«La cultura ha demostrado un gran comportamiento durante la pandemia»

«Estos tiempos han sido difíciles e inciertos para todo el mundo. Hemos podido funcionar, pero con unas limitaciones que hacen el día a día casi inviable», lamenta Iker Ortiz de Zárate, director e intérprete de Ortzai. El artista defiende que, mientras la cultura ha demostrado un gran comportamiento a lo largo de estos meses, parte de la sociedad no ha estado a la altura. «Ciertos comportamientos han hecho de esta enfermedad algo más doloroso que el propio virus», asegura indignado con imágenes de fiestas y «gestos desafiantes». «Lo ideal sería que, cuando esto pase, sirva para abrir los ojos sobre el papel de la cultura y lo caro que sale un pueblo ignorante», desea tachándose de «inocente». «Si ya se vuelven a plantear recortes en Sanidad, cuesta creer que se vaya a invertir en Cultura», razona.

Las salas de conciertos lo han tenido todavía más difícil. Juan Uriarte, responsable de Hell Dorado, afirma que no pueden ir a peor, ni siquiera a las puertas de una quinta ola. «Se nos considera como locales de ocio nocturno y llevamos cerrados un año y varios meses a excepción de conciertos puntuales y subvencionados», resume. Mientras tanto, las salas experimentan programando en espacios más grandes como el Iradier Arena, «parches que tampoco son una solución».

«El Iradier Arena no es como para programar todos los días o tener una programación permanente. Tampoco hay tantas bandas disponibles para ir de gira en aforos grandes en estos momentos. Ese espacio resuelve algo la necesidad de actividad en la ciudad, pero las salas necesitan abrir por sí mismas para poder sobrevivir», reclama Uriarte, quien explica que muchos de estos locales «siguen vivos gracias a las subvenciones» recibidas por parte del Ayuntamiento de Vitoria, la Diputación alavesa y el Gobierno de España. «El Gobierno vasco nos dejó fuera de las ayudas a la Cultura, como si no formásemos parte del entramado», señala.

La cara opuesta de la moneda se encuentra en los espacios expositivos, ya sean propuestas de colectivos o museos forales. Lejos de resentirse, en algunos casos las visitas se han multiplicado. «La asistencia ha bajado un poco, pero no paramos lo que estábamos haciendo en ningún momento», explica Nerea Lekuona, artista plástica y miembro del colectivo Zas. Durante el confinamiento promovieron obras relacionadas con la pandemia y las exhibieron desde casa. «Somos personas creativas y hemos aprovechado internet para crecer ante la adversidad», celebra.

Aunque durante algunas semanas Zas no tuvo actividad, algunos encuentros se sustituyeron por programas de formación que gozaron de una gran acogida. «El público entiende el entorno expositivo como algo seguro y se ha puesto en valor. La gente agradece volver a encontrarse y compartir esos momentos previos a una exposición», valora.