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La feria medieval de Artziniega se reinventó ayer, con una filosofía distinta. Los hijos de los primeros organizadores, Unai Gotxi y Garazi Ureta, leyeron el ... pregón en el que ya dejaron claro que su intención era devolver «pacificados y felices» a todos los participantes en la fiesta. Lo hicieron a base de renovación, de nuevos puestos, «en los que hemos primado que la gente del pueblo disfrute, que nos vistamos, que salgan las cuadrillas, y en la que todos los puestos son artesanos. Solo se vende lo que cada uno produce», explicó Gotxi.
Con esa filosofía Martín López, Josu y Ander Diego ejercieron como ayudantes de Teresa Arbeloa, que ofreció el primer taller de alquimia de la feria, donde «con productos de casa, podemos ver reacciones químicas», explicaron rodeados de probetas, redomas y matraces de vidrio.
Muy cerca, en plena cuesta de Beraza, Estanis Polancos volvió después de cuatro años de ausencia para demostrar cómo se elabora el txakoli de toda la vida. Él también ha buscando quien le tome el relevo en un oficio en el que ha cumplido ya medio siglo y que heredó de su padre. Mikel Aingeru Polancos, a sus quince años, está dispuesto a participar en la vendimia y aprender los secretos del caldo ayalés.
Haciendo gala de la nueva hornada de artesanos que arrasó ayer en Artziniega, Eneko Serrano, de Orozko, un pastor «puramente vocacional desde que era un crío», se expresa a través de sus quesos. Nada que ver con el Idiazabal. A sus veintiocho años, se ha volcado en la elaboración con leche que producen sus ovejas durante todo el año, las latxas y las de raza assaf. «Hago queso de mano, fresco, azul y yogur cremoso de oveja», explicaba mientras preparaba la degustación.
Xabier Santxotena recuperó su oficio de cocinero y Asier García, se enfundó el traje de aguador y recorrió la feria con agua de la fuente de la Teja en recuerdo a 'Yarri' que ejercicio por primera vez el oficio en la feria.
Una de las protagonistas más jóvenes fue la nueva campana del santuario de la Encina, construida con material de la anterior, que estaba rota. «Pesa unos 500 kilos con el yugo», aseguró Benjamín Respaldiza, que espera verla colocada en su sitio el próximo 21 de septiembre para que siga convocando a misa, dando las horas, avisando de tormentas y comunicando los fallecimientos.
En la plaza de arriba, mientras los pintores José Mari y Mikel Pinto, Alejandro Quincoces, Pili Álvarez, Fernando Ureta y Jorge Núñez dan los últimos toques al mural en el que pintan a gente del pueblo desde hace varios años, Marivi Cañibe, daba las últimas puntadas a sus últimos tocados, «del Valle de Arratia y de Oñate y Mondragón». Nada menos que un mes de trabajo le lleva cada uno, pero no hay que olvidar que su trabajo ya está reconocido con un Goya por el vestuario de 'Akelarre'.
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