Un febrero seco adelanta la aparición de la procesionaria
Estas orugas urticantes ya se han dejado ver sobre todo por los pinares de Olárizu en Vitoria y la zona del valle de Ayala
Este bicho no genera tos ni neumonía. Tampoco incuba durante días. Sus efectos nocivos son casi inmediatos. Desde un sarpullido más o menos importante hasta ... una anafilaxis. La oruga urticante más peligrosa –en especial para las mascotas– vuelve otro año a desfilar por los montes de Álava. También en Vitoria se han dejado ver pasear por parques como el de Olárizu, donde se encuentra la masa de coníferas más importante de la capital alavesa, pero también en el de Arriaga y algunas zonas de Abetxuko. No en vano, a estos insectos les pirran las acículas, o lo que es lo mismo, esas 'hojas' de los pinos que envuelven en sus característicos bolsones blancos.
Esta segunda parte del invierno, algo más benigna y sobre todo seca, ha ayudado a que estas larvas salgan en procesión antes, encabezadas por una hembra y en busca del lugar más idóneo en el que enterrarse y concluir su metamorfosis.
Contra lo que se pueda pensar esta especie es autóctona y suele sobrevolar los bosques como mariposas, en especial aquellas masas forestales de repoblación que abundan, por ejemplo, en el valle de Ayala y que, advierte, el biólogo y coordinador de Ataria, Gorka Belamendia, «pueden originar plagas». «Sobre todo atacan a aquellas coníferas que son jóvenes o débiles y que están ubicadas en zonas inapropiadas con suelos desmineralizados».
«La mejor medida es la precaución. En esta época es mejor no pasear por pinares», advierte la veterinaria Marisol Cuenca
Y, pese a que no es tan frecuente que aparezcan por Vitoria, el Ayuntamiento ha tratado de controlar su población con medidas que atajen su reproducción como las bolsas trampa impregnadas con feromonas que atraen a los machos y los atrapan. Pero existen muchas más, señala Belamendia, «y sin productos químicos». «También se puede favorecer la reproducción de aves insectívoras como el herrerillo o impregnar los pinos con la bacteria 'bacillus thurigiensis' de modo que al comer las hojas las orugas mueran». O tirar por lo más sencillo, cortar las ramas con bolsones.
No abandonar los senderos
Por su parte, la veterinaria Marisol Cuenca, pide «prevención y anticipación» a la hora de evitar las pinares con perros y, si no queda más remedio que atravesarlos, no abandonar los senderos «pues entre la hojarasca son más difíciles de identificar», además de llevar al perro «siempre atado». Y si no se ha podido evitar la desgracia, acudir a un veterinario lo antes posible. «Lo principal es atajar la reacción del cuerpo con antihistamínicos, corticoides o antiinflamatorios». A eso se suma que, además, «los perros suelen metérselas a la boca e incluso comerlas». Un extremo harto peligroso, pues en su caso la toxina taumatoquina puede necrosar sus lenguas. «Y esto requiere de curas durante semanas hasta saber que parte de la lengua queda sana y viva».
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