El último anticuario de Vitoria
La crisis y los cambios de tendencias han borrado de las calles alavesas uno de los gremios más ligadosa su historia reciente
Judith Romero
Miércoles, 2 de noviembre 2016, 01:08
En los últimos treinta años la calle Correría ha asistido a la desaparición de todos los negocios de compraventa de antigüedades ubicados en sus bajos. ... Los nuevos tiempos amenazan con eliminar de Vitoria una tradición casi centenaria que convirtió a la ciudad en un referente nacional en decoración durante la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, un superviviente aún levanta la persiana cada mañana en el número 28 de San Antonio.
«Compradores de todas las ciudades de España, Bélgica y París visitaban nuestras calles en busca de objetos, pero ahora nos hemos quedado solos», lamenta Consuelo. Miembro de la tercera generación de anticuarios de Casa El Rey, ha presenciado el ocaso del gremio y aún recuerda con cariño lonjas como la de las leonas de Antigüedades Bayo. Hoy ayuda a su hijo Roberto Pérez a sacar adelante la herencia familiar puesta en marcha por el agricultor navarro Pedro Jiménez en la década de los cuarenta.
En los años posteriores a la Guerra Civil, numerosos campesinos se deshicieron de sus propiedades con el objetivo de mudarse a la ciudad, lo que propició la apertura de una gran cantidad de almonedas y anticuarios. Setenta años después, la ausencia de un relevo generacional y la avanzada edad de quienes ejercían la profesión han precipitado el cierre de este tipo de establecimientos. El último en decir adiós fue el de Jorge Rabasco, que cesó su actividad en la calle San Francisco tras su fallecimiento en 2010.
Aunque en el año 2000 aún quedaban quince anticuarios en Vitoria, el cambio de siglo contribuyó a acelerar su declive. Durante los noventa, cuando el sector aún mostraba sus primeros signos de debilidad, esa cifra podía encontrarse sólo en la Correría. Sin embargo, tanto sus escaparates como los de Manuel Iradier y Florida sufrieron el mismo destino.
Hazlo tú mismo
La crisis económica, la facilidad para adquirir todo tipo de productos a través de internet, la proliferación de tiendas de segunda mano y la aparición de obras sociales como Remar y Emaús son algunos de los factores que han puesto fin a la era de los anticuarios. Fenómenos como el Do It Yourself (hazlo tú mismo) han convertido el olor a cera o el sonido de una lija al acariciar la madera en atractivos de una afición que alarga la vida de los muebles.
Algunos vitorianos optan por cambiar la imagen de sus marcos, mesitas y sillas con sus propias manos en talleres como el de la Galería Púrpura. «Los que tienen cómodas viejas las renuevan y los que tienen mobiliario nuevo envejecen su aspecto: nadie está contento con lo que tiene», bromea Pilar, quien fue testigo del cierre de los anticuarios colidantes a su local desde su inauguración en 1992. «Por desgracia, el mundo de las antigüedades ha abandonado Vitoria para concentrarse en ciudades como Bilbao o Madrid».
La reducción de la compraventa de este tipo de piezas también ha afectado a los restauradores profesionales. «Muchos compañeros se han tenido que retirar en los últimos 20 años porque ya no hay trabajo para todos», confiesa Cristina Gaisán, de restauración Tratteggio. Entre sus clientes aún se encuentran algunos particulares, pero la mayor parte de su volumen de negocio proviene de encargos públicos.
El cambio en las tendencias podría tener un componente sociológico. «Cada generación ansía romper con la decoración de casa sus padres, por lo que las grandes librerías clásicas y los muebles de estilo valenciano han quedado fuera del mercado», señala Yolanda Millán, interiorista del Grupo Millán.
La funcionalidad, las líneas rectas y el minimalismo han terminado con las tallas y la marquetería, pero Millán afirma que el retorno de las antigüedades es una cuestión de tiempo. «Se trata de una moda y las modas son cíclicas: este mobiliario se demandará en cuanto vuelva a resultar novedoso para alguien».
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