Imanol Vega, Óscar Arregui, Sor Aurora Herrera, Juan Carlos Palacios y Paco Granados. Igor Martín

Gestos altruistas que transforman vidas

Seres extraordinarios ·

Óscar, Imanol, Paco, Juan Carlos y Aurora representan a los alaveses que dan sin pedir. Entregan su humanidad y el regalo más valioso: su tiempo

Elena Jiménez

Vitoria

Martes, 24 de diciembre 2024, 00:19

Nochebuena, ese periodo en el que el binomio 'paz y amor' parece que extenderse por decreto oficial. Pero resulta que sí hay gente, mujeres y ... hombres con nombres concretos, que logran romper la carcasa de la solidaridad impostada por una humanidad auténtica. Hay muchos alaveses que esta noche se sentarán a la mesa con el recuerdo de las personas a las que han ayudado de verdad, a las que les han resuelto la vida, incluso. Sin esperar nada a cambio, han tendido la mano a otros, entregado su tiempo y acaban el año con la recompensa más grande: el agradecimiento de los demás.

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EL CORREO ha reunido sólo a cinco de los más de 30.000 voluntarios que, según los últimos datos de Batekin, la agencia de Participación Social de Álava, desempeñan su labor en el territorio. Óscar, Imanol, Paco, Juan Carlos y Aurora representan a esos seres excepcionales que hacen buenas obras por los demás. No es algo de lo que les guste presumir, ellos no necesitan ir por la vida de seres sacrificados. Lo hacen y punto.

Claro que por mucho que quieran reservarse para su propia satisfacción personal, íntima e intransferible esa parte más solidaria, esta noche no podrán evitar pensar en quienes hoy no se atiborrarán de montañas de langostinos, jamón o de los más variopintos turrones. A Sor Aurora se le agolparán todas las conversaciones que mantiene con los presos, los sintecho y los migrantes, Juan Carlos confiará en que Olentzero sepa llevar al Hospital Psiquiátrico de Álava parte de su alegría; mientras Paco, Imanol y Óscar le pedirán al bonachón carbonero más salud, mucha más, para los niños de Haití, Bolivia y África.

  1. Óscar Arregui | Hi Haiti!

    «Descubrir la miseria cara a cara te cambia y conoces a héroes»

Dar sin recibir nada cambio. No parece tarea fácil. Y, de serlo, la avaricia o el egoísmo ya habrían desaparecido de nuestro mapa de emociones primarias. El empresario Óscar Arregui es de los que defiende que la solidaridad es equiparable al hábito de hacer deporte. En sólo un día, uno no puede estar preparado para superar un triatlón, pero tampoco para convertirse en el ser más caritativo. Sí considera Arregui que todos tenemos esa pulsión «latente». «Si la practicas, ves el efecto que tiene: ayudar al otro contribuye y te hace sentir bien».

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Ese 'clic' se le encendió a él un fin de semana cualquiera de 2022 leyendo la prensa. «Me topé con un artículo que decía que había 25.000 niños abandonados en Camerún, vagando por los basureros. ¿Cómo podía ocurrir eso, habiendo tanta gente que quiere adoptar?», se planteó. Así que, lo primero, fue tratar de entender ese contexto para poder cambiarlo. Con el tiempo, dio con el proyecto Hi Haiti!, una entidad catalana que recauda fondos para una fundación del país. Esa organización local gestiona un orfanato y dos colegios con comedor gratuito para ayudar a un país donde «la pobreza alcanza el 90%». «Ahí conoces la miseria cara a cara porque se pelean por sobrevivir», relata.

La suya es una labor sin publicidad: con sus fondos ayuda a construir escuelas gratuitas en Haití

Esas imágenes se grabaron en su retina después de sumarse a la iniciativa. De hecho, su primera visita la define como «el viaje de mi vida». Aunque no emprendió este camino solo; la suya es una labor de familia. Y precisamente esta faceta es la que más callan y esa que no sale a relucir habitualmente. Porque en su carta de presentación se les designa como empresarios en Ence, la fundación de Gamesa o en Iberdrola.

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Todo eso en estas expediciones tiene, sin embargo, la relevancia justa. Ellos destinan importantes fondos, pero en estos casos «la rentabilidad emocional es mucho más potente que la económica». «Descubrir esas realidades te cambian como persona», asegura. Sobre todo porque ve cómo los últimos pasos los dan allí, en el terreno, los nativos. «Si aquí nos cuesta convertirnos en emprendedores de algo sin ánimo de lucro, imagínate allí cuando la gente no tiene para comer. Los que lo hacen son héroes al nivel de Mandela, pero sin su repercusión», comparte. Así que, con sus aportaciones, lo que persigue es que «ellos sean los que impulsen el cambio en Haití». Entre sus planes más próximos está construir un nuevo colegio y un segundo orfanato.

  1. Imanol Vega y Paco Granados | Adato Elkartea

    «Tenemos que estar contentos de vivir en el lado que puede dar»

Tienen en sus manos el presente más valioso, y no tiene nada que ver con juguetes, ropa o ese último 'gadget' tecnológico que se encuentra en la carta navideña de muchos hogares. Esos envoltorios contienen un regalo tan ansiado como necesario; su tiempo. El de Imanol Vega, traumatológo, y Paco Granados, ortopedista, no resulta especialmente abundante. Sin embargo, hace ya siete años decidieron tras varias experiencias de voluntariado entre Bolivia y África que querían dedicar buena parte de sus horas libres –de vacaciones o incluso de excedencias en sus empleos– a cuidar a aquellas personas para las que no existía tratamiento en sus ciudades de origen.

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Así que fundaron su propia ONG, Adato Elkartea (Asociación de Ayuda en Traumatología y Ortopedia) que se marcó entre sus objetivos traer cada año a Vitoria a uno o dos pacientes para operarlos en quirófanos más preparados. Miguel Ángel, un chaval boliviano de 17 años con una fractura de tibia e infectada al que le faltaban hasta siete centímetros de hueso, fue el primero. Pero después vinieron muchos más que han alargado su estancia en la capital alavesa hasta casi dos años. Un tiempo que ha sido costeado por su solidaridad y la de otros agentes alaveses.

Estos sanitarios dedican sus vacaciones a tratar huesos de niños y adultos en Bolivia y Benín. «Es nuestro mejor regalo»

A Nicole, por ejemplo, la última que ha pasado por sus manos, le han curado una escoliosis que le ha permitido andar de nuevo y, antes, a Yoisy le operaron para lograr despegar sus costillas tras convivir desde que era un bebé con unas lesiones derivadas de una patada recibida por su padre alcohólico y maltratador. «Tenemos que estar contentos de vivir en el lado del mundo que puede dar», remachan.

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También hay otros casos que, con «cuatro plásticos y un secador», les cambian la vida. Por ejemplo, a Danielito, que nació sin piernas, le hicieron dos prótesis a medida y «en cinco minutos, aprendió a caminar. Médicos, enfermeras... Todos nos pusimos a llorar, y los padres nos veían como si hubieran caído dos ángeles del cielo. En esos momentos, el viaje ya había merecido la pena», recuerdan. Aunque aún han hecho más por ellos: les han ayudado a montar negocios, pagado carreras de estudios y enviado material quirúrgico, que ellos mismos recepcionan para «controlar que cada cosa va a su hospital». Eso sí, «por mucho que tú lleves allí, siempre traes más en el corazón. Estar allí es nuestro mejor regalo», comparten.

  1. Sor Aurora Herrera | Cárcel de Zaballa

    «Estoy junto al que lo necesita, sin juicios»

Acude a lugares desolados, abandonados, adonde no llegan las instituciones ni tampoco se cubren las necesidades más básicas. Sor Aurora Herrera ha dedicado toda su vida a la asistencia de presos, pobres o drogadictos porque ellos «también necesitan que les escuchen». A esa labor incesante y balsámica trata de quitarle peso: «Date cuenta que soy Hija de la Caridad. Entonces es algo que nace de mí, de mi opción». Aunque ella, con los medios que están a su alcance, trata de hacer mucho más de lo que le viene con el cargo. Lo demuestra su agenda, que está igual de apretada –o más– que la de cualquier político.

