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Todos hemos escuchado hablar de la frontera entre México y Estados Unidos, del famoso muro de Trump. Sin embargo, el recorrido para muchos migrantes empieza antes, al sur del país azteca, en una estación migratoria llamada Tapachula. Con una curiosidad innata, el periodista Kike Gómez ( ... Salamanca, 1983), afincado desde hace años en Vitoria, se desplazó hasta allí en verano de 2019 para anotar en su libreta cómo era el día a día de aquellos que se encuentran retenidos en una ciudad que es «paradigma con la que explicar los flujos migratorios globales de este comienzo de siglo». Se trata de una de las estaciones migratorias más grandes de Latinoamérica y paso obligatorio para quienes quieran continuar su viaje legalmente a EE UU. Todos los días llegan 200 o 300 migrantes, de Centroamérica, pero también de países africanos, India o Pakistán. La espera se alarga hasta conseguir un visado o un permiso para continuar el viaje. Esa ciudad, Tapachula, fronteriza con Guatemala, se le conoce como la perla de la Región del Soconusco. De ahí el título, 'La perla se convirtió en muro', un gran reportaje que se puede leer también como un ensayo.
- Lo primero que llama la atención es lo poco que hemos oído hablar de Tapachula, paradigma de los fenómenos migratorios actuales.
- Sobre todo oímos hablar de la frontera norte de México con EE UU y se pone poca atención en el sur, donde está el primer escollo y podría considerarse la primera piedra del muro de Trump. En Tapachula se encuentra una de las estaciones migratorias más grandes de Latinoamérica y el paso obligatorio para los que quieran pasar por México y EE UU. En esta ciudad fronteriza ha habido pasos migratorios tradicionales entre Guatemala y México, pero en los últimos años se ha complicado. Tras las caravanas (por la dignidad) de 2019 se produjo un embudo en el que quedaron varados muchos de Centroamérica. Lo curioso es que también hay gente de países de África, de Haití, de Cuba, India o Pakistán. En una ciudad del tamaño más pequeño de Vitoria y eso produce un cambio de idiosincrasia.
- En el libro se refleja cómo la población local mira con recelo y miedo la llegada de migrantes.
- Sí, una de las cosas que me gusta del libro es que es atemporal porque explica la ciudad en sí y todos los motivos por los que una persona puede migrar se repiten. Puede haber pasado en Canarias este verano, en Grecia no hace tanto o en Polonia. Siempre hay un recelo, miedo o rechazo de la población local, aunque no sea unánime. Ese miedo a lo desconocido se puede entrecomillar si pensamos que en una ciudad como Tapachula hay muchas personas con apellidos castellanizados, alemanes o chinos, que retratan lo que es: una zona que se desarró por las migraciones del siglo anterior.
reporterismo en áfrica y oriente medio
- El libro se cose en torno a testimonios. Arranca con el de Sofía, una hondureña que tenía su vida plácida en Florencia y se trunca a raíz del secuestro de un familiar en Centroamérica. ¿Suele pensar que podía tocarle a cualquiera?
- Sí, eso es algo que me pasa, no solo en Tapachula, sino en todos los viajes que he realizado. Tengo la sensación de que nuestra realidad está cogida con pinzas y somos muy afortunados. Es algo bastante presente.
- Entre los motivos hay muchos y muy diferentes. ¿Cuáles son las causas más comunes de los migrantes?
- Razones hay miles y particulares todas, pero en el fondo tienen que ver con el problema climático, como bien cuenta en el prólogo Alice Driver. El cambio climático desencadena guerras, conflictos por tierra, falta de trabajo y todo tipo de problemas. Aunque siempre hay casos particulares se puede decir que es el fenómeno de origen.
fenómeno
- En una parte del libro se cuestiona el sentido que le damos a la palabra progreso.
- Sí, me pregunto si progresar es para todos igual. Está claro que no. Para mí progresar puede ser tener un coche y para el vecino puede ser conseguir un trabajo.
- En su caso como reportero el trabajo no es solo ir, ver, contar. También puso en marcha la página 'Yo te cuido cuido Tapachula'. ¿Cómo convive esa implicación social con el reporterismo?
- Siempre tengo un conflicto interno, que es lo peor que llevo, por el hecho de impermanencia al sentir que voy a un lugar y cuento las cosas. Nunca me olvido, pero la implicación se reduce mucho una vez que he escrito. Hay algunos testimonios con los que mantengo más contacto, pero me puede más la curiosidad por descubrir cosas nuevas que por revisitar.
- ¿Ha cambiado la situación con Biden?
- En realidad, no. Tan solo se ha maquillado un poco la situación.
- Entre los logros del libro está ese seguimiento, al final explica que algunos testimonios del reportaje lograron cruzar hacia Estados Unidos. ¿Sabe si sus vidas han mejorado?
- Sí, Paul, un congolés, lo consiguió. Lo sigo por Facebook y tiene una vida mejor. También hay otros que ya no tienen tanto la idea de cruzar a Estados Unidos, pero sí de encontrar algo en México con lo que vivir mejor. Llevan casi dos años la mayoría y las energías se gastan.
- Eso concuerda con lo que busca el gobierno estadounidense.
- Claro, ese es el plan de Estados Unidos.
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