Circulación lenta hacia Armentia. I. AIZPURU

La autopista del Sur

Se non e vero... ·

Domingo, 12 de junio 2022, 03:50

Hay cosas que no van en el sueldo, aunque la política se haya convertido en el reino del exabrupto y la ocurrencia en busca de ... un titular. Ni aunque seas el alcalde de la muy noble y muy leal ciudad de Vitoria y eso le dé a todo el mundo patente de corso para acusarte de querer dinamitar la ciudad, de los crímenes de Puerto Urraco o de ser una de las caras de Bélmez.

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Viene a resultar que el primer edil de Vitoria dijo en una reciente intervención -'Houston, tenemos un problema'- que lo de las comunicaciones por el Sur de la ciudad son manifiestamente mejorables, vamos, un completo desastre. Y que algo tendremos que hacer, oigan ustedes, para aliviar la congestión que experimentan las magras vías de incomunicación que por ese punto cardinal se colapsan un día sí y otro también.

Leí de joven un cuento fabuloso de Cortázar que les recomiendo, titulado 'La autopista del Sur', que describe el ecosistema que se va organizando alrededor de un descomunal atasco en los accesos a la ciudad de París tras un largo fin de semana: desde historias de amor entre coches que se sitúan a la par, hasta incursiones en las granjas cercanas en busca de comida, o ataques de los lugareños a la caravana de coches. Un collage de vidas ajenas que se trenzan fruto de la casualidad de un embotellamiento.

He de decir que algunos concejales gasteiztarras parecen devotos de Julio Cortázar y de su recreación de la vida emergiendo del caos. Así, bastó una frase del 'alkate jauna' para liarla parda. Urtaran, sin concreción alguna, es verdad, entonó la necesidad de una solución al tráfico urbano por el Sur de la ciudad. Y bastó un balbuceo para que la oposición montara en cólera, se le tirara al cuello por antiecologista e insostenible y le acusara de abrigar oscuras intenciones en el Sur de Vitoria.

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Al entender de los críticos, se trata de un furtivo intento de poner en marcha la extinta Ronda Sur de Vitoria, proyecto que permanece latente en los despachos municipales y que como un zombi muere y revive en cada legislatura para atenuar las quejas de los automovilistas vitorianos. Una actuación capaz de derribar el sacrosanto y virginal Sur de Vitoria.

En favor del ojo de nuestro alcalde diré que no es el único que ha reparado en este problema estructural de la ciudad. Y al margen de los concejales de la oposición, hasta los ciegos se han percatado ya de que los conductores padecen el colapso circulatorio en silencio, como las hemorroides, sin un tubo de Hemoal con el que procurarse alivio.

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No hay más que enfilar para la zona para sumarse a la caravana diaria que se orquesta por el irónicamente bautizado como 'Bulevar Sur', con unas colas dignas de la M-30. Por cierto, al que le puso el nombre de Bulevar a esta gatera habría que ponerle una estatua. Ese nombre pide mármol.

Hay que señalar que no es sólo una deficiente planificación urbanística la causa de que el vitoriano sea el conductor que más procesiona al volante. Porque en este caso se añaden efectos colaterales que rozan el sarcasmo y la contumacia. Por si fuera poco el derroche de paciencia que mostramos los sufridos conductores cuando circulamos por el 'Bulevarito', los probos agentes de la Policía Local se agazapan cual ardillas junto al Monte de la Tortilla a la caza y captura de pardillos. Y -parapetados tras el radar-, multan a los incautos por conducir a 38 kilómetros por hora, exceso intolerable de velocidad como pueden suponer. ¿Quién dijo que no andan listos cuando quieren en Aguirrelanda?

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Y es que Vitoria sigue siendo una ciudad de contradicciones pintorescas en asuntos que afectan a cuestiones medioambientales, entre las que nos movemos con la soltura impropia de los recién llegados. Tenemos un surtido tan variado y sorprendente como aquella caja de bombones de Forrest Gump.

En el Sur no hay un ecosistema bucólico sino que sufre un problema de conectividad de pantalón largo

Baste citar, como ejemplo, a esos ecologistas que teóricamente son favorables a la energía eólica, pero nunca en territorio propio. Que una cosa es la energía limpia y otra muy diferente el peligro cierto de capar accidentalmente al mochuelo común en vuelo rasante con un corte de aspa de molino.

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Qué decir de los 'desmovilizados' contra Garoña que, una vez desenchufada la central, se olvidaron de que disponemos de una piscina olímpica llena hasta las cartolas de residuos radioactivos y de un edificio que habría que ir pensando qué hacer con él.

Para echar de comer a parte son los neófitos de la movilidad sostenible, tan avispados en denunciar la ausencia de bicicarriles, como miopes ante los desmanes de los ciclistas irresponsables. De esa tropa de 'atropellabuelos', que compiten practicando el eslalon por nuestras aceras y paseos presuntamente peatonales ante la indolencia de la Policía Municipal, esta vez sí.

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Quienes hoy fingen escandalizarse al escuchar obviedades como que el Sur es una trampa para los conductores y que está pidiendo a gritos una solución, parecen desconocer que no nos encontramos ante un ecosistema bucólico, virginal e inmaculado, sino ante un problema de conectividad de pantalón largo.

Habría que recordarles que, en un alarde de incoherencia, el Sur de Vitoria es el lugar donde continúa erigiéndose el túmulo urbano de basuras que lleva camino de convertirse en el más grande de España.

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No hay más que ver cómo crece el monte cada día, palada a palada, bolsa a bolsa, camión a camión, para calibrar de qué está hecho el corazón del sur. No precisamente de polvo de estrellas, sino de basura de un vertedero en plena expansión como un auténtico 'Big Bang'. A poco que nos esforcemos, esta gigantesca protuberancia acabará superando la cota de altitud del Gorbea. De suerte que podremos incorporar su ascensión a la marcha de los Tres Grandes que, más pronto que tarde, pasarán a ser cuatro: Gorbea, Anboto, Aizkorri y Gardelegi.

No sé si recordarán aquellas adivinanzas que nos llevaban a mal traer cuando niños. -Verde por fuera y rojo por dentro, ¿qué es? -Sandía, contestábamos todos en alegre algarabía. Hasta que un listo preguntaba: -'Negro por fuera y verde por dentro, ¿qué es?'. Por más vueltas que le dábamos no acertábamos a adivinar de qué se trataba aquella combinación tan extraña. Hasta que, aburridos por nuestra ignorancia, nos rendíamos exhaustos y preguntábamos por la solución. Entonces, henchido de orgullo, el listo de la adivinanza respondía: -Un cura empachado de lechuga.

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Sirva la adivinanza como advertencia, so capa de que esta Green Capital tan estimada acabe resultando como el cura de la adivinanza, negro por fuera y verde por dentro, por este afán tan nuestro de salvar el mundo en general sin pensar en rescatar antes a sus sufridos ocupantes.

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