Athletic 0-0 Barça

Un empate más que meritorio

Menos mal que, según Xavi, su equipo había mejorado una enormidad desde que anunció su marcha en junio. Y menos mal que la variante de poner a un central como Christensen de medio centro defensivo, una decisión que en el Barça tiene algo de sacrilegio, había sido un gran acierto. Quién lo hubiera dicho ayer viendo Ter Stegen en amplias fases de la segunda parte con el balón a treinta metros de su portería, esperando un buena opción de pase y, al no encontrarla, metiendo un balonazo que la defensa del Athletic, impecable toda la noche, se encargaba de neutralizar. Intentar hacer daño jugando al ritmo que jugó el Barça -ritmo de balón y de movilidad de sus jugadores- es un ejercicio absurdo destinado al fracaso ante este Athletic bien posicionado, con las ideas muy claras y que delante de su público juega durante los noventa minutos con los dedos metidos en el enchufe.

La afición rojiblanca se fue satisfecha con el rendimiento de sus jugadores, varios de ellos suplentes habituales. Con sólo 72 horas de descanso tras el palizón del jueves y las bajas obligadas de Vivian y Nico Williams, el Athletic se presentó con un once tan remozado que se hacía difícil de reconocer. Valverde no se anduvo con lo que los médicos llamarían una terapia conservadora. Fue directo al quirófano. Puso a Beñat Prados e Imanol como laterales, probó por primera vez en la temporada con Vesga y Dani García en la sala de máquinas, dejó en el banquillo a Sancet para que jugase Unai Gómez y metió a Berenguer en la banda izquierda.

En cuanto tuvieron conocimiento de la alineación, la gran mayoría de los hinchas rojiblancos torcieron el gesto sospechando que la racha de partidos sin perder en San Mamés corría peligro. Su escepticismo, sin embargo, apenas se prolongó diez minutos, los iniciales, en los que la tropa de Valverde mostró algunas dudas propias de sus novedades en el once y del respeto que le inspiraba el rival. Los jugadores tenían que acoplarse a una nueva disposición y, por otro lado, tenían que ver cómo se comportaba un Barça que parecía haber cogido una ola buena.

Durante el primer cuarto de hora, los azulgranas llevaron la iniciativa y crearon algo de inquietud en un par de ocasiones en la portería de Unai Simón. La más peligrosa fue un cabezazo de Christensen que fue alto. Los rojiblancos necesitaban reaccionar. No les convenía nada ese guión. Debían cambiarlo llevando el partido a su terreno. En este caso, a un duelo abierto y sin complejos.

Las instrucciones de Valverde desde el área técnica fueron claras y sus jugadores las entendieron perfectamente. Algunos, con un mérito especial en la interpretación del mensaje y en su posterior ejecución. Por ejemplo, Dani García, un futbolista que apenas ha contado esta temporada, sin ritmo de juego por tanto, pero con carácter para ejercer un liderazgo que el equipo necesitaba. A su buen trabajo se unió de inmediato Unai Gómez, un futbolista intenso y vertical. Poco a poco, todo el equipo se fue entonando e igualando el duelo ante un Barça sin liderazgo que volvió a tener serios problemas para sacar el balón jugado. También es cierto que las lesiones de De Jong y Pedri no le ayudaron nada.

En la segunda parte todo siguió por los mismos derroteros. Lo lógico era esperar una 'xavineta' en el descanso, una de las duras, porque su equipo parecía cualquier cosa menos uno que se estaba jugando la posibilidad de pelear el título. Si la hubo, sus jugadores no la entendieron. Y es que, si alguien salió con ganas fue el Athletic, que logró firmar tres llegadas con peligro, todas con Berenguer en el ajo. Ninguna de ellas se terminó en condiciones. Este fue el mal recurrente de los dos equipos durante todo el partido, que apenas cambió con las sustituciones. La entrada de Iñigo Martínez, por cierto, tuvo su morbo. Intervino poco pero cada vez que lo hizo se llevó una pitada, algo que hasta ahora sólo le sucedía en Anoeta.

El caso es que ni Athletic ni Barça supieron dar bien la última puntada y el empate acabó produciéndose como por una especie de proceso de decantación. Hubiera sido fantástico que Dani García marcara en el descuento -pudo hacerlo con un cabezazo-, pero tampoco es cuestión de pedir demasiado.