El desembarco de Dortmund
Aquel viaje irrepetible ·
Cerca de 8.500 aficionados albiazules recorrieron miles de kilómetros en tren o avión para llegar al Westfalenstadion de la ciudad alemana donde tocaron la gloriaSergio Carracedo
Jueves, 13 de mayo 2021, 00:37
El desembarco de Dortmund no fue una acción militar sino la mayor fiesta albiazul jamás celebrada. El súmmum del alavesismo, que desde la perspectiva actual ... parece del todo inalcanzable, pero que hace 20 años se consiguió. Cerca de 8.500 buenos alavesistas no se lo perdieron y vivieron el espectáculo de la gran final desde dentro y en primera persona. Tres trenes desde Hendaya y 26 aviones desde Foronda fue el despliegue albiazul para conquistar la ciudad alemana. Allí esperaba la carpa de la afición, la bajada de Celedón y un ambiente irrepetible que anticipaba el gran espectáculo futbolístico del Alavés sobre el terreno de juego. Todo ello fue el carburante que movió a los aficionados en sus diferentes periplos por media Europa para llegar al Westfalenstadion. Cuatro aviones partieron de la Llanada los días previos, a los que se sumaron otros 22 que llevaron a 4.000 personas a Dortmund el mismo día del partido. Otros optaron por el tren como medio de transporte, una vez que se descartó la opción de fletar autobuses. Cada periplo tuvo sus pros y sus contras, pero los 8.500 estuvieron de cuerpo presente en el culmen albiazul para tocar la gloria.
Uno de ellos fue Asier Espinosa, socio de 1995, que fue en avión sin incidencia alguna y que resume la experiencia con una palabra, «genial». Tanto que hasta uno de su cuadrilla llevó un tupper con caracoles y en la carpa del club los sacó como si estuviera en Armentia. «Se acercó una cuadrilla de hinchas del Liverpool y nosotros en plan educados y con un inglés malo les dijimos «oye tú, do you like»». Por supuesto que no probaron, pero «me lo pasé de lujo con ellos». «Les encantaba la ikurriña, no sé si era porque se parece a la británica, pero estaban locos por llevarse una», recuerda.
«El tren ya era una fiesta. Era como una microciudad. Casi nos conocíamos todos»
El contratiempo del avión 13
No les fue tan bien a los 300 pasajeros del vuelo número 13. La salida de Foronda, programada por Viajes Halcón a las 9.45 se produjo a las 11.00 horas, «sin explicación alguna». En menos de dos horas, a las 12.40, llegaron a Colonia, pero «fuimos llevados a un habitáculo extraño y reducido en el que fuimos ubicados más de 300 pasajeros. A las 13.40, desde la indignación mal contenida fuimos informados por la azafata de que debíamos esperar breves momentos para ser trasladados a Dortmund. Sin ninguna otra explicación ¡a las 15 horas! partíamos del aeropuerto ¡en autobuses urbanos!», explica Andoni. Tras 96 kilómetros de autopista a bordo de los urbanos, llegaron a Dortmund a las 17.00 horas, «demasiado tarde para ver a Celedón, ni encontrar la carpa abierta», lamenta por su parte Antonio Carreño.
La mala fortuna acompañó al vuelo también a la vuelta. «El vuelo estaba programado para las 2.35 horas, pero fue retrasado hasta las 4.15 sin ninguna explicación», evoca Andoni. Para algunos el trato fue tan degradante que presentaron reclamaciones conjuntas. El entonces presidente albiazul, Gonzalo Antón, quiso compensar las molestias del viaje con una botella de vino por Navidad para cada uno de los 300 afectados, recuerda Rubén Fernández de Trocóniz.
