Elena Martínez de Madina, con el último tomo presentado. Blanca Castillo

Vitoria ya conoce la historia de los nombres de la ciudad y sus 64 pueblos

La públicación del último tomo del proyecto de Euskaltzaindia pone fin tras 28 años a una ambiciosa iniciativa que ha analizado 13.086 topónimos

Lunes, 11 de noviembre 2024, 14:29

Euskaltzaindia, la Real Academia de la Lengua Vasca, dispone de 400.000 registros toponímicos en su base de datos. Este ingente contenido es el resultado ... de haber recabado durante casi tres décadas muchos datos y testimonios de archivos gracias a los que ha podido salir adelante el proyecto de 'Onomasticon Vasconiae, Toponimia de Vitoria'.

Publicidad

Impulsado hace 28 años, este lunes se puso un fin simbólico a esta colección de nueve tomos que explican la historia de los nombres de Vitoria y de sus 64 pueblos, al presentar el último volumen, la segunda parte de Dibiña -esto es, los municipios de Los Huetos y Foronda- que ha analizado los términos de Artatza, Gereña, Legarda, Mandojana, Martioda, Hueto Abajo, Hueto Arriba y Ullíbarri-Viña.

En todos esas obras, que están disponibles en formato CD, se recogen 13.086 topónimos y 121.000 datos documentales de la evolución de la toponimia en Vitoria, desde el siglos XV hasta el XXI. «Con todo eso, yo me he encargado de hacer un pluze. He visto como algunos topónimos se han traducido, otros han desaparecido o se han desfigurado... Pero Vitoria ha guardado mucho la toponimia en sus calles», explica la filóloga Elena Martínez de Madina, autora de esta ambiciosa iniciativa, que ha contado en este tiempo con el apoyo del Ayuntamiento.

«Vitoria ha guardado mucho la toponimia en sus calles, algo que sirve para mantener la riqueza»

Elena Martínez de Madina

Filóloga

«Este patrimonio queda a disposición de la sociedad, tanto para la de hoy como los vitorianos de mañana»

María Nanclares (PSE)

Concejala de Euskera

Todo este patrimonio queda ahora «a disposición de la sociedad», aseguró la concejala de Euskera, María Nanclares (PSE) y todos los tomos «constituyen una magnífica fuente de información para la ciudadanía de hoy y los vitorianos del mañana», afirmó Roberto González de Viñaspre, miembro de Euskaltzaindia y representante de la Academia en Álava.

Publicidad

En este sentido, uno de los aspectos claves que resalta Martínez de Madina es que «un topónimo no sólo está relacionado con la orografía». Considera que «debemos tener en cuenta que los resultados sirven para conocer mejora el euskera de esta zona, así como los datos que se publican son de gran ayuda en las investigaciones que se están desarrollando en cualquier otro ámbito de la lengua vasca. Y no sólo eso, también puede ser útil para conocer mejor la arqueología, la historia, la flora o al fauna». Por ejemplo, en el caso de Dibiña reconoce que ha resultado algo más complejo acceder a su documentación por tratarse de una zona rodeada de distintos montes.

Oreitiasolo, no Uritiasolo

También, señala la investigadora que «los nombres de lugares no son sólo cosa del pasado, tienen un valor práctico. Afortunadamente éstos han sido utilizados y se utilizan». Se refiere, entre otras cosas, a que los nombres de algunos barrios nuevos han salido de ahí: Zabalgana, Salburua, Borinbizkarra o Goikolarra. Éste último distrito, el más reciente, significa 'larra de arriba'. Para nombrar esta nueva área residencial no se debía inventar ningún nombre, si no que se estipuló que el nuevo debía recoger la toponimia. Así se votó entre Ezkerribai, Errotalde, Sarrinko, Tximisoste y Okelu, además del finalmente electo, que hacía referencia al entorno de Parraloste, lindando con el término de Bekolarra.

Publicidad

En el caso de 'Judimendi' -que significa monte de los judíos, sin z- éste se encontraba tapado y confundido con 'Judizmendi'. O, si se habla del llamado polígono de 'Uritiasolo', «la forma más común para nombrar a las fincas era el nombre de quién la labra, acabado en '-solo', una variante vasca-alavesa de 'soroa', que significa pieza. De ahí se descubrió que 'Uritiasolo' es, en realidad, Oreitia».

Algunos ejemplos

  • Goikolarra El barrio tomó su nombre basándose en la documentación de uno de los tomos de este proyecto. El término significa 'larra de arriba'.

  • Judimendi. Y no 'Judizmendi'. La zeta, una grafía errónea, se convirtió en corriente, pero en los archivos históricos de este barrio llamado 'monte de los judíos' se escribe sin ella.

  • Oreitiasolo. 'Uritiasolo', como se conocía antes, era un topónimo «desfigurado» de 'Oreitiasolo'; esto es, la 'pieza de Oreitia'.

También otro ejemplo relevante es el mal llamado Río Ali. «No existe. Se llama Perretxin desde hace seis siglos», matiza. Igual que ocurre con 'El Monte de la Tortilla', que, en realidad, se corresponde con la zona de Mendizabala. «Los topónimos sirven para mantener la riqueza», expresa Martínez de Madina. Por eso, incide en que la divulgación resulta esencial para «devolver a los ciudadanos en forma de conocimiento el dinero público que se invierte en investigación».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad