FIESTAS DE ÁLAVA: EL CARTEL DE LA TRIFULCA
Se non è vero... ·
Para una vez que aciertan, dan marcha atrás y reculan. Señor diputado general, con la Iglesia hemos topadoEsto de la política, oigan, no hay quien lo entienda. Para una vez que aciertan, dan marcha atrás y reculan como un cangrejo señal. Así ... se escribe la historia, o la microhistoria del páramo alavés, si se prefiere. En esta ocasión, la enésima tempestad en un vaso de agua tuvo como génesis el cartel anunciador de nuestras fiestas patronales.
Viene sucediedo de modo recurrente que por estas latitudes alavesas, el cartel anunciador del evento festivo del mes de abril más parece el libro de instrucciones de un electrodoméstico, o el prospecto interminable de un medicamento, que un cartel de fiestas al uso sin otra pretensión que la de resultar atractivo visualmente, y hasta un poquito artístico, si no fuera pedir mucho pretender unir ambas cosas en un mismo envite.
Quieren las normas del concurso que rige la convocatoria pública que el cartel incorpore una nutrida colección de palabras para explicar, de modo absolutamente innecesario, lo que ya todo el mundo debiera saber, como es que el 28 de abril de cada año se celebran en este predio las fiestas de la provincia en honor a San Prudencio, su ínclito patrón, y a Nuestra Señora la Virgen de Estíbaliz. Que tanto monta, monta tanto, el santo y la virgen, como la virgen y el santo.
Además, para más INRI, la interminable dedicatoria que figura en el cartel debe ir traducida en su integridad y aparecer en bilingüe –como no podía ser de otra manera–, con lo que más que un cartel, el afiche más parece una sopa de letras que un póster. Y, claro, no hay artista ni protomártir del diseño que sea capaz de conciliar una obra gráfica con tan colosal derroche de tipografía.
Pues bien, parece ser que los encargados de pergeñar el póster lúdico festivo trataron de aliviarlo de tanta diarrea verbal, sustituyendo la leyenda interminable del santoral por un lacónico eslogan: 'Fiestas de Álava'. Así, la creatividad gráfica hallaría más espacio en el lienzo, a salvo del alarde literario. En vez de cambiar las normas, quisieron remendar el virgo sobre la marcha. Y claro, para qué les voy a contar.
La tormenta perfecta, la alineación astral y la conjunción maléfica se manifestaron a un tiempo. Y se armó la marimorena. El mismísimo obispo encabezando un ruidoso y quisquilloso tropel, picó espuelas contra la Diputación, acusando al atónito diputado general de ignorar las raíces, el sentimiento de los alaveses y la tradición al suprimir la leyenda de las fiestas dedicadas a Prudencio y Estíbaliz. Que anda que tiene bemoles que a un tradicionalista le tachen de liberal. Aunque, como es sabido, estos debates antihistóricos son los que de verdad hacen gozar más al respetable por estas latitudes.
Tras el obispo, diversos procuradores y procuradoras de las Juntas Generales se unieron al barullo orquestado sin perder la ocasión para desempolvar conceptos como idiosincrasia, historia y firmes creencias, y para denunciar el ruin empeño del diputado Ramiro de traicionar la historia alavesa, tratando de ocultar el hondo sentido religioso de este territorio histórico devenido en vigía de occidente.
Hasta alguna juntera de la izquierda fetén se apuntó a la 'kermesse' tradicionalista, que nunca una excusa fue mala en política si brinda ocasión de propinar un mandoble dialéctico al adversario. Desde el progresismo con denominación de origen, se trenzó un curioso alarde semántico, diferenciando entre tradición y religión, y dejando claro que pese a reivindicar a San Prudencio y a Nuestra Señora, ellos no irían a misa. Que tradición sí pero meapilas no. Hasta ahí podíamos llegar. Seguir al obispo, sí, pero hasta la puerta de la Basílica. Y que viva Lenin y abajo el capital.
El caso es que, como en todos estos debates circulares, tras el ruido llegó la placidez y la calma. El cartel objeto de la polémica no experimentará cambio alguno, que no son tiempos de experimentos a cuatro días de las elecciones. No vayan a cabrear al episcopado, a las cofradías y demás grupos de procesionarios ahora que están experimentando un reverdecer que ríete tú del olmo del Duero; y que constituyen un nicho más numeroso y relevante tras cada nueva edición procesional.
Que así como las vocaciones sacerdotales menguan con cada año, el afán por marchar en procesión se propaga e impone de modo rutilante y sin medida. Y aporta vitola de tradición a cualquier celebración en la que alguien aparezca tocado con capirote. Así que en esta ocasión, señor diputado general, viene al pelo el aforismo de «con la Iglesia hemos topado». Y no parece oportuno convertir un topetazo dialéctico en un varapalo electoral. Quietos hasta ver…
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