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Javier Zulueta estuvo sobresaliente con el capote en una de sus faenas. Luis Ángel Gómez

Javier Zulueta hecho y derecho

A un mes de la alterativa, el novillero sevillano dejada probadas su calidad y suficiencia con un excelente novillo de sangre Cuvillo

Martes, 19 de agosto 2025, 01:39

Pobre de cara, la novillada de La Purísima trajo cuatro novillos de línea Núñez del Cuvillo muy reconocible y dos que, en caso de serlo, ... no lo parecieron tanto. Dos de los cuvillos manifiestos fueron de pinta melocotón. Los otros dos, castaños lombardos. Los dos dudosos, un tercero negro bragado corrido -y corrido no por la panza sino por las nalgas, una rareza- y un cuarto mulato o tostado, el de más alzada de los seis, fueron de juego y aire muy distintos a los de capa inconfundible.

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De los cuatro cuvillos, los dos primeros de corrida fueron con diferencia los dos mejores. Muy completo, el castaño segundo, de hechuras y galope de salida notables, se quedó sin ver apenas por la mano derecha pero tuvo por la otra ritmo sobresaliente. Muy caprichoso, el primero, melocotón calcetero, gachito, muy nalgudo y relleno, se empleó en una segunda vara tras un medio derribo en la primera y fue por el pitón izquierdo un auténtico filón.

El flujo de la novillada cambió de signo cuando entraron en liza los negros. Sin golpe de riñón un tercero cobardón, fijeza en el engaño, pero chispa ninguna. De pobre empleo un basto cuarto que cabeceó en el caballo y terminó por aplomarse. El quinto, colorado como el primero, protestado de salida por su falta de trapío -cuerna roma, insignificante, del todo impropia-, tuvo muy pocas fuerzas y, claudicante, se vino abajo. El sexto, hermano de pinta y hechuras del encastado segundo, fue también toro a menos, rebrincado, la cara alta primero y entre las manos después.

Al detalle

  • Bilbao. 1ª de las Corridas Generales. 2.000 almas. Nublado, templado. Dos horas y cuarenta minutos de función.

  • Los novilleros: Sergio Sánchez, palmas tras aviso y silencio. Javier Zulueta, oreja tras aviso y aplausos. Martín Morilla, palmas tras dos avisos y palmas.

  • Los novillos: Seis novillos de La Purísima (Juan Pablo Baillères).

Contaron el oficio y la pericia de los tres de terna. Se llevó la palma Javier Zulueta. Fue más que evidente su mayor rodaje. Dos temporadas en el escalafón con presencia en todas las plazas de primer nivel, largo recorrido previo como novillero sin caballos y a poco más de un mes para tomar la alternativa. Novillero, por tanto, hecho y derecho.

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Con el tiempo ha ido perdiendo su candor original, su primera espontaneidad. A cambio ha ganado en técnica. Llamativa su seguridad. Nada sorprendente su sitio. Y el sello de calidad, notorio en el remate en el recibo del excelente con dos delantales rematados con media perfecta y, sobre todo, en el galleo y la revolera con que lo dejó puesto en suerte para un primer puyazo.

Bravo, persiguió el toro en banderillas y atacó en serio en una apertura de muleta rodilla en tierra y en tablas que obligó a Zulueta a salirse fuera de las rayas. No hubo acople con la mano derecha, pero sí por la izquierda en tres tandas suntuosas y ligadas, abundantes, espaciadas, castigadas por pausas, abiertas y rematadas de distinta manera. Un farol con trinchera, un molinete con desplante. Catálogo variado, postura vertical, sueltos los brazos, fácil el vuelo. La coda de la faena fue una serie de ayudados, cosidos con el trincherazo, el natural de salida y un abanico. Y una estocada algo trasera de muerte lenta que se pagó con un aviso.

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Sergio Sánchez se mostró temerario en algunos de sus lances.

Está por verse en qué cuaja el estilo propio de Zulueta, que tiene a Morante por modelo, pero sin parecérsele. No hubo ocasión de repetir con el quinto. Ceremonioso, artificiosa la postura, un empeño ligero pero retórico con el frágil quinto que acabó rodando de entera sin puntilla. Ahora tiene Zulueta algo que antes no tenía: sitio con la espada.

Martín Morilla, en la imagen durante su faena de muleta, estuvo resolutivo y firme.

Ni Sergio Sánchez, partidario de la temeridad, ni Martín Morilla, en fase de gestación, resolutivo y firme, apuntes de torero de poder, compitieron con las habilidades de Zulueta. Pero dejó cada uno su sello. Tesonero, sin dar del todo en el clavo, Sergio tardó en ver la categoría del primero por la mano izquierda y, después de redondear una tanda notable, se volvió a la mano que no era. Muy encima del cuarto en un ten con ten con rutinario. Valiente, siempre encajado, entregado con el lote menos propicio, Morilla quiso enganchar por delante a sus dos novillos. Nueve golpes de descabello tras pinchazo y media delantera arruinaron la fiesta e n un caso. Con tres pinchazos y entera resolvió después.

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