Otros optaron por ir sobre raíles. ¿Imagina un tren lleno a rebosar de aficionados del Alavés? Pues a Dortmund fueron tres el 16 de mayo de 2001. Más de 2.000 alavesistas comenzaron su viaje la tarde anterior, cuando salieron de Mendizorroza en autobús rumbo a la estación de ferrocarril de Hendaya. Desde la frontera francesa partieron para llegar a la ciudad alemana 20 horas después, con paradas técnicas en Burdeos y París. «Mucho tiempo en el vagón, pero muy ameno. Ya en el autobús la gente iba con mucha ilusión y mucha alegría, era una fiesta», rememora Íñigo Jiménez, que hizo el trayecto con sus amigos. «Todo el viaje fue risas y más risas, y hasta la vuelta. El tren era una fiesta total, y fueron muchas horas pero daba igual, lo aprovechamos cada segundo», recuerda.
«Seis horas fuera de su asiento»
«El tren era como una microciudad, casi nos conocíamos todos, y todo el mundo iba como si fuesen fiestas, fue muy divertido», describe Jiménez. Tanto es así, que en el mismo compartimento viajaban varios «matrimonios mayores, quizá jubilados, pero que tenían mucha chufa. Me acuerdo de un señor que le dijo a su mujer nada más salir de Hendaya que se iba a dar una vuelta para ver qué ambiente había y volvió seis horas después y de lado a lado del pasillo, imagina cómo venía», recuerda entre risas. «Si recorrías el tren te encontrabas siempre con gente que conocías del fútbol o de Vitoria». Tal era el ambiente que «dormimos lo justito, nos pasamos la noche de chufla».
Tras casi un día entero de viaje la larga comitiva albiazul llegó a la ciudad germana con la expectativa de cómo iba a ser la relación con los temidos Hooligans, pero «una vez que nos juntamos fue una maravilla, porque la afición del Liverpool fue espectacular, no hubo ni un sólo roce, todo lo contrario. Estuvimos todos juntos, ellos cantaban sus canciones y nosotros las nuestras, pero respetando los turnos. Muy hermanados todos, un ambiente espectacular, como no he visto nunca. Yo lo compararía con los días que nos juntamos con la afición del Osasuna, pero magnificado todavía más por la cantidad de hinchas que había del Liverpool. Incluso para ir al campo, en el metro, los vagones iban llenos de las dos aficiones». Jiménez recuerda los cánticos de unos y otros y «cómo retumbaban en la estación del metro. Una cosa como no he visto en la vida».
Y llegó el partido y la montaña rusa de sensaciones y emociones. «Sufrimos muchísimo por la presión, pero vimos un espectáculo y disfrutamos como enanos. El final fue muy cruel y durante un rato estuvimos un poco hundidos, pero enseguida nos venimos arriba. Fue un espectáculo a todos los niveles. Una deportividad y hermandad total entre las aficiones. Yo no he visto nada igual en la vida y llevo yendo al Alavés desde los 5 años y ahora tengo 51. Una experiencia irrepetible. No hubo ni un sólo incidente, todo lo contrario ellos se juntaban con nosotros, nosotros con ellos, brindábamos, cantábamos y nos deseamos suerte todos y fue un ambiente espectacular. Lo que debe ser el deporte», resume.
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Robo en el tren
La parte negativa fue que robaron en el tren durante el tiempo que estuvo parado en Dortmund. «A los que habían dejado cosas y comida para la vuelta les había desaparecido. La gente se enfadó bastante, porque los encargados del tren dijeron que iban a repartir comida y lo único que dieron fue unos paquetitos de galletas y dos botellines de agua para 20 horas de vuelta. La indignación creció y hubo un poco de desmadre y destrozos en el tren», rememora. «Llegaron a avisar de que los gendarmes estaban esperando en Hendaya».
La vuelta fue «un poco más apagada porque habíamos perdido, pero enseguida nos vinimos arriba». El último punto negativo fue que «hubo un retraso, llegamos tarde a Vitoria y no pudimos llegar al recibimiento del equipo en la Virgen Blanca. Nos lo perdimos, pero el viaje fue una aventura. Lo pasamos muy bien». Tanto que «sabiendo el resultado volvería a ir. Fue una experiencia única».
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