Aspanafoa lleva a Salburua su fiesta más solidaria contra el cáncer infantil
La asociación de familias de menores llena la ikastola Errekabarri de juguetes, talleres, hinchables, libros y vecinos altruistas
Dar visibilidad a los niños con cáncer. Con ese noble objetivo, la asociación de familias de menores afectados por esta enfermedad, Aspanafoa, ha celebrado un ... año más su fiesta anual. La organización ha apostado este sábado por la ikastola Errekabarri de Salburua -afortunadamente con pista cubierta y una zona porticada que han servido para no mojarse- para su festejo solidario, con el que recaudan fondos destinados a atender a las 46 familias alavesas por el drama del cáncer infantil.
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Muchas familias y vecinos con ganas de colaborar se han pasado por el centro educativo, que desde las 16.00 horas ha ofertado talleres de manualidades, hinchables y una miniferia. Aunque el núcleo del proyecto es el mercadillo de segunda mano. Juguetes, libros, camisetas de Aspanafoa o juegos de mesa que sirven para ayudar a una entidad del tercer sector que apoya a las familias alavesas en sus desplazamientos para las terapias -a Cruces, habitualmente, aunque en ocasiones los tratamientos requieren viajar a Madrid- y en su atención psicológica. «Esta es una ocasión para llegar a la gente y que conozca nuestra realidad», apuntaba en conversación con este diario Paula Neiro, trabajadora social de la entidad.
Historias de lucha
Y es que detrás de la estrella y la cara sonriente de Aspanafoa hay decenas de historias, cada una con sus batallas y sus aristas. Susana Ciaurriz, secretaria de la asociación, es la madre de uno de esos chavales que «tocó la campana» -señal de que el cáncer había remitido- y, sin embargo, «al año siguiente», el pequeño había recaído de la leucemia linfoblástica aguda que llevan combatiendo siete años. «Estuvimos en Cruces, nos hicieron el tratamiento convencional el primer año, pero no fue suficiente. De ahí nos mandaron a Madrid a hacer una terapia CAR-T, que fue bien, pero era insuficiente», relata. «Al final tuvieron que hacerle un trasplante de médula. Hemos vivido un año en Madrid. Ahora, casi cuatro años después del trasplante, está bien. Todavía seguimos trabajando las secuelas, porque las que quedan son importantes».
46 familias alavesas están inmersas en un proceso oncológico, en algunos casos después de experimentar recaídas
Para Joana Oliveros, los últimos años los ha marcado la lucha contra la enfermedad de la pequeña Yune. «Desde el primer momento nació así», y eso ha facilitado explicar un retinoblastoma -un tipo de cáncer de ojo- «con naturalidad». Otras veces no es tan sencillo porque el tumor aparece de golpe «y entonces empiezan a buscar culpables o intentan atacar a los padres y se preguntan que por qué a ellos... y no saben cómo pagar la frustración». «Sobre todo, los adolescentes». Eso requiere un trabajo psicológico con ellos, pero también con los padres. «Es muy difícil, porque intentas normalizarlo. Sobre todo a la vista de los críos, les dices que vamos a tirar para adelante, tratas de ser fuerte... y muchas veces cuando te das la vuelta, lloras». De ahí la importancia de encuentros como el de este sábado, que sirven para reunir a familias que, según Oliveros, «hablamos el mismo idioma».
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