«El trabajo es la única forma de convencer a la gente de que le hago bien al Alavés»
El Chacho se muestra «muy cómodo» y «feliz» en un club con el que ha renovado hasta 2026 y en el que tiene grandes expectativas
Eduardo Coudet (Buenos Aires, 1974) no para ni en vacaciones. «No desconecto nunca. Mi vida es el fútbol», confiesa a EL CORREO en su primera ... entrevista desde que fichó por el Alavés mientras carga pilas en la capital argentina con su familia. «Mi mujer ha viajado bastante a Vitoria, pero tenemos cuatro hijos que al ser mayores es más difícil moverles. Estamos acostumbrados a la lejanía por lo que ahora estoy haciendo un poco de padre», bromea un Chacho «feliz» e «ilusionado» tras renovar hasta 2026.
–¿Por qué decidió quedarse?
–Elegí al Alavés en diciembre y lo he vuelto a hacer ahora. Me gusta estar en el club. Me han tratado muy bien y me siento cómodo. Además, me encanta LaLiga. Durante la temporada teníamos que concentrarnos en el presente y no hablar del futuro. Y en cuanto terminó, nos sentamos a conversar.
–¿Pensó en irse durante el curso o en su periodo de reflexión?
–No. Nos juntamos cuando acabó la temporada y a los días se hizo oficial. No pasó tanto tiempo. Mi palabra es más importante y valiosa que cualquier cosa. Sabíamos que íbamos a seguir.
– «Es nuestro entrenador», dijo Sergio Fernández antes de renovarle. ¿Ha sido fundamental ese apoyo en su decisión?
– Fue fundamental todo. El club nos ha tratado muy bien, tanto a mí como a mi cuerpo técnico, y nos han dado las herramientas necesarias. En mi cabeza siento que el Alavés puede tener un crecimiento y eso me motiva. La gente trabaja y está comprometida. Teníamos que continuar juntos desde la confianza que tenemos y lo cómodos que estamos.
– Que Querejeta fuera a su casa cuando estaban en descenso demuestra la apuesta del club...
–Sí. Cuando te toca arrancar abajo, en una dinámica negativa, todo se hace más difícil y no caen de cara muchas cosas. Pero, al final, hemos analizado los números, el trabajo y el rendimiento. Y han sido iguales a los que hizo el Alavés el año pasado, en un curso espectacular. Hemos igualado esas cifras, lo que indica que hemos estado a la altura de lo que se pedía. El club valora mucho esta labor. Nunca tuvimos dudas de que iba a salir bien y fuimos de la mano.
–¿Por qué sólo una temporada?
–Cumplimos con la meta, se me propuso renovar y lo hicimos. Lo elegimos tanto mi cuerpo técnico como yo ganando menos que en el anterior equipo. Pero convencidos de que se puede hacer algo importante y, a veces, los sentimientos generan positivismo más allá de lo contractual.
«Vivo para el fútbol; no sé si soy un gran entrenador pero sí sé que soy una gran persona»
– Sergio Fernández censuró el trato que había recibido pese a lograr la salvación. ¿Cree que se ha sido injusto con usted?
– No. Estoy tranquilo y entiendo cómo es el fútbol. Quizá, en ocasiones, no se ha puesto tanto en valor el trabajo y los números, sino ser el 'reemplazante de'. Pero nunca he faltado al respeto a la gente y siempre he agradecido cómo nos han acompañado. Nunca he tenido un queja de nuestra afición, a la que hay que resaltar y agradecer. Hay un camino que es bueno, de trabajo y de hacer buenos números, que seguramente va a revertir la opinión de los que aún no lo ven así. Pero no dramatizo. Tampoco voy a decir que no me gusta el reconocimiento, pero soy una persona diferente a la que estaba y a la que vendrá. Soy un tipo poco emocional que vive para el fútbol. No sé si soy un gran entrenador, pero sí sé que soy una gran persona.
– ¿Qué le llevó a hablar de la «indiferencia» que sentía?
