La magia llega directa de Oriente
Los Reyes reparten ilusión en una cabalgata llamativa y más sonora que nunca
Una, dos, tres, cuatro... así hasta filas de ¡diez! personas en algunos puntos del recorrido. Fieles a la cita más mágica del año, los vitorianos ... abarrotaron este domingo las calles por las que discurrió la cabalgata. A hombros del aita, en brazos de la abuela o sobre un contenedor de basura, cualquier lugar era bueno con tal de no perderse el paso de los Reyes Magos. Las gargantas se desgañitaban para atraer la atención de su preferido. A juzgar por los decibelios, parece que un año más fue Baltasar, aunque también se desató la locura por Melchor y Gaspar. Entregados a su función, lanzaron abrazos, saludaron a la acera y a los balcones y recibieron las últimas cartas con deseos.
En el primer desfile sin animales, grupos de música precedían cada una de las carrozas reales, hasta este año algo impensable. La batucada del último fue la que más ruido hizo y la que más agitó a los presentes, que momentos después 'luchaban' por los caramelos que se lanzaron desde la 'Chucheneta'. 3.000 kilos nada menos. Los más pequeños alucinaron con la versión a lo grande de Bob Esponja, Patricio, Po (el protagonista de 'Kung Fu Panda') y el pájaro rojo de 'Angry Birds' realizadas con globos. «¡Qué chulo!», «alucinante» o «son súper guays» fueron algunos de los elogios que se escucharon.
Entre el público adulto, lo que más triunfó de una comitiva que este año avanzó por Los Herran fueron los osos panda bailarines y las muñecas gigantes que entonaban una especie de ópera. No faltaron al evento más multitudinario de Vitoria los personajes de 'Toy Story' con Woody a la cabeza, Dumbo o enormes príncipes y dragones.
Pero si la cabalgata fue la apoteósis de una jornada mágica, la llegada de sus Majestades a la capital alavesa no se quedó atrás en cuanto a emoción. Pasaban dos minutos de las once de la mañana cuando su tren -que por cierto, se pasó de frenada y tuvo que dar marcha atrás retrasando el descenso- hacía la entrada en la estación de la calle Dato. Entre gritos, saludos, aplausos y besos hubo a quien también le afloró la curiosidad. «Pero, aita ¿de dónde vienen los Reyes?», preguntaba un niño a su padre. Los miembros de la fanfarre Kirrinka fueron los encargados de amenizar con villancicos un recibimiento en el que no faltaron las bufandas del Deportivo Alavés. Hasta algún bético se 'coló' también en la calurosa acogida a los monarcas.
El tranvía llegaba repleto de familias y carros a la parada del Parlamento y la cola para estacionar en el parking de la plaza Amárica era para armarse de paciencia. Después de un año de espera nadie quería perderse la primera aparición de los protagonistas de la jornada, que desde la estación se trasladaron en coches antiguos hasta la plaza de España. «Menos mal que aquí hace 'solico', sino nos helamos», se comentaba en uno de los puntos del recorrido, cuando los termómetros oscilaban entre los 3,5 y los 5 grados.
El grupo de danzas Jare, sustituyendo a los abanderados italianos, abrió la comitiva que avanzó hasta el Ayuntamiento. Un paseo mucho más euskaldun que otros años con la presencia de una ikurriña o los momotxorros. Ya en el balcón del Consistorio y ante el clamor popular, Melchor, Gaspar y Baltasar saludaron en euskera y en castellano y agradecieron el caluroso recibimiento. En un discurso con menos menos mensaje que en ediciones anteriores hicieron hincapié en la necesidad de la alegría y la generosidad. «Queremos que seáis muy felices y que este año nuevo sea mucho más amable y solidario con todos los pueblos del mundo», finalizó Melchor.
Ya en Villa Suso escucharon las últimas peticiones y leyeron las misivas de cientos de niños, que regresaron a casa con una sonrisa y una piruleta en el bolsillo. «Gaspar nos ha dicho que nos portemos muy bien y que hoy nos tenemos que ir pronto a la cama», revelaba Naiara Heras acompañada de sus hijas Laia y Ainhize. «Yo le he pedido un patín eléctrico y un dron», confesaba Laura, de 7 años. «Pues yo un bebé con accesorios, y me ha dicho que va a intentar pasar por mi casa a dejármelo», decía emocionada su amiga Aitana.
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