«Toqué fondo al ver que perdía a mi familia»
Un tipo normal. Cuarentaitantos, trabajo, pareja, hijos... Iñaki relata su caída a un abismo que casi le traga
«No llevo dinero, no tengo acceso a tarjetas bancarias, ni siquiera puedo ir solo a la caja. Vivo con 'bizums' que me hace mi mujer y así quiero seguir durante mucho tiempo. No quiero volver a aquello, sólo así puedo manejarlo». Iñaki, nombre ficticio, no ha hablado nunca con nadie sobre su adicción al juego. «Apenas lo saben tres personas y quiero que siga siendo así. La gente no entiende que es una enfermedad; te tratan como a un vicioso». Acepta narrar su caída al infierno de la ludopatía solo por si «a alguien mi ejemplo le sirve para pedir ayuda. Se sale, pero es muy duro».
«La psicóloga le dijo a mi mujer que si yo no quería recuperarme, ella tenía que hacer su vida, alejarse de mí. Fue muy duro»
Habla un joven del montón. Ronda la cuarentena, posee un trabajo estable, está casado y tiene un hijo. Pocos pueden sospechar su suplicio. Tiene grabado a fuego en su mente aquel día que tocó fondo. «Era primero de mes y me gaste todo el salario». Para intentar darle la vuelta a la situación con un hipotético golpe de suerte que nunca llegó (porque nunca llega la gracia para un ludópata) pidió vía móvil un crédito rápido de 1.400 euros que también fulminó con apuestas deportivas inverosímiles e intentó lo mismo minutos después con otro préstamo más de 250 euros. Todos con intereses abismales. «Me arruiné. Tenía que decírselo a mi mujer. Quedé con ella en un bar y no tenía ni para pagarle el café». Con su confesión sabía que destrozaba lo que más quería.
La asociación Asajer ha sido su salvavidas. Conocía su existencia porque hace diez años ya barruntaba que algo no encuadraba en esa manía suya por las apuestas y fue a un par de sesiones. Y ahora que lleva «un año y nueve meses» sin jugar y muchas terapias individuales y de grupo a sus espaldas, sabe que ya cuando era un chaval tenía una relación tóxica con las máquinas.
Primero fueron las tragaperras. «Nunca lo hacía delante de los amigos. Me iba a bares de otros barrios, donde no me conocieran». Y poco a poco fue a más. Cuando brotaron las apuestas deportivas como champiñones, su adicción se desató.
¿Por qué lo hacías? «No sé cuándo dejó de ser por diversión. Ya apostaba por cualquier cosa, por la liga tailandesa de tercera división o por el pin pon. Sólo quería dinero rápido». Es difícil ocultar a tu pareja que de camino del trabajo a casa has perdido 500 euros. «Me volví un mentiroso compulsivo. No dormía y estaba siempre apagado. Cuando ves que lo puedes perder todo, entiendes el daño que has hecho», agrega.
Y no ha sido fácil escuchar ciertas cosas. «Mi pareja, a la que le debo todo, me acompaña a Asajer. El día que llegamos la psicóloga le dijo delante de mi que si yo no lograba recuperarme, ella tenía que rehacer su vida sin mí. Alejarse. Fue muy duro».
Hubo años sin vacaciones familiares y semanas en las que no se podía comer pescado fresco, pero poco a poco Iñaki ha recuperado las riendas. Ya no debe nada a los prestamistas e incluso ha ganado sentencias contra algunas de estas empresas que te dejan dinero y te sangran por cláusulas abusivas. Han vuelto los viajes, las risas y la nevera llena. Se ha autoprohibido la entrada a los salones y salas de juego y a todo lo 'on line' y ahora, confiesa, le preocupan mucho los jóvenes. Los vio «por docenas» cuando frecuentaba estos sitios. «A ellos, a mujeres, a personas mayores, a hombres que justo acababan de cobrar la RGIy se la gastaban... Y gente sin escrúpulos que te ofrecía un préstamo de dinero en ese mismo sitio». «Que los padres hablen con sus hijos para que se autoprohíban la entrada», proclama.