El filial del Alavés retorna a Segunda B

Y, sin duda, uno de los artífices ha sido el técnico de Durango, que suma su tercera ascenso en cuatro intentos. Este domingo exhibió su talento para conducir a un conjunto revalorizado. A la conclusión se desató la locura sobre el césped entre aficionados, plantel, cuerpo técnico y personas autorizadas del club como Mikel González, el director deportivo Sergio Fernández y el presidente, Alfonso Fernández de Trocóniz, que compartieron la algarabía albiazul sobre el verde.

Una clase de rigor y orden táctico de un entonado filial que controló la previsible fogosidad e ímpetu local auspiciado por una afición turiasonense volcada. Pero las consignas de los de Iñaki Alonso eran concisas y el filial cuajó media hora de juego superior a un Tarazona precipitado y superado por la presión. Un planteamiento valiente de los foráneos, pero fue Héctor Castillo el que generó la primera ocasión clara. Encogido el equipo de David Navarro, Adrián González remató de cabeza picado un centro de Valero en una acción ensayada que desbarató Jesús.

Activado el Alavés ante un errático rival, se confió en una transición rápida que controló Rami con fortuna, pero colocó un pase que el goleador Ballarín resolvió. Primera oportunidad y mazazo inmerecido para un Alavés que no fue expeditivo en la contención.

Pero se repuso el equipo de Iñaki Alonso, ambicioso, y tras estampar Valero un remate directo al travesaño que Andrei Lupu no atinó en el rechace, Sarriegi entró lanzado en el área pequeña para conectar un testarazo inapelable y firmar un justo empate al descanso. Ventaja para un Alavés que tuvo más arrojos y convicción que su oponente al intermedio.

El filial retornó con decisión con un remate lejano que estuvo a punto de sorprender al portero. Como era lógico y casi por impulso, apretó el equipo de David Navarro y arriesgó. Intensificó el ritmo y Carlos Javier remató forzado la primera llegada. Se tornó áspero y abrupto el choque ante un filial obligado a pertrecharse.

Mantener la templanza era clave y Perera remató de cabeza picado un balón que desvió Jesús. Esto permitió al Alavés sacudirse el agobio mientras arreciaban las protestas. El cansancio y la fatiga afloró ante el azote de un sofocante calor que todavía a las nueve de la noche registraba treinta y cuatro grados sobre el Municipal. Un calor al que contribuía el enfervorecido público local.

El Alaves, tras mitigar el acoso durante unos minutos, contemporizó y dio pausa al juego ante un Tarazona que comenzó a desquiciarse. Con el choque roto, perdonaron la sentencia Borja Sainz y Bengoetxea. Pero en eso minutos de fragor, Andrei Lupu se fabricó un penalti en el descuento y que él mismo ejecutó con mucha serenidad. Con un hombre más sobre el césped tras la expulsión poco antes del local Antonio, el Alaves se despistó en medio del caos y de la persecución local al colegiado. Alargó el partido nueve minutos y empató el Tarazona en una acción aislada y de fortuna. Volvieron los agobios, pero no había tiempo más que la para una apoteosis albiazul anhelada hace mucho tiempo.