Real Madrid 3-2 Alavés
La virtud de soñar en la desigualdadEl Alavés se aferra a su carácter para salir rearmado de un duelo muy desequilibrado. No es fácil que el Real Madrid pida la hora en el Bernabéu
uién se iba a imaginar en el minuto 80, cuando los cambios de los dos entrenadores apuntaban a que ambos parecían pensar más en la ... siguiente jornada, que el Real Madrid iba a terminar pidiendo la hora ante el Deportivo Alavés. Que la defensa de cinco que había utilizado en la primera parte Luis García Plaza iba a ser el recurso de Ancelotti para amarrar una victoria que había dado por hecha.
Que Vinicius, que por alguna extraña razón se siente legitimado para protestar todas las acciones del partido, iba a censurar también a los árbitros que la tablilla del descuento marcara seis minutos. O que el disparo al poste de Abde y la agresión de Endrick a Mouriño que el colegiado dejó en amarilla iban a ascender de anécdotas a jugadas clave tras los goles de Benavídez y Kike García.
Nadie en el Bernabéu parecía contar con que el Glorioso nunca se rinde. Es cierto que el partido pudo invitar al escepticismo con eso durante muchos minutos del partido. Pero los cambios de Luis García supieron encontrar un resquicio de ilusión en la relajación blanca. Guridi dio otro aire al ataque alavesista, un tanto cohibido con anterioridad. No es nuevo, ya que el centrocampista azpeitiarra está acostumbrado a destacar. Da continuidad al juego y eleva el ritmo de las transiciones albiazules. Por eso extrañó su segunda suplencia consecutiva, algo que no ocurrió en todo el curso pasado.
La agresión de Endrick y el poste de Abde ascendieron de anécdotas a jugadas clave tras los dos goles
Y Benavídez y Kike dieron forma a una ilusión inesperada con dos definiciones perfectas. Quizás es que el Alavés se sacudió al final algunos de los complejos que le habían estado atenazando durante muchos minutos, si bien la realidad es que la diferencia entre ambos equipos es tan grande como lo fue hasta ese arrebato de coraje final que honra al conjunto vitoriano. Mucho mérito esa personalidad demostrada para no caerse ante un rival de tal magnitud.
Lo cierto es que ganar al Real Madrid en el Bernabéu es como la cuadratura del círculo y el Alavés, pese a ese carácter del final, ni estuvo bien cuadrado ni hizo un juego redondo. Las alineaciones ya anunciaban tormenta: Ancelotti iba con todo, que es muchísimo, pese a tener el derbi ante el Atlético en el horizonte; y Luis García se mantuvo fiel a las anunciadas rotaciones en jornada intersemanal. Ocho cambios.
Quizás sea pronto para hablar de 'unidad b' en un equipo albiazul con mucha competencia en algunos puestos, pero sí faltaban piezas importantes como Tenaglia –en Vitoria por una sobrecarga–, Sedlar, Guridi o Carlos Vicente, el jugador más destacado del conjunto vitoriano en el arranque liguero, cuyo descanso ya estaba anunciado por el propio entrenador.
2 Suplencias
Guridi se quedó en el banquillo por segunda semana consecutiva, algo que no había ocurrido en todo el curso pasado.
Caras nuevas acompañadas de novedades tácticas insinuadas también de antemano por el técnico alavesista. Quería jugar con una defensa de cuatro que pudiera pasar a línea de cinco en función de las necesidades del partido. O al revés. Hugo Novoa empezó como extremo, con Mouriño como lateral derecho y Abqar y Diarra en el eje. Aunque el plan se vio alterado a las primeras de cambio con un gol en contra a los 56 segundos. «No podemos encajar en la primera jugada», lamentaba Antonio Blanco en el descanso. Pasó también a los tres minutos de la segunda parte.
Qué complicado es defender sin desajustarse a atacantes tan móviles como los del Real Madrid. Mbappé retrasa su posición y Bellingham ocupa el espacio del 'nueve'; Rodrygo se mete hacia dentro y aparece Lucas Vázquez. El radio de acción de cada uno de ellos es amplio y obliga a los rivales a moverse mucho y, consecuentemente, a perder el sitio. El 3-0 nada más salir de vestuarios tras el descanso parecía firmar un armisticio que el Real Madrid aceptó sin imaginar que podía ser perjudicial para sus intereses.
El cambio al 4-2-3-1 con Guridi ofreció una imagen más reconocible. Y Kike ganó los balones que hasta entonces no había ganado Villalibre. Poco que achacar al 'Búfalo', en realidad, que había estado muy solo durante toda la primera mitad, lejos de compañeros que pudieran asistirle. Quizás fue un arranque de coraje más que de fútbol. O simplemente el conjunto vitoriano se aprovechó de la desconexión de un rival muy superior. Pero entonces sucedió lo inimaginable, que el Alavés saliera del Bernabéu reforzado por una demostración de mentalidad que llegó a amenazar al gigante. Que no es poco.
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