El Alavés se arroja al precipicio
Un nervioso equipo albiazul se hace el harakiri con todo a su favor y complica sobremanera sus opciones de salvación
Muy tocado, si no hundido. En el día que no podía fallar el Deportivo Alavés lo volvió a hacer. Víctima de sí mismo. De sus dudas, de sus nervios. De su inconsistencia futbolística, claro. Falló donde no podía fallar y como no debía hacerlo. De manera inexplicable e imperdonable. Cuando tenía todo a favor: el resultado, el ambiente, el factor anímico. Había hecho lo más complicado, remontar un gol en contra, y fue en ese momento, cuando más cerca estaba de la permanencia en mucho tiempo, cuando se consumió en sus propios miedos. Como un azucarillo angustiado al que se le va la vida. Realmente se le va a un equipo que ya se ha arrojado al precipicio. Agarrado a las matemáticas en la tabla y moribundo en el aspecto mental tras una derrota difícil de digerir que deja a su entrenador en entredicho.
Deportivo Alavés
Pacheco; Tenaglia, Laguardia, Lejeune, Rubén Duarte; Loum (Pons, min. 78'), Escalante, Edgar, Rioja; Manu Vallejo (Jason, min. 78'); y Joselu (Toni Moya, min. 67').
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Granada CF
Maximiano; Quini, Domingos, Germán, Escudero, Neva (Soro, min. 57'); Milla, Petrovic (Eteki, min. 84'); Collado (Puertas, min. 62'), Uzuni (Luis Suárez, min. 62') y Jorge Molina (Machís, min. 84').
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Goles: 0-1, Escudero (50'); 1-1, Escalante (53'); 2-1, Vallejo (57'); 2-2, Puertas (76'); 2-3, Luis Suárez (87').
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Árbitro: Guillermo Cuadra Fernández, del comité balear. Amonestó a Loum, Tenaglia, Nahuel en el Alavés; y a Quini, Uzuni, Petrovic, Germán, Escudero, Víctor Díaz por parte del Granada. Expulsó al meta Aarón por roja directa.
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Incidencias: Partido correspondiente a la jornada 29 de LaLiga Santander. Disputado en el Estadio de Mendizorroza ante 16.209 espectadores.
Porque todavía se puede vender el clavo ardiendo de los números -quedan nueve jornadas y la permanencia está a cuatro puntos que pueden ser seis-, pero la cabeza albiazul dice que no, dándole vueltas a dónde podrá encontrar victorias si no es capaz de amarrarlas cuando tiene todo a su favor. Tras sobreponerse al golazo de Escudero, ya en la segunda mitad, y firmar una esplendorosa reacción que solo se puede entender desde las emociones de una grada entregada, más que desde el fútbol. La magia de Mendizorroza. Dos goles en ocho minutos -Escalante y Vallejo-. Visa para un sueño en el mejor de los escenarios. No se podía escapar. Pero sí, se fue. El Alavés de los milagros ahora los hace a la inversa. El colmo de los colmos, perder un imperdible.
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Mendilibar quitó a Joselu, el equipo empezó a temblar -casualidad o causalidad- y el Granada aprovechó esa angustia para empatar primero y machacar después, cuando el Alavés era ya un equipo roto. De repente, el aguerrido equipo que había arrinconado al rival, aunque fuera con más casta que fútbol, quedó reducido a un puñado de jugadores que, desnortados, deambulaban por el césped como si fueran cadetes. Y con poco margen de maniobra: cuando quería mirar hacia adelante no encontraba a su mejor jugador, porque el entrenador le había mandado a la caseta antes de tiempo.
Que el partido era de altísima tensión quedó claro desde el principio. Nervios e imprecisiones para empezar. Durante todo el duelo, en realidad. Y una temprana ocasión que Milla perdonó ante Pacheco. Mendilibar fue con todo de inicio. Con Loum y Escalante en el centro y el deseado Vallejo por detrás de Joselu. Activo entre líneas el gaditano. El Granada, con tres centrales; vigilante, pero con filo.
Le costó serenarse al Alavés, aunque la tuvo a balón parado. El remate de Loum a bocajarro parecía un gol cantado, pero Maximiano sacó una mano excepcional (m. 14). Se animaron los albiazules a partir de las segundas jugadas, como había avisado el técnico de Zaldibar. Faltaba templanza y tino en los últimos metros, pero ya apretaba el conjunto vitoriano. Y, más por insistencia que por acierto, encontró el premio en un penalti que Escudero cometió sobre Joselu (m. 24). Patada clara rescatada por el VAR. Pero Maximiano adivinó las intenciones del delantero gallego. Y las fuerzas se nivelaron. Más ímpetu que fútbol al descanso. Más nervios que claridad.
Y toda la tensión del marcador trasladada a la segunda mitad, que fue una estresante montaña rusa de emociones que aterrizó en el más oscuro de los pozos. Infierno, cielo y abismo. Empezó con ese golazo de Escudero (m.49). Voleón, entrando desde atrás, en un córner que sacó Collado. Mala pinta. Pero, impulsado por su afición, el Alavés hizo lo que parecía increíble. Remontar en solo ocho minutos. Tres tardó en empatar Escalante, también en un saque de esquina que botó Manu Vallejo. Cinco le costó al delantero gaditano aprovechar en el segundo palo un centro desde la izquierda de Luis Rioja que no conectó antes Joselu.
Fiesta grande en Mendizorroza, aunque quien más quien menos acogió receloso el cambio de Toni Moya por Joselu (m. 66), cruzando los dedos para que no hubiera que arrepentirse de un movimiento, cuando menos, extraño de Mendilibar. Edgar en punta y Vallejo a la banda. El caso es que el equipo se rompió. Atenazado. Como con miedo a ganar. Y el Granada, ya con zaga de cuatro, olió ese miedo. Lo aprovechó en un empate (Puertas) que el VAR tardó en validar: Pacheco había sacado de dentro un balón que se había paseado tres veces por el área pequeña -blanda la zaga y apocado el portero-.
Perdonó Luis Suárez el tercero poco después. El Alavés ya era un fantasma que bailaba al son nazarí. No falló el colombiano a la segunda, después de que Machís le ganara la partida a Laguardia con inusitada facilidad. Color esperanza fundido a negro. Las tanganas finales solo sirvieron para evidenciar el grado de desquiciamiento de un equipo que se hizo el harakiri para complicar hasta el infinito sus opciones de permanencia.
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