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Los herpetólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi han decidido tirar de pico y pala para hacerles la vida algo más fácil a animales tan simpáticos como la ranita de San Antonio o tan coloridos como el tritón jaspeado. Son dos de los anfibios que crían en los diferentes rincones de Rioja Alavesa y a los que la actividad humana y el calentamiento global empiezan a pasarles factura.
Según explica el especialista Ion Garin, han pasado de poner sus huevos en numerosas charcas de la comarca a sobrevivir sólo en grandes lagunas protegidas como las del biotopo de Laguardia. «Se han desecado esos microhumedales para destinar el suelo al cereal o al viñedo», explica el herpetólogo, que cita el estudio realizado por un alumno de Biología y Ciencias Ambientales. Así que con la ayuda de voluntarios y del Gobierno vasco se han lanzado a crear una red de pequeñas lagunas que pretenden que estén interconectadas con las de mayor tamaño.
De momento ya han habilitado cuatro charcas en los alrededores de Laguardia; cinco, en Samaniego, y dos en Navaridas a las que se sumarán dos más el 31 de marzo. Se trata de minihumedales impermeabilizados y vallados de entre 60 y 120 metros cuadrados. Y empiezan a verse resultados. «Hemos potenciado que no todos los huevos estén en la misma cesta», indica. Así, si ocurre algún incidente, como que se contaminan las aguas, tendrá más posibilidades de perpetuarse.
Entre los anfibios que están presentes en Rioja Alavesa destacan el tritón jaspeado y el palmeado y el sapo partero, una especie que está protegida en Europa. Aranzadi confía en que las nuevas 'casas' sean también del agrado de las cantarinas ranitas de San Antonio que, aunque no en abundancia, se han visto por la comarca vitivinícola. La lista se completa con el sapo común, «ligado a ríos y regatos». Los especialistas prestan especial atención a esas especies que ponen muchos huevos y luego no los cuidan y a los que dejarlos en una charca seca les podría costar la extinción. Menciona Garin al sapo corredor, al moteado «y sobre todo al sapillo pintojo ibérico y al sapo de espuelas», dos especies consideradas como amenazadas o muy amenazadas en el catálogo vasco y que han aparecido «muy puntualmente» en algunas zonas del sur de Álava.
Pero, matiza el herpetólogo de Aranzadi, «en la mayoría de los casos no nos centramos sólo en una especie y esto ayuda también a reptiles, libélulas y caballitos del diablo».
Las charcas tienen un metro de profundidad y pueden secarse en el estío, época en la que los anfibios ya han salido de los huevos. Están rodeadas de vallas para evitar que entren los jabalíes y alrededor se plantan también árboles pequeños y arbustos como romeros, tomillos o lavandas.
«Aceptamos voluntarios para ayudarnos con las dos nuevas balsas que se van a habilitar en el entorno de Navaridas el 31 de marzo». Más información al respecto en la web de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.
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