El veneno letal del Real Madrid
Alavés ·
El equipo blanco terminó pidiendo la hora, refugiado en una defensa de cinco y achicando balonesCiertas grafías en la espalda de las camisetas recordaban el régimen monárquico en el coliseo de la Castellana. Ausente ayer Carvajal, el madrileño cedió el ... brazalete y la banda derecha del Bernabéu a un gallego que se relame sólo de ver enfrente al Deportivo Alavés. Bajito como es él, nos metió de cabeza el gol del triunfo merengue la temporada anterior en Mendizorroza.
Ayer le bastaron cincuenta y cinco segundos a Lucas V (Vázquez) para trazar la diagonal del rayo mediante una notable lectura del juego y abrir el frasco del veneno después de que Vinicus ganase la línea de fondo. Mientras que Luis García Plaza reservaba al otro futbolista con nomenclatura de rey, Carlos V (Vicente). Uno de los jugadores diferenciales en este arranque liguero, sólido y efervescente valor bursátil de la causa albiazul.
Maneja Carlo Ancelotti semejante arsenal ofensivo que si los titulares infunden miedo, un vistazo a su banquillo en poco rebaja la inquietud del adversario. Demasiada calidad concentrada en un solo club que antes del descanso propulsó a cuatro hombres concretos. Además de Lucas, reincidente en hurgar la herida vitoriana, tres tipos vestidos de blanco inclinaron el tablero hacia los intereses locales. Eso era mucho antes de que el Real terminase pidiendo la hora, refugiado en una defensa de cinco y achicando balones en cada córner ante el empuje de un Glorioso sobrado de orgullo y servido de argumentos con el estoque en los pies.
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Vinicius es una pesadilla, un ejemplar único como extremo desbordador que fomenta la petición de bajas laborales entre quienes se sienten convocados a reducirlo. Misión casi imposible porque cobra tanta renta en su primera zancada de regate que no lo detienen ni las fuerzas de seguridad. Un jugador formidable en permanente estado de protesta consentida una tarde sí y otra noche también.
Valverde encarna otro caso aparte. Ocupa tanto espacio y es tal su radio de influencia que abruma. Como que el campo se le queda chico y que podría correr en plenitud de sus facultades físicas y mentales durante tres horas seguidas. Su asistencia de mando a distancia 'made in Kroos' representó la génesis del tempranísimo tanto inicial. El presagio de una tunda que este Alavés ilusionante anuló desde el minuto 77 hasta inocular auténtico miedo en la verticalidad escénica que forman las tribunas amedrentadoras del Bernabéu.
No había noticias de Mbappé, desubicado en el eje del ataque hasta que asomó su nariz prominente con un tanto a los 22 minutos, bien anulado por fuera de juego. Pero su catálogo es tan completo que valió el 2-0 a cinco del intermedio. Pasa de tacón a Bellingham, el inglés le alicata la pared, el fenómeno galo recorta y marca de tiro raso. Una acción fuera de categoría, como los puertos salvajes del Tour.
Y a la vuelta del descanso apareció el que faltaba en la lista de depredadores sutiles. Rodrygo gana la carrera por la derecha, se adentra en el área y bate a Sivera con un latigazo bajo que incita a correr hasta la primera farmacia de guardia para aprovisionarnos de vendas con las que contener la presunta hemorragia. La delantera merengue expulsa talento como arroja lava un volcán en erupción. Fuego compuesto de técnica depurada, velocidad de ejecución y puntería. Poco que hacer frente a una trituradora.
Y, sin embargo, el Glorioso que extiende licencias para creer como no ocurría desde hace tiempo a punto anduvo de obrar el milagro multiplicador de los panes y de los peces. El árbitro perdonó la expulsión a Endrick después de que el joven brasileño agrediese sin balón a Mouriño aún con el 3-0 que olía a cuestión insalvable. Poco antes Rebbach negaba la rendición con un disparo al poste tras sentar a Lucas. Y en apenas dos minutos, del 84 al 86, Protesoni (Benavídez por parte de padre) y Kike García recordaron que la calidad no es un monopolio merengue. El preciso zurdazo en forma de banana del uruguayo y el perfecto control con el muslo del manchego antes de cruzar la pelota a la red de Courtois, nada menos. 3-2 y el Bernabéu hiperventilando de miedo.
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