Nanclares pinta un mural sobre un edificio premiado en la Bienal de Arquitectura
El Ayuntamiento encargó a la muralista Irantzu Lekue intervenir sobre la fachada del centro cívico sin contar con su autor, el arquitecto Roberto Ercilla
Muy pocos pueblos de algo más de 2.000 habitantes pueden presumir de contar con un edificio contemporáneo reconocido por la crítica internacional. Nanclares, ... sí. El Centro Cívico, un poderoso conjunto arquitectónico levantado a comienzos de los 90, aparece en numerosos catálogos y publicaciones especializadas. Su autor, Roberto Ercilla, obtuvo varios premios por ese proyecto, que llegó a estar seleccionado para la prestigiosísima Bienal de Venecia. Y, sin embargo, el Ayuntamiento de Iruña de Oca decidió que había llegado el momento de darle un aire nuevo a esa «gris fachada y llenarla de color». Sin contar con el visto bueno del arquitecto, encargó un mural, todavía inacabado, con el que se ha modificado una de las tres fachadas del edificio. Arquitectos y académicos han puesto el grito en el cielo. «Es un ejemplo más de vandalismo institucionalizado», aseguran.
En 1994, Ercilla ganó un concurso para construir el ambicioso centro cívico de Nanclares, que serviría para albergar el ambulatorio, un centro para la tercera edad, una ludoteca, un salón de actos y un gimnasio. Concibió tres volúmenes, «en los que se contraponen conceptos enfrentados como abierto y cerrado, ligero y pesado». Las fachadas, que dejan ver su estructura de hormigón armado, están cubiertas por unas placas pétreas. Una de ellas, la central, ha acabado sirviendo como lienzo para pintar un colorido paisaje, que trata de evocar el bucólico entorno del municipio, en el que se aprecia una especie de cascada desbordante que cae sobre un lecho pedregoso.
El Ayuntamiento de Iruña de Oca encargó los trabajos a la muralista Irantzu Lekue, cuyas intervenciones han proliferado en los últimos años por distintos puntos de la provincia con la participación institucional. El mural, que todavía no ha sido rematado, se concibió como un proyecto participativo en el que se buscaba la implicación de los vecinos. «No importa ni la edad ni las habilidades, solo las ganas de colaborar», se alentaba en una publicidad.
«Llenar de color»
Orgullosos, a través de las redes sociales, los responsables municipales de Iruña de Oca, gobernado por el Partido Socialista, se felicitaban porque «la gris fachada del Centro Cívico de Nanclares se ha llenado de color». El entusiasmo de los munícipes se ha visto emborronado por las críticas del propio autor del edificio y del Colegio de Arquitectos, que este martes tiene previsto solicitar formalmente la «inmediata restitución a su estado original del edificio».
Consultado por este periódico, el arquitecto vitoriano Roberto Ercilla, uno de los autores alaveses más reconocidos, se mostraba estupefacto por la profunda alteración en su obra. «Se ha cometido un error grave, es una gran metedura de pata», acertaba a decir, muy molesto. «Tiene que haber un respeto por el trabajo ajeno y más cuando este proyecto ha tenido un reconocimiento como es el caso». La obra fue premiada en 1997 en la Bienal Española de Arquitectura -uno de los máximos galardones nacionales que se otorgan en este campo, sólo superado por el Premio Nacional- y seleccionado para el Pabellón de España en la Bienal de Venecia de 2004.
El prestigioso autor, 'padre' de proyectos como las laureadas rampas del Casco Viejo, ya ha derivado el caso tanto al Colegio de Arquitectos Vasco Navarro como al Consejo Superior de los Colegios de Arquitectura de España. ¿Su intención? Que el edificio vuelva a su estado original. «La pena es que no sé si podrá revertir, para la fachada se utilizó un material poroso y mucho me temo que no será posible», se duele el autor. «Es una muestra del tremendo empobrecimiento cultural que nos rodea», aseguraba.
Por su parte, el vocal de Cultura del COAVN, Ekain Jiménez ha calificado el caso como un ejemplo más «de vandalismo institucionalizado en una obra reciente y de calidad». No es la primera vez que una de las obras de la muralista Irantzu Lekue, se encuentra con el rechazo frontal de los arquitectos alaveses. Hace ahora dos años, acabó por renunciar al proyecto para pintar un mural de 32 metros en plena Avenida tras ser cuestionada por los arquitectos, artistas locales y los propios vecinos del bloque.
«Este tipo de intervenciones son vacías, banales y baratas»
El pasado sábado, en estas mismas páginas, en el suplemento Territorios, el historiador del Arte Mikel Onandia reflexionaba sobre la tendencia de los políticos a cubrir con colorines edificios públicos con la única intención de «colgarse una medalla». Su artículo, que llevaba por título 'Bandalismo instituzionala' (Vandalismo institucional), hablaba de la polémica que surgió el pasado verano por la muy colorista intervención -alentada por el propio Gobierno cántabro- del artista Okuda en el faro de Ajo, una construcción de 1930. «Sólo era un cilindro blanco», se excusó el artista. Los expertos en patrimonio pusieron el grito en el cielo.
«Lo que ocurre ahora en Nanclares es algo muy similar y refleja esa tendencia de pintarrajear fachadas, a veces, como es el caso, de arquitecturas con valor. Es una metáfora de la espectacularización de la sociedad actual, con intervenciones vacías, que no nacen de la reflexión, son banales y baratas», razona el académico.
El caso de la intervención sobre el premiado edificio de Roberto Ercilla, seleccionado para la Bienal de Venecia, recuerda al reciente escándalo del polideportivo de Getafe, en Madrid. El Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España tuvo que intervenir después de que el Ayuntamiento encargara al colectivo Boa Mistura un mural en la fachada el polideportivo diseñado por Miguel Fisac, una de las últimas obras del genial arquitecto. Los autores del colorista mural acabaron reconociendo que no habían investigado sobre el edificio sobre el que estaban pintando.
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