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Exterior de los alojamientos rurales.

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Exterior de los alojamientos rurales. jesús andrade.
Ecolabel

Once alojamientos rurales de Álava logran el exigente sello ecológico de la UE

Euskadi lidera el ránking nacional de este tipo de locales que enamoran a los extranjeros. Te piden que no abuses de la luz, comes chuletón del ganadero vecino y todo es sostenible

Sábado, 17 de julio 2021, 03:47

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Los envases de un solo uso están prohibidos, el 50 % de la electricidad -como mínimo- se obtiene a partir de fuentes de energía renovables, todas las luces son led y la comida que se sirve en el plato es en su mayoría ecológica y de kilómetro 0. Son algunos de los pilares fundamentales y requisitos de alojamientos con Ecoetiqueta Ecológica Europea, un sello que distingue sus buenas prácticas medioambientales y que cada vez más negocios buscan. En Álava ya hay once con esta etiqueta: agroturismos, pequeños hoteles, casas rurales, cabañas y campings. En Bizkaia son 15 y en Gipuzkoa 9. Con estas cifras, Euskadi lidera el ranking nacional de alojamientos con este distintivo y se sitúa por delante de países como Holanda, Eslovenia, Croacia, Malta o Portugal.

«Históricamente, este ha sido un sello que estaba más presente en el sector industrial y de producto final. Hace cuatro años le dimos un impulso en el sector turístico y cada vez se han ido sumando más establecimientos», señala Gorane Ibarra, responsable de la secretaría técnica de Ecoetiqueta Ecológica Europea del Gobierno vasco. La irrupción del Covid y el cierre temporal de algunos establecimientos paralizó durante algunos meses el trabajo para conseguir este sello, pero el objetivo por parte de las instituciones es que la lista siga aumentando en pleno 'boom' del turismo rural. «También que sea más reconocido y valorado por la gente de aquí», agrega Ibarra. Y es que por el momento el turista extranjero lo aprecia más que el nacional.

Esta herramienta apoya la transición de Europa hacia una economía circular reduciendo el consumo de productos y suministros en el alojamiento, un proceso del que se busca hacer al cliente protagonista y para el que se les pide su colaboración. Por ejemplo, animándoles a reciclar todo el plástico, vidrio, papel o resto, fomentando el transporte público o solicitándoles que generen un menor consumo de agua o de luz. «Sistemas de reconocimiento ambiental hay muchos y la gente está confusa. Sin embargo, este es sencillo de reconocer por el logo y porque existe en toda la Unión Europea. Alemanes y franceses, por ejemplo, lo buscan habitualmente», traslada la responsable de la secretaría técnica.

En Álava hay campings con placas solares y ahorradores de agua en todos los grifos y duchas, caseríos en medio de la nada que se calientan con una caldera de biomasa y en los que la lejía está prohibida o cabañas con un huerto ecológico y un gallinero en el terreno contiguo. Tres alojamientos comparten con EL CORREO cómo han logrado este sello ecológico del que presumen.

  1. Eduardo San Emeterio | Camping Angosto (Villanañe)

    «Tardamos un año en lograrlo, miraron una por una todas las bombillas»

Placas solares instaladas en el Camping Angosto para el calentamiento del agua. JESÚS ANDRADE.

Desde hace dos años, el Camping Angosto cuenta con la Ecoetiqueta Ecológica Europea, un sello que encaja a la perfección con su filosofía desde que se creara en el año 1998. «Siempre hemos sido un camping que ha vendido un proyecto de turismo verde y sostenible, desde nuestros inicios. Estamos enclavados en un entorno bastante virgen y muy verde», comparte Eduardo San Emeterio desde las instalaciones de Villanañe, en el valle de Valdegovía.

El camino para conseguir la etiqueta, sin embargo, no ha sido fácil y es consecuencia de una serie de mejores que han llegado con los años. «Instalamos placas solares para el calentamiento del agua y de la piscina, hacemos compostaje con los restos de la cocina y reciclaje de todos los residuos que se generan en el camping, todo el sistema de iluminación es de luces led y hemos invertido mucho en ahorradores de agua para los grifos y las duchas», enumera San Emeterio, un enamorado del entorno. A todo ello se suma una zona de huertos ecológicos recién inaugurada, en la que los usuarios habituales del alojamiento pueden cultivar su propia verdura.

Los alimentos que se sirven en el restaurante también son en su mayoría kilómetro cero. Como las hamburguesas de carne ecológica de Villambrosa o los huevos camperos que llegan desde Espejo. «Siempre intentamos que la comida sea lo más cercana posible y con denominación de origen». Con todo ello, el examen para obtener la Ecoetiqueta Europea fue exhaustivo. «Miraron una por una todas las bombillas del camping. Tardamos un año en obtener el sello, fueron unos meses de auditorías constantes y mejoras», señala Eduardo San Emeterio, que agradece a las instituciones su ayuda y asesoramiento.

