En Madrid te divorcias y no vuelves a encontrarte con tu pareja, dice Ayuso, promocionando su Madrid como una ciudad en la que el anonimato ... es posible y donde puedes dejar la mochila de tu pasado en la consigna de la estación e iniciar una nueva vida sin que nadie escrute ni cuestione tu proceder.
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En Vitoria, ciertamente, esto viene a ser imposible, dado que la gente sigue mirando tras los visillos y observando con sumo interés la deriva de las vidas del vecindario a falta de experiencias excitantes en las propias. Vamos, que si quieres echar una cana al aire o pasar desapercibido mejor te vas a Madrid y desapareces entre la multitud sin ser visto con un ¡ancha es Castilla!
Ha debido ser una reflexión similar a esta, tras largas y sesudas sesiones técnicas, la que ha llevado a nuestra Tenienta Diputada General a promocionar Álava en Fitur como destino para enamorados. Sí, sí. Han leído bien. El márquetin foral se ha echado al monte, y ha fijado nuestro público objetivo en aquellas parejas de enamorados que necesitan reactivar sus baterías un fin de semana y oxigenar la relación.
Claramente esto se llama contraprogramar a Ayuso y currarse un nicho turístico muy poco explotado hasta la fecha. Chúpate esa, lideresa. De modo y manera que nuestra responsable turística en la Diputación le dice a la rutilante prócer madrileña que si tú te llevas a los que buscan infidelidades o bien huyen del desamor, nosotros nos traemos a los enamorados de la capital a disfrutar de los placeres alaveses, bien sean gastronómicos, bien culturales o sensoriales. Que de todo les proporciona la variopinta oferta turística alavesa.
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Si Madrid ejerce más de Sodoma y de polvo traicionero e infiel, Álava sería en cambio un crisol donde se funde el amor verdadero. Así, las parejas de enamorados que acuden a Vitoria consolidan sus quereres y profundizan los afectos llevándose para siempre a Vitoria en el corazón.
No es menos cierto que el frío pelón vitoriano invita a que se abracen y se acurruquen conforme dios manda en los hoteles de la localidad para combatir el ambiente siberiano que caracteriza a la villa. Que digo yo que el huevo frito congelado no podía haberse inventado en otro sitio que en Vitoria, porque con la rasca que hace por las mañanas se te congelan hasta… las ideas. Por eso resulta sugerente que tras la adquisición de la patente vitoriana del huevo frito congelado por la famosa empresa Aguinaga, hoy podamos ofrecer a nuestros amorosos visitantes un combi gastronómico de huevos congelados y angulas, rico rico, con una pizca de cayena y ajo picado.
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Además, en este furor por recuperar las visitas turísticas y llevarnos nuestro trozo de pastel en el mercado del turismo ibérico, un nuevo nicho emerge con potencia arrolladora sobre el tapete alavés, a saber, el turismo espacial. No se rían, descreídos, que la cosa está más cerca de lo que muchos escépticos podrían llegar a imaginar.
El Gobierno vasco se ha soltado el pelo y en el 'Plan Euskadi Next', que reúne los proyectos para solicitar subvenciones europeas, han incluido el de hacer del aeropuerto de Foronda una base para poner en órbita satélites, para lo que han establecido contactos con la célebre compañía Virgin. No sé si la sección de la empresa en Vitoria pasará a denominarse White Virgin, en honor a nuestra querida patrona, con el justo afán de hacer un guiño a la Cofradía, las cuadrillas de blusas y a la ciudad, ganándose así el apoyo y el fervor vitoriano.
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Este nuevo plan está presupuestado en la bonita suma de 42,5 millones de euros. Vamos, que se han subido las mangas de la camisa, ¡quién dijo miedo! y se han lanzado a proponerle a Europa que el aeropuerto de Foronda se convierta en una base de lanzamiento de satélites. Toma Jeroma, pastillas de goma.
Confío en que no lleguen a oídos de la Comisión Europea los antecedentes penales que acredita Vitoria, tras el truculento tocomocho del coche eléctrico vasco, el famoso Hiriko, y el dispendio de ese túnel de viento, que cría telarañas en Miñano a falta de clientes que aventar. En cualquier caso, ahora vamos a ver cómo respira la Von der Layen y si se echa mano a la cartera para aflojar al contado el importe necesario para montarnos el Cabo Cañaveral vitoriano.
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Yo le tengo jodido a mi cuñado, porque le he llamado para recordarle que cuando su hijo decía que quería ser astronauta él le propinaba una colleja y le decía que eso no tenía salida profesional. Que mejor unas oposiciones a la Diputación, que tenían 15 pagas al año. Y mira tú, me regodeo diciéndoselo, ahora que el chaval podía encontrar una plaza en la torre forondil controlando la lanzadera y los satélites, ya es tarde. Con lo bien que habla euskera el jodido.
-Houston, arazoa dugu.
Debo reconocer que pese a los anuncios y a que voluntad no falta en los gestores del plan, tengo la mosca zumbando detrás de la oreja. Porque conozco el paño, y pese a que Vitoria sea la capital de Euskadi a regañadientes, Bilbao no deja de ser la capital del mundo. Y sabiendo que desde el Gobierno Vasco siempre se ha mirado al aeropuerto de Bilbao con mejores ojos que al pobre de Foronda, me pregunto cómo es que no se les habrá ocurrido llevarse este chiringuito espacial a Bizkaia.
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Cohetes en Nochevieja
La respuesta, sencilla por su obviedad, me la daba un parroquiano ayer mismo, discutiendo sobre el asunto y criticando mis reservas con un argumento demoledor a la par que obvio.
-A ver. La razón se cae por su propio peso, Juan Carlos. Tenemos que poner satélites en la estratosfera. Ergo, si de lo que se trata es de subir al cielo al menor costo, y en Vitoria estamos a 500 metros de altitud sobre el nivel del mar, y en Bilbao a cero, ¿desde dónde se llega antes a depositar el satélite en un punto 'x' del espacio y desde dónde se ahorra más combustible? ¿Queda claro?
Coño, la respuesta me dejó estupefacto por su solvencia física y su contundencia lógica. Aunque empujado por el afán de litigar y no dar el brazo a torcer, contraataqué argumentalmente, recordándole que la Ordenanza municipal contra el ruido de Vitoria prohíbe tirar cohetes en Nochevieja, porque las mascotas se acojonan y salen corriendo despavoridas. Y aún no se me alcanza cómo diantres casa esto con lo de poner en órbita los satélites vascos. Con el ruido que deben hacer los motores de la lanzadera, más que la moto de un hippie.
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Decían los clásicos que el amor lo puede todo. Máxime si le ponemos un poquito de vino, escamas de sal de Añana, un atardecer en globo sobre la Llanada, que parece el Serengueti pero sin moscas y, para rematarlo, un garbeo por la estratosfera tipo Gravity, como Sandra Bullock y George Clooney. Quién da más. Supéralo si puedes, Ayuso. Que no todo va a ser una vida disoluta.
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