Controles policiales limitan la invasión de urbanitas a la zona rural de Vitoria
Los concejos del entorno se organizan para avisar a la Guardia urbana sobre el exceso de coches. Hubo gran afluencia pero no el caos de la semana pasada
La Policía Local desplegó ayer un férreo control para evitar que el caos se volviese a apoderar de la zona rural de Vitoria un fin ... de semana más. Este inédito despliegue limitó el acceso de coches a los concejos más concurridos donde, a falta de aparcamientos suficientes, los visitantes podrían generar importantes molestias a los locales. En algunos puntos como Hueto Arriba o Mendiola, la dirección del DNI o una acreditación profesional fueron imprescindibles para que la Guardia urbana permitiese el paso ante la avalancha de urbanitas como consecuencia del confinamiento municipal que rige en Euskadi.
«Sólo estamos dejando entrar a los vecinos. Los aparcamientos están llenos», confiaba un agente de la Guardia urbana mientras indicaba a unos conductores que diesen media vuelta en el cruce de la carretera de Estarrona hacia Hueto Arriba, un pueblo de treinta casas donde siete días antes hubo hasta 200 coches. «Hoy he contado algo más de una veintena», confiaba una vecina visiblemente molesta ante la llegada de desconocidos para visitar la cueva de los Goros y subir hacia la Sierra de Badaia.
La presencia policial se debió, en parte, a la iniciativa de la asociación de concejos de Vitoria (Acovi), que se organizó para que los propios regidores alertasen a los agentes o a la dirección del colectivo si veían aglomeraiones descontroladas. Así intentaron salir al paso de lo sucedido hace siete días. El teléfono de Nieves Quintana, actual presidenta de la asociación, echó humo durante toda la mañana con incesantes llamadas de miembros de las diferentes juntas administrativas y de la propia concejala de Zona Rural, Miren Fernández de Landa, para evitar que las aglomeraciones fuesen excesivas.
«Hemos tenido la suerte de que el sábado por la mañana llovió y no ha sido posible sacar los tractores y las cosechadoras, porque tendríamos que haber llamado a la grúa al no haber suficiente espacio para pasar con coches aparcados en ambas orillas de la carretera», evidenciaba Nieves Quintana. «Pero es cierto que no se han repetido los problemas en Hueto Arriba y Mendiola. Entonces no todos fueron deportistas, sino que algunos acudían a los restaurantes y a la sidrería que ahora están cerrados».
«Vamos a tener que repetir»
La presencia policial y el control de los vecinos parece que no va a ser cuestión de una semana. «Me parece que vamos a tener que repetirlo continuamente», lamentaba la presidenta de Acovi, feliz porque muchos descubran los pueblos de su entorno pero disgustada por el efecto que esto puede tener en la vida de sus habitantes.
«De los doce coches que hay aparcados en ese costado, tres son de vecinos y el resto de gente de fuera», planteaba Gabriela tras la valla de su chalet en Mendiola. «Nosotros, de momento, no hemos tenido ningún problema. Tan sólo hemos reclamado al concejo que se controle la velocidad de los coches que vienen de aquella zona (apuntando hacia San Juan Grande), que al ser una cuesta abajo muy pronunciada salen disparados», añadía.
En los Montes de Vitoria, en la 'muga' con el Condado de Treviño, la situación era similar. «He contado 40 coches de montañeros, corredores, seteros o cazadores», relataba por teléfono Gerardo. Mientras, en el puerto de Okina alguno necesitó un empujón por dejar el coche donde no debía y en Ullíbarri de los Olleros la gente se atrevió a aparcar sobre la báscula de camiones. Detalles que hablan de la gran afluencia de los vitorianos hacia la zona rural, pero no del descontrol de hace una semana.
«Esto es la nueva calle Dato desde el final del confinamiento»
Junto a la casa de Gabriela en el concejo de Mendiola hay una pequeña finca con gallinas, ocas y cabras. Estas últimas ya se han acostumbrado a la presencia de los visitantes y se suben al muro para que les acaricien desde el otro lado de la verja. «No es una cosa de ahora por el confinamiento municipal. Desde que en primavera dejaron que la gente volviese a salir, la subida a la cruz de Olárizu se ha convertido en la nueva calle Dato. Hay gente que viene tempranísimo para subir cuando menos tránsito hay y en verano alguno llegaba hasta las siete de la tarde», relata.
Sebas y su cuadrilla llegaron a este pueblo cargados desde casa con tortilla, patatas fritas, pan y la bota de vino. «Hemos venido a tomar un poco el aire lejos del agobio de la ciudad», confesaba en medio del festín. La presencia de caminantes fue evidente lejos del casco urbano. «Disculpe, ¿Arkaia está aquí cerca? Es la primera vez que salimos a andar por esta zona», preguntaba a otro despistado a una pareja que estrenaba zapatillas y bastones de trekking.
Los 'runners' habituales en los caminos de parcelaria entre Lasarte y Berrosteguieta también se encontraron con una avalancha de paseantes. Y la misma imagen se repitió en el Anillo verde o de camino hacia el Santo; una marea humana que en algunos momentos era digna de un día de partido del Alavés en Mendizorroza. En el centro de la ciudad, sin embargo, el cierre de la hostelería apagó prácticamente su actividad. A las dos de la tarde, la 'Kutxi' era un desierto cuando cualquier otra semana hubiese estado intransitable.
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