Retorna a la cárcel con hachís en el zapato y cocaína dentro de su cuerpo
Condenado por homicidio, el preso fue derivado a Txagorritxu, donde se descubrió que ocultaba también en su recto otras nueve bellotas de cannabis
Regresó de su permiso penitenciario con carga prohibida entre sus pertenencias y también oculta dentro de su propio cuerpo. Durante la inspección rutinaria previa al ... reingreso, ocurrida hace escasos días, funcionarios de la cárcel de Álava sorprendieron a este preso con tres bellotas de hachís escondidas en su calzado.
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Era la punta de lanza de un cargamento mucho más voluminoso y guardado en un lugar más íntimo. Con el beneplácito del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria –sala radicada en Bilbao y responsable de la población reclusa de todo el País Vasco–, el interno no volvió a su celda en Zaballa, sino que patrulleros de la Ertzaintza le evacuaron hasta el hospital Txagorritxu, en Vitoria.
Había sospechas de que guardaba más que esas tres bellotas de hachís. Los rayos X pronto lo confirmaron. La radiografía chivó que en su recto había alojadas otras nueve bellotas más de hachís y un envoltorio con cinco gramos de cocaína.
Toda la droga fue decomisada y a este hombre le aguarda un largo veto temporal a sus actuales privilegios, como los permisos de salida al exterior. Esa será la medida más inmediata. «Con total seguridad también le supondrá una nueva condena penal por hacer de 'mulero' para introducir esa cantidad de droga en prisión», vaticinan medios judiciales.
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En los módulos carcelarios, la droga es un producto de lujo. Y más con las restricciones por el coronavirus. De hecho, en la actualidad, el tráfico de fármacos –facilitados legalmente por Osakidetza– ha desbancado en las cárceles vascas al consumo de drogas ilegales. Así lo denunció hace unas semanas el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria en un auto, de obligado cumplimiento, que ordenaba al Gobierno vasco modificar su protocolo de reparto de medicamentos.
No obstante, el mercado negro de drogas sigue vivo entre rejas. Y con unos precios que multiplican los de la calle. Un gramo de costo se despacha en Vitoria por cinco-seis euros. Dentro del penal puede costar hasta cinco veces más. Otro ejemplo de la carestía de ciertos productos en esas instalaciones son los minimóviles. En cualquier locutorio valen en torno a los 25-30 euros. En la cárcel «no bajan de los 130 euros».
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Hacer negocio o presiones
¿Pero qué lleva a un interno, superado el ecuador de su condena por homicidio, a arriesgarse con unintento de meter droga en el tubo (como popularmente se conoce a prisión)? Fuentes policiales y penitenciarias aportan varias razones. Por un lado, la posibilidad de «hacer negocio».
Sin embargo existen otras más perversas. «Entre los internos hay clases. Los que controlan el cotarro a veces exigen a quienes salen de permiso que les traigan 'mercancía'. Si no lo hacen se exponen a represalias dentro o sus familiares fuera», aseveran estos medios.
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El ramillete alcanza más opciones. «Como en la vida, dentro también se generan deudas. A muchos se las pagan su entorno fuera entregando dinero a gente del preso con el que hayan contraído ese compromiso. Pero si no tienes quien te avale, pues a veces toca hacer de 'mulero'».
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