«No poder decir adiós a tus padres es muy duro»
Familiares de las víctimas y sanitarios recuerdan a sus seres queridos, amigos y compañeros en este acto de despedida
Judith Romero
Domingo, 26 de julio 2020, 03:52
Las mascarillas ocultaban buena parte de los rostros pero sólo era necesario mirar a los ojos para adivinar un aluvión de emociones, muchas veces incontenibles. ... En la Catedral Nueva no hubo abrazos, besos ni pésames cercanos. Sí hubo en cambio una gran solidaridad con los familiares de las víctimas alavesas del Covid-19, que ayer ocuparon los bancos centrales del templo. El día de Santiago, habitualmente una jornada de felicidad para los vitorianos, dejó ayer un hueco para el recuerdo solemne de los fallecidos, dilatado demasiado en el tiempo.
«Es un día muy triste para nosotros. Nuestro padre era gallego y, en circunstancias normales, hoy sería su día y estaríamos festejándolo en Molinuevo en vez de diciéndole adiós», explicaba Vanesa Uzal Vidal, quien acudió al homenaje acompañada de su madre, Pilar Sandoval. «Celebrar un acto como este me ayuda mucho. Sirve para salir adelante. Jesús Gonzalo ingresó en Txagorritxu el 11 de febrero por otra patología que nada tenía que ver con el coronavirus, pero no tuvo la protección adecuada. No se tuvo en cuenta su condición de paciente de riesgo, y falleció un mes después», señala su viuda.
Unos metros atrás, María Jesús Martínez de Zabarte contenía las lágrimas. Esta mujer perdió a sus padres en apenas quince días, una experiencia que le ha cambiado la vida. «Mi madre, Mari Cruz, ingresó en febrero para una intervención quirúrgica y falleció el 3 de marzo. Estuvimos yendo a Txagorritxu a cuidarla, incluido mi padre, que empezó a manifestar síntomas el 9», recordaba minutos antes de un acto con aforo limitado al que, como otros muchos invitados, acudió sola. Vidal falleció en cuestión de días. «Despedimos a mi madre el 5 de marzo, pero no pudimos decirle adiós a mi padre. Todo sucedió en dos semanas y esto es muy duro para nosotros», lamenta Martínez de Zabarte, quien asegura que su forma de ver las cosas ha cambiado radicalmente. «Lo ves todo de otra manera. Te das cuenta de que has perdido lo mejor que tenías en tu vida».
Tanto es así que otros familiares no tenían fuerzas para compartir sus historias y enumerar a todos los que han perdido. «Mi marido murió de Covid hace dos meses por no llevarlo a tiempo al hospital», resumía Milagros Sanz con un hilo de voz.
Algunas fechas duelen por partida doble. «Hoy (por ayer) mis padres estarían celebrando su aniversario de bodas, pero él, Virgilio, falleció el 28 de marzo. Fue todo muy rápido. Mi hermano y yo lo incineramos sin una despedida, sin un abrazo. Te queda preguntarte cómo se contagió y tratar de volver a la vida sin él. Algo más difícil para mi madre, María del Carmen, que además tuvo que permanecer aislada mientras gestionábamos todo», lamentaba Sonia Izquierdo.
Como las demás familias, ambas compartían un banco en el que antaño habrían cabido cinco o seis feligreses. Pero sólo era una lejanía física, no emocional. El obispo, Juan Carlos Elizalde, se refirió a que algunos familiares se sienten culpables y piensan que podrían haber hecho más por proteger a los suyos. «Perdí a mi primo Ángel y no he podido acompañar a sus familiares. Ha sido algo difícil, pero ahora debemos unir fuerzas y estar con ellos», anima Luis Fernando Corcuera, del departamento de Migraciones de la Diócesis. José Ángel López asistió al homenaje junto a su padre Serafín. «Él es quien más ha sufrido. Mi madre, Rosalía, murió el 30 de marzo en una residencia. Fue devastador porque llegaron a darle el alta del hospital pero falleció poco después, y allí no la podíamos visitar. Nuestra familia vive en otros lugares de España y no podían venir. No hemos hecho un funeral y este es el punto final».
Con su medalla de cofrade colgada al cuello, José Antonio Cristóbal, Celedón de Oro en 1979, recordaba con angustia cómo, antes de la pandemia, solía ir a cantar cada viernes a la residencia de Abetxuko. «Casi todos quienes nos escuchaban han perdido la vida. Se han ido demasiados amigos y conocidos, también conocidos de Managua y Colombia. Allí lo tienen mucho más difícil».
«Suerte a pesar de todo»
Esa referencia acudió también a la mente de José Gil, colombiano que ayer despedía a su amigo Antonio Martínez. «En mi país, han muerto demasiados y aún no funcionan los aeropuertos. Aquí he perdido a una buena persona, un ecuatoriano que llevaba quince años en España. Venimos para decir a nuestros amigos que estamos aquí con ellos», subraya.
El mexicano Carlos del Pozo es médico coordinador en Michelin y vivió con tensión los peores días de la pandemia. «Tuvimos algunos sospechosos de contagio. Es duro ponerse y quitarse el traje pensando que a lo mejor te llevas el virus a casa, explicarles que tienen que ponerse en cuarentena de inmediato… Pero por suerte conseguimos impedir que el Covid se extendiera por la planta», explica Del Pozo, quien también coordina los dispositivos de DYA y Cruz Roja para el traslado de enfermos y provisiones a los mayores aislados. Pide a los alaveses que no se confíen y que valoren «la suerte que tenemos a pesar de todo. Conozco a gente en México que está cayendo enferma porque se ve obligada a seguir yendo a trabajar para poder comer», subraya.
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