Dos bueyes para ayudar al Alavés
Al inicio de la temporada 1946-1947 el Deportivo Alavés se encontraba al borde de la quiebra. Mendizorroza se había deteriorado tanto desde su inauguración ... en 1924 que se había convertido en «una completa y total ruina». Algunos viajes de la Copa Federación de 1946 habían sido posibles solo «gracias al desprendimiento de un entusiasta deportista vitoriano», pues la caja estaba vacía. El 'Álbum nacional de Fútbol' de 1947 aseguraba que el Alavés estaba «en medio de una serie interminable de dificultades de orden económico» y desde la entidad albiazul se señalaba que, «si en alguna ocasión el Club se ha visto necesitado del apoyo de la afición, nunca como esta».
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La apretura financiera no era nueva en la historia albiazul, pero sí fue uno de los medios ideados en aquel momento para tratar de solventarla. En efecto, en agosto de 1946, cuando aún se estaba confeccionando la plantilla para ese año, se anunció a bombo y platillo la celebración el 2 de septiembre de un sorteo o tómbola a beneficio del club, con un peculiar premio: una pareja de bueyes, con la que se esperaba conseguir el dinero suficiente para seguir compitiendo.
Los animales habían sido mostrados en la feria de Santiago de ese verano y, al parecer, los labradores que habían acudido a Vitoria con ese motivo habían quedado impresionados con los astados. Según la prensa, esto era una garantía de calidad: «Un premio de esta categoría es tentador. Entre los labradores, sobre todo, ha despertado una codiciosa preocupación la susodicha parejita -mejor diríamos parejaza- y el día de Santiago, que arribaron a la capital en masa, arrebataron todo el papel disponible, siendo preciso que por la tarde, a toda prisa y con no poca satisfacción por parte de todos, hubiera necesidad de 'vomitar' más billetes para exponerlos a la voracidad de la gran masa labradora, deslumbrada al ver de cerca lo bien cebados que están estos 'pobres' bueyes criados en la llanada alavesa».
Pero, ¿qué pasaba si el premio le correspondía a un urbanita que no sabía qué hacer con estos animales? No había que agobiarse porque el club había previsto que, en ese caso, le daría «una cantidad en metálico, para no tener la preocupación de su venta, alimentación, etc.». Además, para quien no se animara a tanto, el día anterior hubo otra rifa con premios menores: una radio y varias bicicletas de señora y caballero. Los boletos para el sorteo de los animales se vendían a dos pesetas en la tómbola benéfica del Alavés, en la Plaza de Bilbao, mientras que los otros costaban solo una peseta.
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En la campaña 1946-47, el club buscó ingresos con la rifa de una pareja de 'gigantes' vacunos para alimentar su maltrecha economía
Entre los que se llevaron los premios complementarios se encontraban Luis Miñón, Silvestre Sáez, Domingo Martínez y Esther Fernández. El sorteo de los bueyes se celebró el día previsto a las 10 de la noche, con la presencia de la Junta del Alavés y del notario señor Altube. El premio correspondió al número 29.129, pero en este caso se desconocía la personalidad de quien tenía ese boleto, pues no se había presentado. El plazo para la retirada del premio expiraba a los treinta días y, eso sí, se anunció que a partir de hacerse público el resultado y hasta su retirada, los gastos de cuidado y alimentación de la pareja correrían a cargo del agraciado. La prensa animó a este a presentarse en el club, ya que podía disponer de las 'chuletas' cuando quisiera.
No parece que la cantidad conseguida de este modo ayudara la economía del club lo suficiente como para mejorar deportivamente. La plantilla de ese año estuvo formada por Anda, Barinaga, Carazo, Corral, Corta, Deva, Esteban, Félix, Galaz, Goicolea, Marcos, Mariete, Marijuán, Mejino, Palanque, Pinturas, Salazar, Sarasqueta, Soriano, Tacolo y Tano. Bajo la dirección de Domingo Rey (sustituido al final de la temporada regular por Tiburcio Beristáin), el Alavés no levantaba cabeza. Quedó séptimo de diez en su Grupo de Tercera y hubo que esperar tiempos mejores, en los que el club no tuviera que recurrir a métodos tan curiosos para equilibrar sus cuentas.
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