, por cierto, rindieron al nivel que se espera de ellos. Desde que ganaron la Copa, no son los mismos jugadores que se dejaron la piel por hacerse un sitio en el equipo y contribuyeron a sacar la gabarra.
La única posibilidad del Athletic, al que los sucesivos cambios no le funcionaron en absoluto, es que se repitiera un accidente como el de Getafe; es decir, que su rival lo fallara todo. Pero esas cosas no acostumbran a repetirse. Son excepcionales. El Celta no perdonó y, tras adelantarse en el minuto 67 en una gran jugada de Hugo Álvarez, con caño incluido a Imanol, que finalizó Williot, certificó la remontada tres minutos después. De nuevo, con Hugo Álvarez como protagonista. Su derechazo fue muy bueno y, además, se envenenó al rozar en Paredes. Balaídos lo celebró como si celebrase la permanencia. Y es que casi lo era.
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