«La Mari Carmen no sabe coser»
El anecdotario de Carmen Polo de Franco en Vitoria incluye una canción de los blusas y un ‘simpa’ por tres pilas bautismales
Desde la Batalla de Vitoria y el reparto del botín que no se llegó a llevar el rey José I, la capital alavesa ha tenido fama por sus tiendas de antigüedades. Estar en el eje París-Madrid y en un punto estratégico de comunicaciones ha reforzado ese liderazgo.
En los años 50 y 60 la desaparición de algunos pueblos de la Llanada por culpa de la construcción de los embalses o el mismo éxodo rural que vació las aldeas alavesas permitía un trasiego enorme de muebles, utensilios y obras de arte.
Fue la edad de oro de las tiendas de antigüedades de Vitoria, especialmente en la calle Correría. Una de ellas era la que se llamaba el ‘Arco Iris’, regentada por José Luis Rabasco en sociedad con Carmelo Larrínaga. Cuando arreglaron el local, durante las obras, aparecieron numerosas bayonetas de la época de la francesada.
Corrían los años sesenta y los Franco solían veranear en San Sebastián, pero doña Carmen Polo visitaba con frecuencia la capital alavesa sin necesidad de que hubiera actos protocolarios de inauguración, que los hubo. Era muy conocida la amistad de ‘La Collares’, así llamada popularmente, con algunas familias de la ciudad, en una de cuyas casas pernoctaba.
Un día le llaman a José Luis Rabasco por teléfono. Era la Policía Municipal y le dicen que a tan ilustrísima visitante se le ha antojado visitar su tienda de antigüedades. José Luis, inexperto en estas lides, preguntaba cómo debía llamarla o ilustrísima o señora. «Tu la llamas señora», le decía Magda Rabasco, su madre, que regentaba un conocido puesto de pollos en la plaza de abastos.
Llegó el día y la Policía cortó la primera vecindad de la calle Correría al tráfico rodado. Doña Carmen Polo hizo la visita y quiso llevarse tres pilas bautismales góticas. Cada una de ellas pesaba unos mil kilogramos. Rabasco y Larrínaga, naturalmente, facturaron las tres piezas -todo quedaba registrado en el llamado libro de policía de los anticuarios- y esperaron un tiempo prudencial el pago. «Pero allí nadie pagaba», recordaban en la familia, así que fueron a quejarse al Ayuntamiento de Vitoria. Ante la evidencia de que ni El Pardo, ni el gobierno se hacía cargo de aquello, fue la Corporación vitoriana la que finalmente pagó las tres pilas a los anticuarios.
No fue la única anécdota protagonizada por Carmen Polo en Vitoria. El 5 de agosto de 1949, se le esperaba en la plaza de toros de Vitoria para presidir la corrida del día de La Blanca. En el tendido, el protagonismo era de los blusas que se habían estrenado ese día en fiestas. El jolgorio era inmenso. Pero a las 5 de la tarde la corrida no empezaba porque la mujer de Franco no llegaba al palco. Las autoridades que se olían la tostada tuvieron la ocurrencia de retrasar el reloj para que la señora llegara a su hora y el festejo no quedara empañado por la impuntualidad de tan importante dama. La reacción de los blusas y del público no se hizo esperar y, a pesar de ser quien era, la plaza de Vitoria se vino abajo con la bronca y los pitos. Pero la ocurrente masa blusera que entonces llenaba la plaza tuvo la idea de cantar una canción popular que tenía de estribillo algo así como «La Mari Carmen no sabe coser, la Mari Carmen no sabe bordar» ante el estupor del alcalde y del gobernador civil que no sabían cómo iba a reaccionar la señora. No pasó nada. Nada grave salvo el bochorno del palco. La prensa, sometida entonces a dura censura, no recogió las cosas como fueron y la bronca se convirtió en un intenso aplauso, muestra del cariño de la ciudad a la esposa del Caudillo.
Bárbara Rey y el descapotable
La anécdota la recogen los investigadores locales Eduardo Valle y José Luis Sáenz de Ugarte en su libro sobre los blusas e Isidro Sáenz de Urturi en algunos artículos. Apunta Valle además que, durante muchos años, cuando los blusas pasaban por la esquina de Dato con San Prudencio junto a una conocida joyería a la que había visitado doña Carmen Polo, la txaranga entonaba siempre 'La Mari Carmen no sabe coser'.
Buena muestra del ambiente especial que se respiraba en Vitoria en los años sesenta con las visitas de aficionados a las antigüedades de toda Europa es otra anécdota que le contaba José Luis Rabasco a su hermano Manolo y que éste ha tenido la amabilidad de contar a esta sección. Se trata de la aparición de un conocido anticuario madrileño apellidado Cortés que venía acompañado de una luego muy famosa actriz y cantante española, Bárbara Rey, que se paseaba por Vitoria en un descapotable inglés, un precioso ‘Sunbeam’. Cuenta Rabasco que tras una operación de compra por parte de Cortés de varias piezas antiguas y muebles, puso como pago el deportivo y lo dejó en Vitoria. Naturalmente, José Luis Rabasco sacó el descapotable a pasear por la ciudad. Un acontecimiento.