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Todas las semanas visita a los convictos de Zaballa, a los presidarios que están ingresados en Txagorritxu, a las familias de migrantes que acoge Berakah y a los sintecho que sólo encuentran cobijo en las factorías abandonadas. «Yo me pongo a su lado, junto a ellos para que se desahoguen. Y no les digo lo que tienen que hacer, simplemente les escucho lo que quieren decir, sin juzgarlos. Con el voluntariado, que es compartir tu tiempo con los demás, hay que ser prudente y responsable», previene.

Comparte su tiempo con los presos, los migrantes y los sintecho para ofrecerles una vía de desahogo. «Busco que no se sientan rechazados»

Por eso mismo, Sor Aurora obvia los expedientes pasados de cualquiera de estas personas. «Ves a alguien que está sufriendo. Muchas veces lo que necesitan es no sentirse rechazados. Tienen ese sentimiento porque en esta sociedad si un hombre no produce, parece que no sirve para nada», asegura.

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Ese sostén emocional se lo ha forjado a base de años. Y, precisamente, es lo que más le preocupa porque «muchas veces no se trata a la persona. Se le puede dar de comer o entregarle prendas, pero hay que cuidar otras cosas de su cuerpo». Aunque también ella hace todo lo posible por cubrir algunas de esas carencias materiales: dona desde abrigos hasta bombonas de butano. Y, «curiosamente, lo que más reparto son folios y sellos para que puedan enviar cartas».

  1. Juan Carlos Palacios | Hospital Psiquiátrico de Álava

    «Merecen la pena todas las horas si ayudas a otros»

El tiempo consigue detenerse. Los minutos se alargan y toda tu atención puede centrarse en contemplar y entender la naturaleza. Esa es la imagen que Juan Carlos Palacios trata de evocar en los pacientes del Hospital Psiquiátrico de Álava con su proyecto 'Pájaros en la cabeza' (Hegaztiak buruan), que afloró en 2018 como parte de su voluntariado en el Instituto Alavés de la Naturaleza y fruto de la observación durante su trabajo en las instalaciones sanitarias.

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«Los usuarios que viven aquí están bastante encerrados. Aunque hay un jardín, tienen pocas oportunidades de salir al exterior. Pensé que, como parte de su terapia ocupacional, podría ser bueno enseñarles a construir comederos y cajas nido», recuerda sobre los orígenes.

Enseña a los pacientes del Psiquiátrico algo tan simple y difícil como construir cajas nido con las que contemplar la naturaleza más próxima

Hoy esos elementos de atracción para las aves están situados en buena parte de las zonas verdes del centro y repartidos hasta en tres puntos distintos de la capital alavesa; el parque del Norte, el Monte de la Tortilla y la dehesa ubicada frente a Gardélegui. Cada año organizan excursiones para comprobar si su 'cebo' de la ciudad «tiene premio; es decir, si se ha formado un nido». Pero es precisamente la labor diaria en el hospital con la que más aprenden y conectan.

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«Desarrollan su creatividad, autonomía, mejoran la autoestima... Todo eso contribuye a su rehabilitación», explica. Además, «en el campo disfrutan muchísimo. Trato de hacerles entender que somos parte activa de la naturaleza y, al final, esto no va sólo de aves. Por ejemplo, si salen orquídeas –que no son habituales–, las conservo para que las vean y poder explicarles sus particularidades. Compartir ese tiempo a mí llena, me aporta mucho y a ellos les entretiene. Todas las horas invertidas merecen la pena cuando ayudas a otro».

La suya es una tarea aparentemente secilla pero con sus complicaciones: lograr que la observación de su entorno natural, las plantas, árboles o pájaros, se convierta en un fin en sí mismo. Por lo menos, durante unas horas. «Hay gente que igual ha estado metida en el mundo del alcohol o las drogas y nunca se ha parado a pensar en la naturaleza y, de repente, se vuelcan. Eso es precioso».

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