El alavesista holandés que no pudo entrar a la final
Sergio Carracedo
Jueves, 13 de mayo 2021, 01:32
Pepijn de Boer es un atípico ejemplo de alavesista. Este holandés lleva con orgullo los colores del Alavés donde haga falta, aunque en 2001, por ... un pequeño detalle, no pudo acceder con su bufanda y camiseta albiazules al Westfalenstadion donde su equipo disputaba la final de la UEFA. De Boer recaló en Vitoria en 1999 para completar sus estudios de Filología Hispánica gracias a una beca Erasmus. Aficionado al fútbol desde pequeño, nada más llegar vio el bar Deportivo Alavés y «allí fui a cenar a las cinco de la tarde», detalla con gracia a sabiendas de los diferentes horarios europeos.
A través del camarero que le atendió contactó con una peña y cinco días después ya fue «con Zoramen y con Iñigo Gómez, Antonio Carreño» y otros más al partido frente al Sevilla. «En Navidades me compré un medio abono y estuve ahí, en el fondo de Polideportivo, cada dos semanas con Íñigo, Antonio, Edu, Santi» y otros más, describe con precisión. Su curso en la UPV terminó y volvió a su país, pero el Alavés se clasificó para la UEFA y «la temporada siguiente fui con Christian, un amigo alemán que conocí en Vitoria, a la semifinal contra el Kaiserslautern». Y cómo no, también a la final.
El misterio de la entrada
Tras viajar desde Amsterdam y contactar de nuevo con su colega alemán llegaron con tiempo a Dortmund para encontrarse con Carreño que le llevaba su entrada. El vuelo del vitoriano, el número 13, sufrió un retraso y llegó justo para acudir al estadio. Problemas con los móviles de la época o quizá con el roaming no les permitieron comunicarse por teléfono, por lo que «a 100 metros del estadio» Pepijn y Christian estuvieron «al acecho, como águilas,» a todos los que pasaban. «Pasó un montón de gente, la mayoría del Alavés. Teníamos que haberle visto». Pero no. No muy lejos estaba Carreño, esperando a su amigo holandés. «Llegamos a Dortmund, a las 17.00 horas, demasiado tarde para ver a Celedón, ni encontrarnos la carpa abierta», lamenta. Por lo que decidió esperar fuera del estadio a Pepijn para darle su entrada. Tras interminables minutos de espera y con el partido ya iniciado logró venderla por el precio de coste a un aficionado alemán. «Me perdí el primer gol», lamenta Carreño.
«¿Qué pasó, macho?»
Fuera, la situación de Pepijn era de desolación. «Empezó el partido y escuché el primer gol (min. 3) y otro más. Estaba desesperado. Hubo más goles, pero a la media hora como no había smartphones no sabíamos exactamente cómo iba, por lo que volvimos al centro de Dortmund y vimos el resto del partido en un bar, totalmente desolados. La vuelta en metro ya fue como una derrota imperdonable, no podía creerlo», narra con tristeza el ahora traductor.
Al día siguiente hablaron por teléfono. «¿Qué pasó, macho?», fue la pregunta inicial, a la que sucedió un minuto de silencio. «Entonces surgió la idea de que los encargados de la seguridad movieron una barrera de control donde no permitieron el paso a Pepijn, pero que superó Antonio al haber llegado antes, por eso pensó que nosotros habíamos pasado por ahí también», argumenta de Boer. Para sobreponerse al «trauma» que le supuso Pepijn lo compensó con varios partidos más. «Dos en Barcelona y a la final de Copa en 2017 como recompensa por lo de Dortmund». «También a un Alavés - Celta en 2019, porque llevaba 8 años sin ir a Vitoria y elegí un fin de semana con un partido en casa y Carreño me consiguió una entrada».
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