Dicen los de National Geographic que Vitoria es uno de los 25 mejores destinos mundiales para el 2021. En la lista publicada nuestra ciudad aparece ... junto a lugares tan peculiares como Gabón o Transilvania. Y es que esto de las listas y los rankings no deja de sorprendernos, porque los vitorianos somos así. Nos pasamos el año mirando ofertas para irnos a Canarias, o cogemos Ryanair y nos damos un garbeo por Bérgamo a tomar un negroni en la terraza del café de Flora y de allí nos ponemos en cualquier ciudad europea por cuatro perras en un santiamén.
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En cambio, cuando volvemos a casa, se nos pone cara de vinagre como si tuviéramos una úlcera o un forúnculo reventón. Y nos quejamos del frío, de lo soso del ambiente, de que el comercio languidece, de que el Casco está muy oscuro, de lo cutre de las luces navideñas, del disco rayado del 'abierto por obras' o del último lío del Ayuntamiento.
Porque si hay algo netamente vitoriano es la capacidad de quejarnos por lo que no tenemos; pero también por lo que tenemos. Maldecimos por lo que nos sobra y juramos por lo que nos falta. Por nuestro derecho a que no nos molesten con ruido, y por la ausencia de ruido festivo. Por una cosa y su contraria.
Eso sí, cuando algún foráneo despistado se deja caer por Vitoria para pasar un rato, porque se ha echado una novia, porque estaba de paso por Bilbao o por cualquier causa que tenga que ver con la chiripa, siempre ocurre lo mismo. Que flipa con nuestra ciudad al encontrarse algo que no esperaba. Sobre todo si lo pasean por un par de txokos y lo forran a potxas, txatos y patxaranes.
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Sucede como cuando adolescentes íbamos a la verbena de un pueblo a emborracharnos y hacer el canelo y pillar cacho y, de repente, allí en el mismo medio de la plaza, aparecía aquel ángel con aura y se te ponían ojos de merluzo y cara de enamorado perdido. Y le pedías baile y te temblaban las piernas ante la eventualidad de que te dijera que sí y pudieras pisar sus pies de pura torpeza.
Cuando algún 'vitoriacantano' acierta a caer por estos pagos enseguida se sorprende al encontrar una bella ciudad donde imaginara un poblachón de provincias. Hasta el punto que, en numerosas ocasiones, acaban poniéndolo por escrito, como es el caso. Porque ya se sabe que estos periodistas viajeros son unos cotillas y si no lo cuentan -como el torero y el polvo con Ava Gardner- revientan.
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En este caso del National Geographic lo flipante es que en su lista de destinos universales no figura ninguna otra ciudad española -que si Donosti y su Concha, que si Santander marco incomparable, que si Sevilla y su color especial-. No. Vitoria es la única villa española que recomiendan para visitar el año 2021, año 1 después de la pandemia (d.d.p). Y arriba cachipurriana.
Yo siempre me he mosqueado, porque estas cosas, cuando las revistas son de pan y melón, suelen contratarlas las instituciones vía publirreportajes patrocinados, abonados mediante anuncios publicitarios, compra de ejemplares o similares contraprestaciones. Pero estamos ante National Geographic, que no es cualquier boletín parroquial adherido al óbolo institucional. NG goza de una reputación intachable y quiero pensar que no alquila sus páginas por un plato de lentejas. Lo cual, como a nuestro soberano emérito, «me llena de orgullo y satisfacción».
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Los vitorianos siempre reaccionamos igual a estas clasificaciones. Primero, poniendo cara de haba; inmediatamente después sacando el morro como si fuéramos a beber de una bota y, finalmente, profiriendo una exclamación de escepticismo, casi siempre la de «¡Anda, anda!», como de incredulidad. Acto seguido, pasamos a recitar una ristra de críticas generalmente sin fundamento, rematando el recurrente soniquete 'made in Gasteiz': -Mejor que no publiquen estas cosas y nos den mucha propaganda, que luego se nos llena la ciudad de guiris y de gandules y nos fastidian la tranquilidad.
Y es que somos así de 'desaboríos'. No hemos aprendido de la recomendación que regaló aquel gitano al cliente al que había engañado vendiéndole un caballo que estaba a punto de desencuadernarse por las costuras. Cuando el comprador estafado volvió con sus quejas al vendedor, recitándole el rosario de taras que había descubierto en el animal tras un análisis concienzudo, el gitano le contestó: -Como sigas hablando mal del caballo no lo vendes.
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Pues eso. Que hay que ser conscientes de que por mucho que aparezcamos en el NG o en el Financial Times, Vitoria nunca será una ciudad de aluvión de turisteo. Siempre seguirá siendo esa sorpresa que se encuentran entre medias los despistados que llegan a Bilbao y se acercan a Elciego a ver el edificio que les hizo Frank Gehry a los de Marqués de Riscal.
No hay más que echar la vista atrás, hacer memoria y repasar acontecimientos en torno a aquella Final Four que tuvo lugar en Vitoria. O mejor, que se celebró a la salida de Bilbao. Porque todo quisqui se alojó en Bilbao y tras los partidos en el Buesa Arena se los llevaban de nuevo a privar al 'Botxo' en un vetivén. Aún seguimos esperando a los rusos en la 'Cuchi', como quien espera a Míster Marshall. Que mientras aquí hacíamos folletos para las ruedas de prensa, la Cámara de Bilbao se curraba a los mayoristas y se llevaba el gato al agua. Once again.
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Aquellos mismos rusos que hoy lean la revista de National Geographic se dirán, '¡mecagüen la chorra! si yo estuve allí y podía haberme dado un garbeo por esa joya que dicen que es Vitoria. Y ahora resulta que es la recomendación favorita de ciudad española para el 2021 con otras 24 en el mundo'. Y se estarán tirando de los pelos, o mesándose las barbas, y algunos enseñarán fotos de Bilbao diciendo a sus amigos que ellos estuvieron por aquí y que la ría Zadorra es muy bonita, y el 'Guchenjein' muy reluciente.
La patria de Drácula
Pelillos a la mar, sorprende que nos hayan puesto en la lista de compañeros de pupitre a Gabón, que como ustedes sabrán, y si no ya se lo digo yo, significa buenas noches en euskera. Y que además figure también Transilvania que, se lo recuerdo, era la patria del singular Drácula, que llevaba una vida manifiestamente noctámbula y de desparrame. Así que el eje Vitoria-Gabón-Transilvania tiene un morbo que lo flipas. Que te pones a organizar el paquete turístico y da como para una trilogía de las de Sáenz de Urturi.
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Me dicen que ya hay algún avispado concejal redactando una moción para hermanarnos con estas localidades con las que ya compartimos tantas cosas. No les aburriré repasándolas, que ya habrá rapsodas encargados de tal hazaña literaria, como en el pasado ya fueron capaces de encontrar que compartíamos un destino común con Kutaisi, Anaheim o Camagüey.
Así que vayan desempolvando el traje de explorador. Y abróchense los cinturones.
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