Álava es la provincia española que más ha crecido desde 2009 empujada por la inmigración
La población aumentó un 5,6% pero la natalidad siguió en caída libre y el padrón, con canas. Llegan jordanos, neozelandeses, letones... aunque destacan marroquíes y colombianos
No hay ningún chipriota por las calles alavesas, tampoco alterna por sus bares nadie nacido en la pequeña Liechtenstein, ni se tiene noticia de que ... algún montenegrino se haya asentado por estas tierras. Son las ausencias –hay alguna otra excepción– en un padrón local que se alimenta de 115 nacionalidades y que aumenta desde hace años empujado, sobre todo, por la población extranjera que aterriza aquí en busca de un futuro mejor. Los inmigrantes han convertido a Álava en la provincia del Estado, sólo por detrás de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, que más ha crecido en la última década. El análisis del INE, cerrado a 1 de enero de 2019, arroja en concreto una subida del 5,6% desde 2009 –un 2,5% en Gipuzkoa, un curioso 0% en Bizkaia– para un censo cada día más internacional pero también más canoso.
La fotografía se repite a lo largo y ancho de la geografía alavesa, donde se reparten cerca de 332.000 personas. Nacen menos niños –sólo seis al día en el último año– y los mayores estiran su esperanza de vida, que en el caso de ellos ronda ya los 81,3 y en ellas aumenta hasta los 87. «En una población como la nuestra lo que determina las subidas o las bajadas de población es el movimiento migratorio», reflexiona Unai Martín, doctor en Sociología y profesor de demografía en la UPV/EHU. Y ese fenómeno es común a todos los municipios. Desde el pueblo de Celedón, Zalduondo, con nueve habitantes nacidos en otros países, a Baños de Ebro, con una séptima parte de su vecindario con otra nacionalidad. En Armiñón conviven un par de dominicanos, en Amurrio hay una importante colonia de peruanos, en Zuia –una de las nueve localidades con menos foráneos hoy que en 2009– residen tantos alemanes como argentinos (13)... «La llegada de extranjeros es una realidad y no debemos obviarla. En un futuro veremos cómo los flujos migratorios van variando según orígenes y en volumen, pero lo que no ocurrirá es que desaparezcan», advierten desde Ikuspegi, el Observatorio Vasco de Inmigración.
Los marroquíes son, por ahora, mayoría entre los inmigrantes que han empezado una nueva vida en Álava. Más de 6.000 aparecen en el padrón, donde les siguen los colombianos (casi 5.400). Muchos de ellos, cuenta Filomena Abrantes, al frente de la Asociación de Residentes Afroamericanos, Afro, hicieron las maletas a principios de los 2000 para pisar suelo alavés y «con la crisis decidieron volver a Colombia con la perspectiva de que allí hubieran cambiado las cosas, pero se encontraron con que incluso habían ido a peor y decidieron regresar». Los latinos, apunta esta angoleña afincada en Vitoria desde los ochenta, representan hoy «el 80% de las atenciones» realizadas en sus oficinas en 2019. Entre ellos se encontraban unos cuantos venezolanos que escaparon de la situación límite que soporta su país y que ya superan el millar en el territorio, una quinta parte llegados en el último año.
Bajón de portugueses
La debacle económica a la que se enfrentó el país durante la última década no afectó tanto a Álava como a otras provincias que levantaron su economía a base de ladrillo y hormigón y que, asume Martín, pudieron notar más ese retorno de extranjeros a sus orígenes. «Los inmigrantes se mueven por oportunidades de empleo y cada nacionalidad tiene una especialización», comenta. Ikuspegi sitúa en este punto la explicación a la considerable pérdida de portugueses que ha experimentado el territorio desde 2009 (-788) y que, sostiene, podría encuadrarse en «el aumento de población parada masculina sobre todo en sectores como la industria o la agricultura». No obstante, los lusos aún son mayoría en el colectivo extranjero de Elburgo, Elvillar o Lantarón, donde conviven con un inglés.
En la asociación que preside Abrantes perciben un incremento –discreto, eso sí– de las mujeres que aterrizan en Álava de avanzadilla, antes que sus parejas, mientras que del Magreb resulta «llamativo que están llegando familias de estrato medio, muchas con estudios, que han perdido su trabajo y no ven más posibilidad que salir». «Vienen los dos miembros del matrimonio con los hijos, uno, dos, tres, a veces cuatro. Ése no era el perfil», detalla esta alavesa de adopción que reivindica la diversidad como «riqueza». Y, sin embargo, «a quienes peor tratamos es a los inmigrantes y a los jóvenes, que representan el futuro», opina el sociólogo. El relevo generacional de un territorio donde hay pueblos con casi un 41% de vecinos con más de 65 años, como Valle de Arana, pasa por los extranjeros, que además llegan con «unos patrones de fertilidad más altos», y por los veinteañeros y treintañeros a los que se niega una estabilidad laboral. «La preocupación no es por que nazcan pocos niños, sino porque son menos que los que se quiere tener. Y encima lo hemos naturalizado», aclara el especialista en demografía consciente de que dar una vuelco a la pirámide poblacional es una auténtica fantasía. Entre otras razones, apunta, porque a mediados de los noventa venían al mundo la mitad de bebés que en plena Transición.
Tampoco en la última década ha habido 'baby boom' alguno en la provincia y hoy apenas juegan media docena de niños de 0 a 4 años en la plaza de Navaridas o un par en Kripan. «El envejecimiento es evidente», zanja con un argumentario cargado de cifras. Desde los 121 centenarios que soplan las velas en el territorio, el triple que en 2009, a los 145 mayores de 65 empadronados en Bernedo, una tercera parte de su vecindario. No obstante, Martín invita a una reflexión sobre la edad:«Vivimos más tiempo y con mejor salud. Los 65 de ahora no son los de antes cuando se pensaba ya en personas viejas, inactivas...». Tampoco considera que los pueblos alaveses hayan sufrido en este tiempo igual el despoblamiento que en otras postales rurales del Estado por «el concepto diferente» que existe aquí del campo. «No tenemos el mismo nivel de aislamiento, ni tanta distancia de los núcleos urbanos, y en zonas como Rioja Alavesa, por ejemplo, hay sectores tan potentes como el vino».
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