En el verano del 'boom' del turismo rural, desde el Camping Angosto creen que «más que estar de moda» su modelo de turismo «es necesario». El libro de reservas está «a tope» para esta temporada, similar a años anteriores. «Lo bueno es que nosotros contamos con una clientela muy fiel que valora mucho este paraje y nuestro modo de hacer las cosas, en su mayoría familias con niños pequeños. Les atrae la idea del ecoturismo y de disfrutar del entorno», celebran desde Villanañe.

  1. Ana Villanueva | Casa rural Ulle Gorri (Untza-Apregindana)

    «Pedimos a nuestros clientes que no se den duchas infinitas»

Ana Villanueva coloca leña en el almacén que tiene en su caserío. JESÚS ANDRADE.

lle Gorri es el proyecto de vida por el que en 2017 decidieron apostar Ana Villanueva e Iñaki Belaustegigoitia, un espectacular caserío ubicado en Untza-Apregindana (Urkabustaitz). «Estamos muy cerca del Salto del Nervión, en una zona muy virgen salpicada de caseríos que no esta preparada para soportar la gran huella ecológica que deja el turismo. Nuestro peso en el ecosistema con la de residuos que generamos es tremenda, y muchas veces no nos damos cuenta de ello», reflexiona Ana. En su mano, como propietaria de un alojamiento rural, estaba que ese impacto fuera lo menor posible. Y tanto ella como Iñaki se pusieron manos a la obra.

En el año 2019 lograron la Ecoetiqueta Ecológica que concede la Unión Europea. «Desde el principio apostamos por ser sostenibles para no estropear el entorno y además concienciar a nuestros huéspedes sobre ello». Hace años que instalaron una caldera de biomasa para calentar con leña toda la casona y que colocaron una fuente fotovoltaica para surtirse de electricidad, además de que todas las luces son led. «También fomentamos que nuestros clientes se muevan en transporte público y todas las compras que hacemos son verdes», especifica Ana, que añade que la lejía está prohibida en su alojamiento.

Para cumplir con el estricto protocolo de limpieza derivado del coronavirus hicieron una exhaustiva búsqueda hasta dar con el virucida menos dañino con el medio ambiente. Y es precisamente uno que fabrica el laboratorio vitoriano A&B. Los huéspedes, por su parte, también tienen en sus manos poner en práctica actitudes más sostenibles. «Les pedimos que no enciendan las luces si no es necesario, que no se den duchas infinitas y que intenten no traer plásticos, productos tóxicos o aerosoles al caserío. Además de que hagan un reciclaje responsable de resto, vidrio, papel y embalajes».

Desde Ulle Gorri consideran que sus clientes valoran este sello, cada vez más. «Pero sobre todo los extranjeros, alemanes, ingleses... lo agradecen muchísimo». En el alojamiento llevan un registro de todos los consumos para obtener la huella ecológica que genera su actividad, «el objetivo es reducirla cada año», se proponen.

  1. Juan González | Azala Cabañas (Lasierra)

    «El turista europeo está más acostumbrado que el nacional a este sello»

En el alojamiento rural Azala cuentan con su propio huerto y también tienen gallinas. JESÚS ANDRADE.

El alojamiento rural Azala abrió sus puertas en el año 2008 y una década después logró la Ecoetiqueta Europea que certifica sus buenas prácticas con el medio ambiente. «Desde el principio estuvimos participando en las formaciones de calidad en destino que se hacían en la cuadrilla de Añana. Por parte del Gobierno vasco nos propusieron sumarnos a esta etiqueta y nos pusimos a ello», rememora Juan González desde el concejo de Lasierra. «Todas nuestras instalaciones están surtidas con biomasa, y contar con esa eficiencia energética nos facilitó mucho lograr el sello», agrega el propietario. A través de una detallada auditoría se comprobaron además todos los cerramientos y calefacciones.

Entre los requisitos se les exigía un estricto protocolo de reciclaje, minimizar los consumos de agua, energía y combustibles o introducir la variable medioambiental en el diseño y en todas las reformas que se acometan en el alojamiento. «También se valora mucho que informemos a nuestros clientes de lo que hacemos. En nuestro caso, contamos con un decálogo de buenas prácticas para proteger el medio ambiente», detalla Juan. El terreno cuenta además con su propio huerto en el que cultivan, por ejemplo, unos hermosos calabacines y con un gallinero del que obtienen los huevos.

¿Y los clientes, buscan este sello? «En España todavía no hay una gran cultura al respecto. Creo que falta conciencia sobre lo que supone la etiqueta ecológica. En cambio, el turista europeo está más acostumbrado a verla y a buscarla y es un sello que cada vez se persigue más», responde Juan. Desde Azala intentan poner su granito de arena para que se conozca y se valore. «Nuestro alojamiento está dividido en cabañas y en cada una de ellas hay un decálogo con información». A los huéspedes se les solicita que sean ellos mismos quienes se encarguen de reciclar los residuos que generan.

Además de en las cabañas, esta política 'eco' se aplica también en el espacio de creación para artistas, la segunda pata del proyecto Azala. «Este verano estamos bastante bien de reservas, se nota el ascenso del turismo rural y que la gente busca este ambiente», comparten desde Lasierra.

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