Varios ciudadanos de Malí esperan frente a la comisaría de la Policía Nacional en Vitoria a la espera de una citación. Rafa Gutiérrez

Medio centenar de refugiados malienses se hacina en Vitoria en soportales de Salburua y Gazalbide

Desde fiestas su presencia es mayor en Vitoria, donde esperan tramitar peticiones de asilo en la comisaría de la Policía Nacional

Jon Casanova

Miércoles, 13 de agosto 2025

Medio centenar de refugiados malienses en su mayoría, pero también personas procedentes de Burkina Faso, Senegal y Níger, se hacina en varios puntos de Vitoria ... a la espera de tramitar una solicitud de asilo. Sin un recurso de referencia, su situación en la capital alavesa es de una gran precariedad porque carecen de un lugar donde dormir o asearse. Pernoctan en lechos improvisados de cartón y algunas mantas, con sus pertenencias cerca, entre los soportales de varias calles de Salburua, Gazalbide, el Conservatorio de Música e incluso Arana. En las inmediaciones del cementerio de Santa Isabel, cerca de la mezquita, aprovechan para cargar sus móviles. Pero se juntan principalmente en la calle Cuenca del Deba, frente a la comisaría. Allí pasan las horas.

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La llegada de estos migrantes se ha intensificado los últimos días, desde fiestas de La Blanca, aunque se ha producido en un leve goteo todo el verano. San Sebastián y otras localidades guipuzcoanas experimentaron semanas atrás el mismo problema de hacinamiento. Sus instituciones han logrado solventarlo hace pocos días -al menos de momento-, habilitando recursos habitacionales en localidades como Oñate o la hospedería de Arantzazu.

Varios factores explican el motivo de su presencia en la capital alavesa, y en general en todo el norte. Desde el sur de la Península llegan pensando que en ciudades como Vitoria van a encontrar una estancia mejor mientras logran sus visados. Y también muchos viajan desde Francia, que les expulsa acogiéndose a que estos permisos los debe expedir el estado de la Unión Europea en el que han puesto el pie por primera vez desde la migración de sus países de origen.

«Es responsabilidad del Gobierno poder ofrecer sitios para dormir o ducharse»

Sangare Souleyman

Asociación Marfileños

A la comisaría de la Policía Nacional de Vitoria le toca tramitar estas solicitudes -lo está haciendo todo el verano-. Ayer, miércoles, dio nueve citas para septiembre y espera mantener una cadencia de siete al día. El problema es que hasta ese encuentro la situación del solicitante no cambia; es decir, vive en la calle. Los propios migrantes, asistidos por la Asociación de Marfileños en Álava, elaboraron ayer una lista con sus nombres para facilitar en comisaría el procedimiento de las citas.

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«Llevo más de seis años sin ver a mis hijas. En Vitoria la gente se porta bien y tengo esperanza»

Bukari Konaté

Refugiado

Bukari Konaté figura en ella. Él es parte de esos miles de personas que emigró hace seis años buscando un futuro para su mujer e hijas y huyendo de la violencia y la inestabilidad que se viven en su país natal. «Quiero vivir aquí, pero antes necesito unos papeles y un trabajo». Llegó a España en cayuco desde Marruecos -en la séptima vez que lo intentó-, recorrió varios países y ciudades y recaló en Vitoria porque cree que «es donde mejor voy a estar. La gente se porta muy bien y tengo esperanza». «Esto es muy duro», dice cuando se le pregunta por su situación. «Llevo seis años sin verles, echo mucho de menos a mis hijas, aunque ellas viven en Bamako -la capital de Mali, en el sur- donde se está algo mejor». Hay amenazas yihadistas pero en el norte se está volviendo imposible vivir. «Hay zonas con muchos problemas y la gente escapa como puede», lamenta.

Boca a boca

Sangare Souleymane es presidente de la Asociación de Marfileños en Álava, colectivo que se ha convertido en una especie de red de seguridad para ellos. «Yo les apoyo en lo que puedo, indicándoles dónde pedir ayuda o acercándoles comida». Su auxilio resulta insuficiente y exige al Ayuntamiento y al Gobierno central que «se muevan más». «Deberían ofrecerles sitios al menos para dormir o ducharse. Creo que es su responsabilidad». Agradece el apoyo de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, CEAR, y cree que «están haciendo todo de su parte, pero están desbordados». «Este no es un problema nuevo y viene de tiempo atrás», explica. «Conozco gente que en Euskadi ha estado casi un año sin tener cita».

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«Veo que la gente aquí se preocupa por nosotros. Confío en que la cosa se va a mover»

Mahmadou Sibi

Refugiado

Mahamadou Sibi llegó solo y pasó sus primeros nueve meses en Lepe (Huelva). «Había oído que por el norte se daban más citas. Como llevaba nueve meses sin poder conseguir una, vine a Vitoria para, por lo menos, poder solicitar el asilo». Aquí ha sentido el respaldo de la ciudadanía. «Veo que hay gente que se preocupa por nosotros. Confío en que la cosa se va a mover».

En el barrio de Zaramaga hay vecinos que les dan dinero y apoyo «para que puedan entrar a los centros cívicos a ducharse o lavar la ropa y comer algo sencillito. Es lo mínimo», explica una comerciante que prefiere guardar el anonimato. «Creo que la responsabilidad es de las instituciones. Les podemos dar comida y mantas pero ellos tendrían que asegurarles un techo. Tienen derecho a protección internacional. Son malienses. Malí está en guerra», sentencia. Alberto Fernández, un vecino de Arana, reconoce haber tenido «miedos iniciales» al desconocer la situación de estas personas. Pero «cuando les pones cara y hablas con ellos, ves que son chavales muy jóvenes. Entonces dices, sí podría ser cualquiera de nuestros hijos».

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La inestabilidad política y la hambrunaempujan a la inmigración masiva hacia Europa

La presencia de malienses no es frecuente en Vitoria. A principios del presente año había 229 vecinos de esta nacionalidad empadronados en la ciudad. Tampoco son habituales los procedentes de Burkina Faso (38) o Senegal (505). Todos ellos quedan muy por debajo de Marruecos (4.373), Argelia (2.031), Pakistán (1.628) o Nigeria (1.454). Pero la inestabilidad política y la hambruna en esta zona del Sahel empujan a muchos a marcharse de su país en la búsqueda de prosperidad.

Malí es el ejemplo más claro. Se encuentra en una profunda crisis desde 2012, que se ha visto agravada por los conflictos armados -una junta militar ostenta el poder desde hace cuatro años- y el terrorismo, pues hay amplias zonas que siguen controladas por filiales de Al Qaida y el Estado Islámico. Cerca del 28% de la población (6,4 millones) necesita asistencia humanitaria y un millón de niños sufre desnutrición aguda, pues las sequías han provocado que caiga la producción agrícola. Todo esto sin olvidar las propias tensiones internas que existen entre miembros de distintas etnias.

La corrupción, el desempleo y la falta de servicios básicos (educación, sanidad...) empujan a la emigración a miles de jóvenes, por lo que muchas familias dependen de las remesas que reciben desde el extranjero. Todo esto convierte a Malí en uno de los países más pobres del mundo y en índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas ocupa la posición 188 sobre 193. Burkina Faso figura en el puesto 186; Senegal, el 169 y Costa de Marfil -de donde han llegado bastantes refugiados a Vitoria- se queda en la 157. Y todos ellos se encuentran en una situación que lejos de mejorar, empeora año tras año según los propios datos de la ONU. Así, según cifras recientes, Malí se ha convertido en el principal país de origen de inmigrantes que llegan a España, con un aumento del 543% en comparación con 2023.

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