Inquilinos de Álava-Esquível piden al Ayuntamiento reparar zonas sin habitar que amenazan sus pisos
Los vecinos urgen a actuar sin esperar la respuesta de Tánger, propietario del palacio, tras entrar en la lista roja de patrimonio por «riesgo de derrumbe»
El palacio Álava-Esquível tiene dos caras. Una, la señorial e histórica, se percibe en detalles inconfundibles como sus torres, el patio donde reina una ... palmera, su ubicación privilegiada, las columnas a cada lado de su entrada... Y la otra, la abandonada, que desde hace más de un lustro es un peligro para los peatones (por eso se colocó una inmensa malla en su fachada) y ahora también para sus vecinos. Son ellos, personas como Maite Carazo y José Luis Fernández, quienes abrieron las puertas del palacio de la calle Herrería a este periódico y luchan con pequeñas actuaciones contra el implacable paso del tiempo y el silencio de su propietario, el gobierno del municipio de Tánger. De esa forma han logrado que sus pisos se mantuvieran hasta ahora al margen del deterioro general del edificio del siglo XV. Pero los daños de las zonas deshabitadas empiezan a afectarles.
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Los inquilinos, que habitan 10 de las 16 viviendas, piden al Ayuntamiento realizar al menos las reparaciones más urgentes ante la perspectiva de que Tánger no actuará y de que el Consistorio aún tardará meses (si no años) en recuperar el palacio. El desperfecto que han hallado se encuentra en la última planta, que lleva años abandonada a excepción de un intento de okupación el pasado enero, frustrado por los propios vecinos y la Policía. Una fuga de agua ha originado problemas de humedad a los vecinos del tercero.
A primera vista, no parece tan grave como los daños que sufre el tejado, la fachada, con peligro de «desprendimientos», y la buhardilla, donde la estructura de madera aparece desnuda y no transmite demasiada seguridad. Tampoco lo hacen la pintura desconchada, los agujeros en los techos y las tablas que refuerzan el tejado. De momento, los inquilinos no temen por la integridad del edificio, pero sí que la fuga derive en problemas mayores. «Es lo más importante y urgente, para que no produzca más daños que afecten al forjado y la estructura», dice Maite Carazo, que actúa como portavoz y, de hecho, se puso en contacto con el Ayuntamiento para pedirle que realizara reparaciones de forma subsidiaria en marzo.
La oposición apremia
En esta línea se ha mostrado también el grupo Elkarrekin Podemos, que ayer mismo volvió a reclamar al Gabinete Urtaran que actúe en las reparaciones. También el PP, que lamentó la incorporación de Álava-Esquível a la lista roja de patrimonio, donde ya figuraban la Casa Alfaro, Maturana-Verástegui y la gasolinera Goya. Los populares, de hecho, solicitan un plan urgente de conservación y activación del patrimonio.
Desde principio de legislatura, el Ayuntamiento ha girado multas a la municipalidad de Tánger por no hacerse cargo del mantenimiento o reforma del palacio (cifrado en 300.000 euros hace cuatro años) ni, de forma más reciente, pagar el IBI o la tasa de basuras. El Consistorio le imputa una deuda de más de 100.000 euros y se encuentra ya en plazo para imponer la séptima sanción. A la décima, la Administración local podría iniciar el expediente de expropiación.
No es la primera vez que el Ayuntamiento trata de hacerse con la propiedad de Álava-Esquível. Es más, llegó a existir una operación por la que el Gobierno de Marruecos adquiriría el palacio para cedérselo sin coste al Ejecutivo español y éste, al Gobierno vasco o al propio Ayuntamiento. Según se dijo, aquel movimiento se frustró por la falta de sintonía en la diplomacia, que ahora parece restaurarse.
En cualquier caso, fue el momento en que más cerca estuvo el palacio de volver a manos alavesas desde hace más de un siglo, cuando un descendiente del general Álava, Ricardo de Álava y Carrión, se apostó el inmueble en una partida de cartas y lo perdió. El palacio acabó en manos de Ignacio de Figueroa y Bermejillo, duque de Tovar, quien cayó herido en África y se recuperó en Tánger. Declaró heredero universal de sus bienes al 'National Cancer Institute' de EE UU, y, en caso de que la rechazara, a la municipalidad de Tánger como muestra de gratitud. Así sucedió. Una vez que el edificio llegó a manos de la municipalidad marroquí, se reconvirtió en bloques de viviendas gestionados por intermediarios de Vitoria.
El 'trofeo' de la Batalla de Trafalgar ya no marca las horas
Los relojes parados dan bien la hora dos veces al día. Esa es la máxima aspiración que le queda hoy a la emblemática esfera que preside la fachada del palacio Álava-Esquível. Sus manecillas llevan tiempo estancadas y, tras ellas, sólo queda un hierro que las sujeta y permite girarlas. Nada se sabe del mecanismo que lo alimentaba. Los actuales inquilinos atribuyen su desaparición al reciente intento de okupación el pasado enero, o al robo de algún otro vecino anterior. Nadie lo sabe con certeza. El caso es que alguien se tomó muchas molestias para desmontar las entrañas del reloj, porque su acceso desde la buhardilla del palacio de la Herrería es minúsculo, oscuro y no apto para claustrofóbicos o pesimistas, por el mal estado que muestra el tejado.
A pesar de que a primera vista no sea el elemento más llamativo o atractivo del palacio, su historia dice justo lo contrario. Según la tradición y una placa colocada bajo el propio reloj (sólo queda la mitad de ella), fue apresado a un navío inglés en la histórica Batalla de Trafalgar en 1805.
Desde el último intento de okupación, los actuales inquilinos (algunos llevan más de tres décadas en el palacio) colocaron un candado para evitar nuevos 'sustos' y pidieron al Ayuntamiento que acordonara la zona. Hasta la fecha, la única intervención de calado fue la colocación de la extensa malla en la fachada para evitar daños por desprendimientos. De hecho, en algunos puntos del exterior del inmueble se observan algunos trozos de piedra atrapados en la red.
Los inquilinos, por su lado, realizan algunas reparaciones puntuales que facilitan el mantenimiento del edificio, algo que no sucede en el resto de palacios de la ciudad, como Maturana-Verástegui y la Casa Alfaro, que acumulan décadas de abandono absoluto.
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