Revisionismo pirotécnico
Si Bilbao comienza a matizar su chifladura por los fuegos, llega el momento de abandonar la disidencia
Pablo Martínez Zarracina
Jueves, 25 de agosto 2016, 02:43
Hubo un tiempo en el que evitar los fuegos artificiales durante la Semana Grande era tomado en la ciudad como un comportamiento sórdido, incomprensible, sospechoso: ... una especie de terrible desviación. Exponer en público tu escaso interés por el fenómeno pirotécnico no caía mejor. Caía, de hecho, como confesar un infanticidio múltiple. Uno que además incluyese su porción de canibalismo. ¿Cuánto canibalismo? No lo sé, pongamos un 23%.
La pasión por los fuegos era en Bilbao grandísima. «Arruina tu vida como quieras, degenerado egoísta, pero que de esto de los fuegos no se entere tu madre», me dijeron a mí en casa cuando allá por el año 2003 escribí un artículo apuntando que igual tampoco eran para tanto las exhibiciones pirotécnicas.
En aquel tiempo, los desertores de los fuegos nos reconocíamos con una mirada en los márgenes del submundo festivo. Compartíamos el aura de la disidencia y soportábamos las cicatrices de la derrota y la vida aventurera. Dignos y atormentados, éramos aquellos a los que los cohetes preliminares nunca nos sacaban del bar. Entendíamos que hacerlo era huir en la dirección estética equivocada. Y estábamos dispuestos a defender hasta el final nuestra posición en el frente de la coherencia.
«¡Vamos a ver los fuegos!», nos decía una noche, cogiéndonos del brazo, la chica de ensueño que acabábamos de conocer. Y entonces era como si las luces del bar se apagasen y un único foco iluminase nuestro rostro, llenándolo de catástrofe y dignidad. «Vete y sé feliz», respondíamos entre dientes, mirando fijamente nuestro cubata de negrita. «Debo quedarme aquí y tú no puedes ser parte de lo que yo tengo que hacer».
El precio que pagamos fue altísimo. La resistencia a presenciar espectáculos pirotécnicos fue en la década pasada una de las principales causas de exclusión social, como puede serlo hoy el rechazo frontal al uso de los emoticonos del guiño y la sonrisa. Poco a poco te ibas quedando solo, aislado en tu rincón, aprendiendo una dura lección sobre la vida: a tu alrededor tampoco hay tanta gente que prefiera tu compañía a la de una pirotecnia valenciana.
Lo curioso es que todo esto parece haber cambiado. Es como si la fiebre por los fuegos hubiese remitido y los espectáculos pirotécnicos hubiesen pasado a ser un punto más del programa festivo. Comencé a intuirlo cuando el Ayuntamiento anunció que la nueva normativa puede obligar a suspender la exhibición pirotécnica si hace viento y tampoco pasó nada. No hubo revueltas, encierros, huelgas de hambre... Ni siquiera cayó el gobierno municipal. Al contrario, nos lo tomamos con indiferencia, reconociendo la importancia de la seguridad y confiando en que el tiempo sea favorable.
Aunque lo que más me ha sorprendido es que este año he escuchado opiniones contrarias a los fuegos expresadas con toda normalidad. El primer día de fiestas un artista local dijo en la tele que él se queda en los bares cuando estallan los fuegos, ya que en su opinión son un melindre digno de fiestas de Donosti. Me quedé blanco al escucharlo. «¡Detente, insensato!», le grité al televisor. Pero no pasó nada. En el plató se festejó aquella intervención. Y he comprobado que el artista local no ha sufrido represalias. Pero qué va a sufrir, si hasta el pregonero ha dicho este año que tampoco a él le vuelven loco los fuegos artificiales, que los encuentra un poco monótonos, quizá porque al ser un hombre de teatro está acostumbrado a espectáculos más variados
Bueno, pues me parece todo mal. Si ahora se puede decir que a uno no le gustan los fuegos, a mí pasan automáticamente a gustarme los fuegos. A gustarme mucho, más que a nadie. La noche del martes estuve soportando a pie firme la exhibición de la pirotecnia Xaraiba de Ourense y me encantó. Lo que más me gustó fueron las luces. Muy bien: muy luminosas. Y el sonido también me gustó. Muy conseguido. Era sonoro. Cómo me gustan los fuegos artificiales, de verdad. ¿Es en serio que los hay todos los días?
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