Leí en algún lugar que, si Cristo hubiera podido conocer, uno por uno, a los hombres y mujeres por los que se sacrificaba, a buen ... seguro hubiera renunciado al sacrificio. Y es que en estos días de fiesta abrigo una sensación extraña, como si algo aleteara en un rincón de mi mente, del mismo modo que una polilla choca una y otra vez contra el cristal de una ventana..
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En Jumilla acaban de aprobar una moción en el pleno para arruinarles a los musulmanes los dos días grandes de su fe: la fiesta del cordero y el final del Ramadán. Hasta ahora usaban el polideportivo del pueblo. Ahora, su pleno municipal acaba de prohibir «cualquier uso religioso» en las instalaciones municipales, para disimular su treta. Todos sabemos, por obvio, cuál es el fin último de tan rastrera iniciativa, hasta el punto que hasta los obispos católicos han salido criticando con una dureza inusitada esta decisión; reacción que les honra, por cierto.
No hace tanto, en la localidad de Torre-Pacheco, entró una horda de botarates en un kebab, todos ellos pertrechados con bates de béisbol, y arrasaron el local regentado por unos ciudadanos de origen marroquí que no hacían otra cosa que ganarse la vida en su modesto local.
En Vitoria-Gasteiz, hace algún tiempo ya, un cenutrio arrojó sangre de gorrino y una cabeza de cerdo en el interior de una lonja, para evitar que se instalara allí una mezquita, en un barrio de la ciudad de cuyo nombre no quiero acordarme. Lograron su objetivo los héroes del cochino y los propietarios desistieron de su iniciativa para orgullo de los patrocinadores de la cerdada y vergüenza de nuestra ciudad.
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Hace unas semanas, algunos locales vitorianos regentados por ciudadanos magrebís -primero una mezquita, más tarde fruterías y diferentes negocios-, aparecieron cubiertos con unos carteles que pregonaban un lacónico «moros fuera de España», señalando al enemigo a expulsar. Ya hablan de ocho millones sin sonrojo alguno.
Ignoran los matamoros que, tras cerca de ochocientos años en la Península, hasta el último españolito, desde Finisterre hasta Murcia, tiene ADN moruno en sus cromosomas. Quizás, tras este odio saduceo, sólo se oculte la reacción primaria ante nuestros primos hermanos, como si todos ellos portaran el estigma de Caín.
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Últimamente, a la mayoría de partidos políticos, les han comenzado a temblar las canillas y están revisando «sutilmente» sus políticas con respecto a la inmigración, ante el tsunami xenófobo que se está orquestando a lo largo y ancho del suelo europeo. Hoy, hasta se cuestiona y se discute en público la posición contraria hacia un centro de refugiados que se está habilitando en nuestra ciudad. La cabeza del cerdo retorna reclamando una nueva cesión.
Dicen que para contar una buena mentira y causar miedo hacen falta dos: uno que la cuente y otro dispuesto a creérsela. Muchos aparecen hoy dispuestos a fabricarlas esperando agitar las ascuas de un incendio en el que ardan la verdad y la decencia. Leí hace tiempo que el miedo es la herramienta más eficaz para destruir el alma de una persona y la de un pueblo. No caigamos en la trampa que nos tienden a diario estos mariachis del apocalipsis.
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