– Llegué después de una persona (Luis García) a la que la gente tenía mucho cariño. Nada más, no lo veo como algo raro. Cuando me preguntan no puedo evadir lo que siento. Pero lo entiendo y por eso he vuelto a elegir al Alavés. Son desafíos importantes para un entrenador poder cambiar, no sé si la opinión, pero sí poner en valor los números y el trabajo. Es la única manera que tengo de convencer a la gente de que le hago bien al Alavés.
– Los futbolistas destacan la franqueza con la que les habla...
– He jugado 20 años y al jugador le gusta que le hablen de frente y no le mientan. Le gusta tener un ida y vuelta, poder preguntar por qué juega y por qué no... Luego puede haber injusticias, porque tengo que decidir por 11 ó 16 que participan en un partido. Todos estábamos convencidos de que era la forma y la idea de sacarlo adelante. Y no nos caímos. Cuando estábamos en descenso, el equipo estaba tranquilo y se comportó mejor por su personalidad y convencimiento.
– Los asados también ayudaron...
– Por momentos era 'si ganamos hay asado'. ¡A veces me presionaban! (bromea). Después de Valladolid me dijeron, 'sí, todo muy lindo, pero falta el asado'. Y pagamos, con gusto, porque es un grupo muy bueno. Todos participaban.
– El vestuario alaba su carácter bromista. ¿Echa muchas broncas?
– La idea es convivir, pasarlo bien antes y después del entrenamiento. Y durante la sesión ir a cara de perro. La seriedad del trabajo no te limita para tener claras las reglas y el orden. Yo les transmito que no jugar no es un drama. Los lunes reseteo y arrancamos de cero. También soy una persona con carácter y que exige. Soy más de retos que de broncas pero, al ser la cabeza del grupo, debo hacer saber las cosas cuando están mal. Además, tengo que volver más fuerte después de los partidos. Es mi obligación.
– ¿Cómo se sintió tras pasar tantos momentos duros?
–Los entrenadores tenemos la desgracia de que los golpes los sufrimos muchas veces de la mano de la soledad, sobre todo la noche posterior. A mí me cuesta dormir después de los partidos, que le doy a la película vueltas en la cabeza. Nunca me había tocado pelear por el descenso tan avanzado un torneo. En el Celta llegué cuando era colista pero rápidamente salimos. Aquí pensé que por el rendimiento podía ser parecido, pero tuvimos poca fortuna. Luego, el equipo compitió y, después de salvarnos, sentí alivio, como si te quitas dos elefantes de los hombros. Fui al vestuario, me senté y respiré con la alegría de la permanencia.
«Las cosas van a salir bien pero podemos hacerlo mejor; necesitamos tiempo y lo tenemos»
–Por superstición, ¿le vamos a ver con bufanda en agosto?
– Depende. Tan mal no le fue a la bufanda, ¿eh? Llevarla es un poquito de todo. También un tema de garganta. Por los gritos, después de los partidos, me cuesta hablar mucho. Me quedo un poco sin voz. Tampoco me voy a deshidratar por usarla, quédense tranquilos (ríe).
– ¿Cómo son sus días en Vitoria?
– Bastante sencillos. Levantarme, ir a entrenar, volver a casa y ver fútbol. Cuando viene la familia salgo más, voy a algún restaurante, pero soy más hogareño. Siempre digo que soy 'media planta' porque me quedo mucho en casa. Eso sí, me gusta correr antes y después de los entrenamientos con mi cuerpo técnico y también en casa, que tengo una cinta. Pero a ritmo bajísimo, no soy ningún maratoniano (bromea).
– ¿Qué le evoca verse como futbolista con el pelo rubio?
– Mi vida ha dado un vuelco. Tuve mucho protagonismo y exposición como jugador que hoy no la tengo ni la quiero como entrenador. No son extremos. Son etapas de la vida y lo que viví como jugador me ha ayudado ahora. Me llevó a ser fuerte mentalmente ante las adversidades, buscar el límite, ser obsesivo y transmitir a los futbolistas mi exigencia para hacerles llegar a su mejor versión. Eso no se negocia.
– ¿Qué significa el Alavés?
– Es representar a un montón de gente y a una ciudad. Creo que las cosas van a salir bien, pero podemos hacerlo mejor. Para eso necesitamos tiempo y lo vamos a tener. Y la afición va a seguir ahí. Vamos a trabajar para estar a la altura.
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