Aficionados ayaleses firmarán para mantener el bolatoki Aresketa de Okondo
La cabaña que cobijó el bolatoki debe derribarse completamente antes del día 27 pese a que el bolo ayalés es un patrimonio etnográfico de la zona
La orden de derribo del juego de bolos del caserío Aresketa de Okondo, avanzada por EL CORREO en abril ha hecho que un colectivo de ... cerca de ochenta personas aficionadas a esta disciplina muestren su indignación con una recogida de firmas el día de San Juan en el bolatoki del mismo nombre, en Llodio, con ocasión de la tirada que se va a celebrar durante las fiestas del solsticio de verano. El afectado por el derribo de la bolera de Okondo, Arturo Berganza, señala que «muchas de esas personas han jugado en el caserío Aresketa», ya que el bolo ayalés, con nueve bolos grandes y uno pequeño, es una disciplina que forma parte del patrimonio etnográfico y cultural de toda la zona.
El caserío, del que hay referencias desde 1735, se localiza en la carretera de Llodio a Okondo. En su momento fue un lugar de paso donde comer, descansar y pasar un rato jugando a los bolos. Hasta finales del siglo XX se mantuvo abierto como restaurante y siguió siendo el escenario de celebraciones familiares.
La familia propietaria, con intención de mantener el patrimonio etnográfico que conserva todavía el caserío, remodeló la cabaña que daba cobijo al antiguo boladero o bolatoki, pero lo hizo sin permiso y así empezaron los problemas. Un tormento administrativo que tiene a los dueños «resignados tras un calvario de cinco años» a perder parte de su historia familiar, vinculada a este lugar. El caserío conserva un horno de pan y un lagar de sidra. Pese a los intentos de la familia para mantener el patrimonio el lugar, el departamento de Carreteras de la Diputación y el Ayuntamiento han ordenado su demolición completa. «No podemos salvar nada, y eso que había elementos que podrían haber tenido protección patrimonial, según reconoció la propia Diputación», reconoce Berganza. Pero las órdenes son claras. La demolición debe ser completa porque los elementos etnográficos de interés están en la zona de servidumbre de la carretera y deben desaparecer antes del día 27 de este mes.
Sin plazos
Berganza lamenta que el procedimiento administrativo no haya sido más flexible, dado que la orden de derribo se produjo porque decidió recurrir a los tribunales en lugar de dirigirse directamente a la Administración foral para intentar resolver el problema. «No nos dieron tiempo porque nos mandaron una carta diciendo que no teníamos licencia y se fueron de vacaciones. Solo la persona que firmó llevaba ese tema, y podíamos hablar con nadie más. Solo nos quedaba recurrir al Juzgado», señaló.
La Diputación ha recriminado a Berganza que no haya acatado la orden de derribo, pese a que la familia ha intentado hasta el último momento, «salvar un patrimonio que es de todos» sin éxito pese a que en varios momentos, parecía que el Ayuntamiento iba a respaldar el mantenimiento del boladero y una parte de la Corporación defiende esa opción.
La indignación no solo afecta a los jugadores de bolos. En torno a situaciones similares, en las que los particulares entienden que se produce un «atropello por parte de la Administración», se está articulando otro movimiento de defensa del medio rural. En él participan dueños de caseríos o de explotaciones agrícolas y ganaderas de toda Ayala que se proponen defender su patrimonio etnográfico y su medio de vida. «Queremos ayudar a resolver estos problemas a mucha gente, sobre todo mayor, afectada solo por el hecho de estar cerca de la carretera y si no nos unimos, desaparecemos», explicó Berganza.
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